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martes, 27 de octubre de 2009

Más sobre el desembarco europeo de la NBA

¿Es inevitable? Desde hace ya unos cuantos años surgen de forma cíclica las especulaciones y/o valoraciones sobre el desembarco de la NBA en Europa. Más o menos un par de veces al año, coincidiendo con comparecencias publicas del comisionado David Stern: normalmente durante el anual fin de semana All Star en enero o febrero –en el que se concentran numerosos enviados especiales de medios de comunicación no estadounidenses- y también –como ha sido el último caso- cuando en algún país europeo se celebra, en octubre, un partido de preseason entre un equipo NBA y otro de Euroliga. El calendario es casi perfecto para que el tema no caiga en el olvido: aproximadamente cada seis meses.

Calendario aparte, hay otros denominadores comunes en este digamos salto a las portadas. Uno es la ambigüedad global del mensaje de Stern, que combina de forma seguramente estudiada los análisis más posibilistas –de los que se puede concluir que sí, que en efecto la NBA está a punto de llegar- con los razonamientos que parece claro que lo descartan, o cuanto menos lo dejan para tantos años más adelante que es como si quedara descartado. Otro denominador común es que si no es Stern es el director de la Euroliga, Jordi Bertomeu, quien se encarga de sacar el tema a colación, advirtiendo del peligro que ello supone para nuestro baloncesto autóctono. Y uno más: cuando el tema está sobre la mesa no son pocos los analistas y columnistas -e incluso parte de la opinión pública- que no ponen en cuestión ese desembarco sino simplemente su timing. Y es ciertamente curioso que sea así por cuanto éste no se ha producido en los ya casi 20 años durante los cuales a muchos les parece que es inminente.

Por desembarco de la NBA en Europa se debe entender la implantación de la Liga en este continente, no cualquier acción de promoción e incluso de negocio como las que sí llevamos muchos años acogiendo -desde los viejos Open McDonald’s hasta las breves giras de sus equipos en plena pretemporada- y de las que la NBA debe sacar un buen rédito o, como mínimo, como suele decirse, “no restan”. Desembarco de la NBA en Europa sería aquello con lo que muchos han especulado en tantas ocasiones: que equipos europeos -¿entre los grandes ya existentes, otros creados ex profeso?- se incorporen como uno más a la competición oficial, en una nueva y específica conferencia o repartidos en las ya existentes.

La primera vez que oí hablar de algo así fue alrededor de 1988. En aquella época -no recuerdo si a instancias de la NBA o del FC Barcelona- el club azulgrana envió a un representante a Nueva York para conocer en primera persona qué se podía esperar de lo que no dejaba de ser un proyecto en vías de estudio, nada realmente palpable, pero que con los años siguió en pie. Mucho tiempo después, no hace tanto, también el Real Madrid flirteó con esa supuesta apertura de la NBA a equipos de otro continente. Pero es obvio que desde entonces, en estos más de veinte años, se ha debatido mucho sobre ello pero –en el sentido revolucionario que se le ha querido dar a ese desembarco- no se ha concretado nada. Ni se le ha dado carpetazo, al menos oficialmente.

Lo último que ha anunciado Stern ha sido que en los próximos años se jugará en Londres algún partido de la regular Seaton y que en un futuro -sin concretar fecha- habrá una División Europea de la NBA. Mientras el más reciente análisis nos lo ha ofrecido -una vez más, de forma brillante, con datos y documentación- Miguel Angel Paniagua. Yo, por mi parte, ya esbocé meses atrás mi particular punto de vista, siempre intentándolo dar en base a hechos, no en declaraciones de intenciones más o menos interesadas y/o medidamente ambiguas.

Por ahora, pues, el hecho real sigue siendo que la NBA no ha desembarcado en Europa en los términos en que hemos definido ese desembarco. Lo que además de una evidencia puede ser incluso una circunstancia sorprendente si se tiene en cuenta que probablemente ha tenido más de una buena oportunidad para intentarlo, sobre todo en los mejores momentos del baloncesto europeo de clubes –en lo deportivo, en lo mediático y por tanto presumiblemente también en lo económico-, que podríamos datar, año arriba año abajo, alrededor de la pasada década de los 90. En la actualidad -como hemos apuntado ya en alguna otra ocasión y evidencian temporada sí temporada también los datos de audiencia televisiva, de captación de patrocinadores, etc.- la crisis de identidad no resuelta por nuestro baloncesto de clubes ha convertido Europa en un terreno mucho menos propicio.

Paniagua -en el artículo anteriormente citado- nos ha explicado de forma pormenorizada ese otro proyecto apadrinado por la NBA que sí parece estar en un estado más avanzado de ejecución: la gestión por parte de un consorcio estadounidense ligado a la NBA de la actual Liga inglesa o, en su defecto, la creación de otra competición. En Inglaterra. Y no con clubes de baloncesto sino con secciones de baloncesto de los clubes de la Premier League.

Del solo planteamiento de un proyecto como éste cabe sacar dos conclusiones importantísimas. La primera: que la NBA tiene finalmente claro que en Europa el deporte profesional –desde todos los ángulos- está inevitablemente supeditado al fútbol. Y la segunda: que si éste es el desembarco de la NBA –en el baloncesto inglés, un baloncesto absolutamente residual por mucho que con los Juegos Olímpicos del 2012 en el horizonte quiera sacar la cabeza-, es un desembarco de Segunda, Tercera o Cuarta División. Sólo estará por ver si es también una renuncia definitiva a un desembarco de Primera. Por supuesto, sigue habiendo quien apuesta por ello. El propio Paniagua deja la puerta conceptualmente más que abierta, aunque, al igual que Stern, no lo fija en el calendario y apunta a más lejos que cerca. Desde luego, comprar la Liga Inglesa o inventarse otra con las secciones del Chelsea, el MU y el Liverpool puede acabar siendo un negocio; pero no parece que pueda ser un negocio a la altura de lo que la NBA podría esperar de un desembarco en toda regla. En el polo opuesto –en el que descarta que se llegue a producir el desembarco-, hay que recordarlo, Antonio Maceiras dio meses atrás sus argumentos.

En este nuevo momento del debate, personalmente añado a mi valoración –ahora sí como especulación de futuro-, tres argumentos, más conceptuales que prosaicos, que me empujan a alinearme con quienes consideran que el desembarco NBA en Europa, tal y como lo hemos definido, no se llegará a producir nunca.

1) En Europa el fútbol está por encima de todo: inversión financiera, de patrocinadores, mediática y hasta política. Es un rival al que la NBA no tiene que hacer frente en Estados Unidos. En Estados Unidos, el baloncesto es uno de los tres grandes deportes profesionales, entre los que, en aras del negocio de cada cual, incluso se llegan a repartir en gran medida el calendario. En Europa esto ni es ni será así. Una División Europea de la NBA tendrá inevitablemente que rivalizar –en audiencia, en captación de patrocinadores, en público…- con las ligas nacionales de fútbol y sobre todo con la Champions League. Más que un reto parece una misión prácticamente imposible.

2) Los grandes protagonistas del baloncesto europeo –y también los no tan grandes- son clubes con una identidad histórica también imposible de superar. Estarán en mejores o peores momentos, pero los grandes clubes europeos –algunos de los cuales, por cierto, secciones de grandes clubes de fútbol- son auténticas Marcas, clon mayúsculas. ¿Se atrevería la NBA a organizar una División Europea sin Real Madrid, Barcelona, Panathinaikos, Olympiacos, Maccabi, CSKA, Olimpia, etc? ¿Se apuntarían todos estos equipos, cuya único objetivo es ser campeones de casi todo, a una competición en la que antes de empezar ya saben que probablemente no van a jugar para ganarla? Mi impresión es que no a la primera pregunta y no a la segunda.

Y 3) A cuentagotas, en uno o dos partidos de exhibición, la NBA puede llenar pabellones, pero incluso sin estrellas de relumbrón puede convertirse en un absoluto fracaso mediático: hace un año, el partido entre Washington Wizards y New Orleans Hornets celebrado en Barcelona registró en Cuatro la paupérrima audiencia de 116.000 telespectadores de media. La NBA se vende como espectáculo, pero la cultura del deporte europeo no es la cultura del espectáculo sino la de la pasión, de la victoria como éxito por encima de todo y de la derrota como fracaso y tragedia, con su consecuente efecto catártico.

Todo esto me parece complicadísimo que lo pueda llegar a ofrecer una organización procedente de una cultura pese a todo muy diferente y con una mentalidad no sólo muy diferente sino en muchos sentidos diametralmente opuesta.

Y siempre hay un último argumento añadido: si después de 60 años de historia la expansión territorial de la NBA sólo ha alcanzado a Toronto, que está como quien dice al lado de casa, ¿cómo puede esperarse una División Europea a miles de kilómetros?

miércoles, 14 de octubre de 2009

¿Realidad o tendencia?

Si en algo han coincidido la inmensa mayoría de columnistas y analistas en los últimos días al valorar el arranque de la ACB 2009-10 ha sido en pronosticar una Liga desigualada, con dos equipos muy por encima del resto, con titulares del estilo Cosa de dos, Una Liga bipolar, etc. Prever algo así en una comptición de 34 jornadas primeros y unos playoff después puede resultar quizás excesivamente aventurado, arriesgado en el pronóstico, pero de lo que no cabe duda es de que, sea o no esta Liga ACB 2009-10 una cuestión de sólo dos, ésta es la percepción generalizada que se tiene de ella.

Repito: es ciertamente excesivo aventurar a principios de octubre que dentro de unos ocho meses el título se lo van a acabar disputando Barcelona y Real Madrid. Y desde luego, creo que la Liga no va a ser para estos dos equipos un mero paseo militar.

Pero lo que no se puede esconder es que la tendencia de los últimos años –la cada vez mayor brecha económica y deportiva entre los pocos clubes ricos y el resto- nos lleva a sospechar que no es precisamente improbable que esta tendencia se mantenga hasta el punto de que algún día sí las ligas acaben siendo competiciones con sólo dos o a lo sumo tres únicos candidatos al título. Y no sólo la ACB sino todas las demás competiciones de clubes en Europa.

De hecho, ya hay algunas que son así. Grecia o Turquía, por ejemplo, no han avanzado absolutamente nada en las dos últimas décadas: siguen sin tener más allá de dos o a lo sumo tres equipos de nivel. En Israel están igual que hace 30 años… o incluso peor ahora que el Maccabi ha perdido fuelle económico. En Italia ya hace unos cuantos años que la lucha por el scudetto no es que sea cosa de dos, es que es cosa de sólo uno… Y en el resto de países el paisaje o bien se ha empobrecido también o simplemente no se ha enriquecido, lo que viene a ser poco más o menos lo mismo.

Es evidente que la crisis actual –que ha servido de tantas excusas- ha tenido su parte de efecto negativo en nuestro baloncesto. Pero una cosa son los efectos puntuales –que pueden ser devastadores- y otra una tendencia; y las tendencias no son cosa de dos días…

¿Qué ha ocurrido –y en gran medida qué sigue ocurriendo- en el baloncesto europeo? Como en todas estas grandes cuestiones, no hay uno, dos o tres factores, sino bastantes. Pero dos de los rasgos característicos que han marcado permanentemente la evolución de las dos últimas décadas han sido la cada vez más apabullante supremacía mediática del fútbol y el progresivo abandono del trabajo y aprovechamiento de la cantera propia. Algo como lo primero es imposible de controlar desde dentro mismo del baloncesto; lo segundo, en cambio, ha sido y sigue siendo responsabilidad exclusiva de nuestro sistema de baloncesto de clubes. Y tal y como apunté tiempo atrás –aunque en realidad lo he venido apuntando siempre-, el baloncesto europeo necesita, y con urgencia, recuperar su vocación de cantera porque, como decía antes y escribí también meses atrás, necesita aprovecharla. No hace falta más que echar un vistazo a las actuales plantillas de los clubes europeos para ver que ahora no es ni mucho menos así.

lunes, 5 de octubre de 2009

La rotación como medio, no como fin

El seleccionador turco, el veterano Bogdan Tanjevic, se ha mostrado recientemente crítico con la FIBA y/o FIBA Europa por considerar que su carácter conservador cierra las puertas a la posibilidad de que las selecciones puedan acudir a los grandes campeonatos internacionales –como el reciente Eurobasket- con plantillas de hasta 14 jugadores. Según él, algo así conseguiría repartir el esfuerzo, aumentaría el espectáculo y reduciría el número de lesiones.

Aunque no sabemos si por su iniciativa o por la de otros, el Eurobasket de Polonia estuvo a punto de ser el primero de la historia en jugarse con eso, con plantillas de 14 jugadores: doce en el acta de cada partido, dos obligados descartes por jornada. De hecho, así estaba oficiosamente anunciado hasta que, sólo unos meses antes, FIBA Europa anunció que no iba a ser así. Si con esos 12 + 2 jugadores se lograrían todos los efectos positivos que asegura Tanjevic, no deja de ser una incógnita en base a la cual, lógicamente, no se pueden hacer valoraciones ni sacar conclusiones. Pero sí retomar un debate que de nuevo se abrió –en mayor o menor medida- durante el reciente campeonato en Polonia: el interminable debate de la rotación.

Eso sí: hay que saber diferenciar entre el debate sobre la rotación –que es uno- y el debate sobre la conveniencia o no de un cambio o unos cambios en un momento determinado. Pueden parecer lo mismo, pero no lo son. De modo que por hoy nos vamos a centrar en el de la rotación. Aunque sólo sea para aportar un par de pinceladas.

EL MEDIO O EL FIN. Partiendo de la base –tal y como han repetido cientos de veces la gran mayoría de entrenadores- de que la rotación de jugadores a lo largo de un partido lo que busca es mantener el mayor ritmo de juego e intensidad posibles, el concepto que considero debe quedar por encima de cualquier otra consideración es que ese mayor ritmo de juego e intensidad posibles no pueden ser el fin sino el medio. Personalmente tengo la sensación –y probablemente no sea el único- de que a fuerza de haberse impuesto, han acabado siendo el fin.

Y el fin durante un partido no puede ser otro que ganarlo. Si es con rotación, con rotación; y si es sin rotación, sin rotación. Del mismo modo que –por poner otro ejemplo- si es con defensa en zona, con defensa en zona; y si es sin defensa en zona, sin defensa en zona.

Para ganar, evidentemente, es por lo que los entrenadores quieren imponer el mayor ritmo de juego e intensidad posibles, y para eso aplican la rotación. Lo hacen porque están convencidos de que son factores que poco menos que garantizan la victoria. Pero, ¿la garantizan realmente? La respuesta, por supuesto, es que no; al menos, no siempre.

ROTACIÓN Y BASKET CONTROL. La rotación del banquillo a lo largo de los partidos se empezó a imponer en nuestro baloncesto –en el baloncesto español pero también por extensión en el baloncesto FIBA- aproximadamente a principios de la pasada década de los años 90, quizás un poco antes. Pero su éxito a nivel de resultados –hay que recordarlo- fue dispar. En especial en las competiciones europeas de clubes, en las que en aquellos años triunfaron por encima de los demás no sólo equipos con escasa profundidad de banquillo –o sea, poca rotación- sino, además, con un bajísimo ritmo de juego e intensidad física. No todos los campeones fueron aquel Limoges paradigma de lo uno y de lo otro, pero tampoco podemos olvidar que precisamente en aquella época en la que empezaba a imponerse la filosofía de la rotación el que en realidad en demasiadas ocasiones acabó reinando fue el baloncesto absolutamente opuesto: el que conocimos –y denostamos- como basket control.

Se puede aducir que de aquello hace ya década y media, y que –sin olvidar que de los 30 segundos de posesión hemos bajado a los 24- en la actualidad la condición física de los jugadores se ha multiplicado por mucho. Pero a fin de cuentas es probable que el baloncesto no haya cambiado tanto como para que ahora, como antes, la verdadera diferencia en gran medida la marquen, por encima de los factores físicos, los técnicos y tácticos. Es algo de lo que tenemos muchos ejemplos.

Y volviendo al inicio, a la propuesta de Tanjevic, apuntar sólo una última consideración. Si los propios entrenadores reconocen que una rotación con doce jugadores es complicada –y sus hechos lo confirman, en especial cuando se llega a playoff o finales, en los que ‘recortan’ considerablemente sus manejos-, ¿no lo serían mucho más con catorce?

Espero debate.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Exepcional y extraordinaria

El pasado sábado, en Katowice, apenas finalizada la semifinal contra Grecia, satisfechos y felices por la victoria y por habernos metido en la final, mientras circulaba por uno de los pasillos interiores del pabellón polaco hubo quien me dijo algo así como “todo esto está muy bien pero estamos donde estábamos, si mañana no ganamos será un fracaso”. Yo estaba, como todos, en plena explosión de adrenalina, pero no dudé en la respuesta:

- No, si no ganamos no será un fracaso –dije, más o menos así-, porque los éxitos de este equipo no se miden sólo por victorias, títulos y medallas sino también, y posiblemente sobre todo, por todas esas otras cosas que si habláramos exclusivamente de baloncesto, de juego, denominaríamos intangibles, y que así en general llamamos valores.

Puede que no sea fácil entender, desde determinadas ópticas, que incluso en un baloncesto al más alto nivel profesional y competitivo el resultado final no sea en realidad lo único importante, ni siquiera tal vez lo más importante. Pero es así, y para mí de una forma más que evidente cuando se trata de la Selección. Es lo que traté de explicar semanas atrás, cuando volvimos a comprobar que este equipo es único a la hora de enganchar, gustar e identificar, y también cuando aquí mismo aseguré que el éxito en el Eurobasket estaba garantizado. No me refería a la medalla de oro, que eso no lo garantiza nada ni nadie -… aunque ya lo veis, aquí está también- sino a todo lo demás.

Todos esos llamémosle valores, que en gran medida, aunque sólo en casos verdaderamente ejemplares, llegan a estar por encima del marcador, son a lo mejor menos cuantificables en el plazo corto pero absolutamente indispensables para el crecimiento y desarrollo de nuestro baloncesto.

¿Podemos concretar a cuántos chavales les habrá entrado el gusanillo de nuestro baloncesto viendo a su alrededor a sus mayores vibrar con el final de Eurobasket de España? No, pero seguro que los hay, y que en los próximos años muchos de ellos serán un granito de arena más. ¿Se puede dar alguna cifra de lo que nos reportarán en un futuro más o menos inmediato -a todos- unas audiencias televisivas a la altura de los mejores partidos de fútbol? Difícil ahora mismo, pero que también van a empujar, es indiscutible.

Para que el éxito esté garantizado por encima del resultado se requiere eso: identificación y valores. Dos cualidades aparentemente sencillas de propiciar pero del todo excepcionales en el baloncesto actual. Por eso esta Selección es excepcional, y por eso las medallas la convierten en extraordinaria.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Tres horitas en tren... y otro partidazo

Las escasamente 24 horas que llevamos muchos en Katowice han dado para muchísimo, aunque lo mejor de todo, evidentemente, ha sido la victoria de ayer sobre Francia con un partidazo de esos que ha vuelto a convertir a la Selección en lo que en realidad no había dejado de ser nunca a pesar de su arranque de campeonato: el equipo de mayor referencia del deporte español.
Para llegar hasta aquí muchos optamos por hacerlo en tren. La experiencia del desplazamiento de Varsovia a Łódź fue francamente agradable, y aunque ya nos habían advertido de que éste otro desplazamiento no iba a ser igual, nadie se echó atrás, ni muchísimo menos yo, que soy un verdadero enamorado de los viajes en ferrocarril.

Fueron tres horitas. El tren, desde luego, no tenía nada que ver con el de la pasada semana. Viejo, destartalado y sin el más mínimo servicio, aunque, la verdad sea dicha, nada incómodo. A mí personalmente me recordó a mis años de viajes mochileros, y muy especialmente al que realicé en 1993 en el Transiberiano (de Moscú a Novosibirsk) y en el Transkazajstano (de Novosibirsk a Tashkent) con dos amigos y colegas, Julián Felipo (Mundo Deportivo) y José Carlos Sorribes (ahora ‘retirado’ del baloncesto y especializado en teatro en las páginas de El Periódico). Pero si el viaje me recordó a aquel otro, el paisaje que se veía a través de las ventanillas, no. A medida que nos adentrábamos en la región se percibía que es ésta tierra de minas y carbón: la Alta Silesia, capital ahora –leo en la Wikipedia- de un voivodato. He consultado a mi amigo y durante años compañero Vladimir Stankovic –que es mi amable asesor en todo lo relacionado con el mundo eslavo- y me ha comentado que voivodato, que ahora al parecer es aquí en Polonia una división administrativa al estilo de nuestras provincias, se asimila a lo que antiguamente en otros países era un ducado. En cualquier caso, la ciudad de Katowice no es lo que se dice precisamente un destino turístico. Además, en comparación con Varsovia y Łódź, aquí se habla menos inglés.

Cambiando de tercio, victoria y exhibición de la Selección aparte, lo mejor del jueves fue ver en las gradas del pabellón una más que nutrida nutridísima representación de aficionados españoles; por no faltar, ni siquiera faltó una enorme bandera del R.C.D. Espanyol, hecho sin precedentes que desató la euforia de Juan Antonio Casanova, el veterano periodista de La Vanguardia, ‘periquito’ confeso. Si no nos señaló la bandera a todos diez veces, no nos la señaló ninguna. Sólo faltó que al salir del pabellón se cruzara con otro ‘periquito’…

Pero banderas al margen ese medio millar de aficionados españoles pusieron su colorido y buen seguro que empujaron su poquito al equipo. Entre quienes estaban en las gradas de Katowice vimos asimismo a Marta Fernández, la hermana de Rudy, que vive a unos 40 kilómetros de aquí, en Cracovia, la sede del Wisla, una de las ciudades más bonitas del país.

En fin: que mientras estaba acabando estas líneas, Grecia ha superado a Turquía en la prórroga. Así que mañana toca semifinal contra Spanoulis y compañía. Otro partidazo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La presión del ridículo

Como os podéis imaginar, en las últimas horas aquí en Łódź de lo que se ha hablado en las tertulias, incluso esta mañana durante el desayuno, es el final del partido de ayer entre Francia y Grecia. “Esperpéntico”, “surrealista”… de todo eso y mucho más se ha calificado esos minutos en los que ni franceses ni griegos querían ganar el partido porque el que ganara iba a tener muchísimas posibilidades de cruzarse con España en los cuartos de final. En el bar del hotel en el que se hallan alojadas todas las selecciones estaban siguiendo el partido los serbios –técnicos, periodistas, algún directivo…-, quienes cuando De Colo anotó la canasta que deshacía el empate y daba el triunfo a Francia se partieron de risa y un tuvieron inconveniente de llamar “tonto” al nuevo jugador del Pamesa, bromeando sobre si no se había enterado de la jugada o no se lo habían dicho.

Recuerdo que hace unos años un entrenador de ACB me explicó su personal experiencia en un partido que su equipo –tras unos días de deliberaciones en las altas instancias del club- salió a perder. “Es infinitamente más difícil y complicado jugar a perder que a ganar –me dijo-, porque además el público se da cuenta, lo sabe, y tú sientes que estás haciendo un ridículo impresionante”.

(Eran en la ACB aquellos años en los que el sistema de competición, que se cambiaba casi cada doce meses, incluía el denominado Factor de Corrección que modificaba la clasificación final porque en la liga regular no se enfrentaban todos contra todos. En fin, un verdadero lío. De entonces data también la anécdota, elevada a leyenda, de que el histórico presidente del TDK Manresa, Carles Casas, cuando se le preguntó sobre cómo veía a su equipo, respondió: “Nosotros seguiremos jugando y al final ya nos dirá Portela cómo hemos quedado”. Cierta o no, que nunca se sabe, la anécdota ha quedado marcada para siempre en la historia de la Liga ACB)

A De Colo le debió pasar algo parecido a lo que me comentó aquel entrenador: no debió soportar la presión de estar haciendo el ridículo, y la metió. Desde luego, si al final Francia se cruza con España en cuartos, lo más probable es que de una forma o de otra acusen esta jugada.

(Por cierto: el equipo del entrenador que me explicó su experiencia de jugar a perder, perdió aquel partido. Lo pasaron fatal, pero al menos consiguieron su propósito, como ayer Grecia)

lunes, 14 de septiembre de 2009

Rickshaws en la Piotrkowska

Ayer por la mañana recibí un SMS:
“La primera expedición de papás salimos hoy para animar. ¿Cómo lo tenemos, tenemos que ganar los dos que quedan?”

Pues mejor que sí, que los ganemos, para no tener que depender de los demás.

Ya por la noche aterrizaron en Łódź los padres de Rudy, Ricky, Felipe y Alex, además del tercero de la saga de los Reyes. Como todos, también ellos confían en que una victoria esta tarde sobre los lituanos marque el punto de inflexión del Eurobasket y la Selección vuelva a apuntar a lo que apuntaba hace apenas un par de semanas.

La primera expedición de papás se he encontrado hoy con un poco más de fresco del que hemos tenido en los últimos días, pero también con sol. No es un sol de playa, no es nuestro sol, pero el sol al fin y al cabo. Y en un país al que habíamos venido convencidos de que no lo íbamos a ver en dos semanas, es desde luego un lujo.

No sólo el sol, por tenue que sea, parece haber animado a las gentes de Łódź. Ayer por la noche todo fueron gritos, cánticos y celebraciones por la victoria de su selección en la final del Europeo de voleibol. Las terrazas de bares y restaurantes estaban a rebosar, las televisiones a tope, y la cerveza corría como el agua del grifo. Al final la explosión popular fue espectacular, aunque no sé a ciencia cierta si el voleibol es aquí un deporte de masas. Lo dudo. Pero cuando se es campeón de algo, ese algo acostumbra a valer mucho más.

El ambiente –ayer y siempre- se concentra en esta ciudad en una sola calle: la Piotrkowska. Es una arteria comercial, con bares, restaurantes y tiendas de todo tipo –sobre todo moda- que debe tener un par de kilómetros de largo. Ahí está, al parecer, todo. O casi todo. Incluidos puestos de rickshaws, esos taxis a pedales que a todos nos suelen transportar a la India. No son los mismos, porque aquí el taxista va detrás y los asientos –por delante- son dobles, como si fueran un sofá de jardín.

Aún no sé de nadie de los nuestros que se haya subido a uno. Pero todo se andará, seguro.
Faltan apenas cuatro horas para el partido. El equipo ha desayunado tarde, tomará un buen tentempié sobre las una del mediodía… y a jugar. ¡Suerte!

jueves, 10 de septiembre de 2009

De Varsovia a Buch


Hoy ha sido día de traslado: de Varsovia a Lodz, unos 125 kilómetros de recorrido. De entre la nutrida representación española formada por el equipo, los directivos, acompañantes, medios de comunicación y algún aficionado, unos lo han hecho por carretera (un par de horas y media) y otros en tren (una hora menos). Pero en cualquier caso todos hemos tenido que aprender a pronunciar el nombre de la ciudad en la que estaremos asentados hasta el próximo miércoles: se escribe Łódź, pero esos acentos y ese signo ortográfico que parece partir en dos la L hacen que se pronuncie algo así como buch. Es una de esas peculiaridades que aprende siempre uno de una lengua extranjera, especialmente de las eslavas.

Con algo más de 600.000 habitantes, Łódź es la segunda ciudad en población de Polonia, cuenta o contaba con la industria textil más importante del país, con productos químicos y artículos metalúrgicos, y llegó a ser famosa su escuela de cine, en la que, entre otros muchos otros cineastas, estudió el famoso Roman Polanski (en la foto estoy junto a la estrella que tiene dedicada en la acera, frente al edificio de la Academia). Al parecer, años atrás se celebraba aquí un importante festival del séptimo arte pero en los últimos tiempos ha perdido cartel. Desde luego, nada más llegar a la ciudad es fácil comprobar que no está pasando precisamente por su mejor momento.

Łódź, por cierto, es desde 1999 una ciudad hermanada con Murcia. No sé por qué, he tratado de averiguarlo pero no lo he conseguido, y a tenor del paisaje que hemos podido ver al entrar en la ciudad, desde luego no parece que sea por las huertas que hay por aquí…

En fin, que el día ha sido ya ciertamente relajado, han vuelto a surgir las bromas, los chistes. El optimismo y la confianza. Se les nota hasta a los jugadores, que han llegado de magnífico buen humor, representado por Juan Carlos Navarro y Jorge Garbajosa (ver la foto) cuando desde el balcón interior de la primera planta del hotel han estado metiéndose con Felipe mientras éste atendía a los periodistas sentado en un sillón en la planta baja. No sé exactamente qué le decían, debía ser en alguna de sus claves, pero desde luego se lo estaban pasando –y nunca mejor dicho, tratándose de Juan Carlos- bomba.

Buena señal, sin duda.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El justo punto de picante


Acabo de llegar al Towar Hall, falta una hora para el salo inicial del trascendental partido contra Eslovenia y ya han salido a hacer unos tiros Rudy, Felipe, Víctor, Alex y Sergio. Sus caras nos han hecho llegar a los españoles que ya estamos aquí indicios de que la concentración es máxima. Hemos sufrido mucho en los dos días anteriores, y nadie descarta sufrir hoy también, pero nadie entre nosotros contempla otra posibilidad que no sea la de estar mañana a esta misma hora en Lodz para encarar la segunda fase de este Eurobasket con la misma ambición con que llegamos a Varsovia.

El que no está muy concentrado en esto es el taxista que nos ha traído hasta aquí a mí y a mi amigo y ex compañero en Mundo Deportivo Jesús Pérez. Cuando nos ha dejado frente al pabellón nos ha preguntado:
- ¿Y qué fiesta hay aquí?
- El campeonato de Europa de baloncesto –le hemos respondido.
- Ah –ha sido todo su comentario.

El Towar Hall, por cierto, es en realidad una pista de hielo, acondicionada para la ocasión. A apenas 50 metros se está construyendo un nuevo estado de fútbol, para un Mundial o una Eurocopa que se ve que se va a jugar aquí un año de estos… Yo de fútbol sé menos que el taxista de la agenda deportiva de su ciudad.

Y hablando de taxis, son de lo más caro de Varsovia, al menos en proporción a los restaurantes. Una comida o una cena normalita, sin pretensiones pero suficiente, no supera los 15 o 20 euros de media. De entre los platos propios de la gastronomía polaca me quedo personalmente con sus sopas: una de remolacha y tomate y otra con una especie de albóndigas que están sabrosísimas), las dos con el justo punto de picante.

Un día de estos os doy la receta.

Y ahora sí, ¡a por ellos! Son ya las seis menos cinco…

martes, 8 de septiembre de 2009

Sol polaco y aceite de oliva español

Pues el lunes acabó mucho más gris de lo que empezó, pero en cambio este martes –en contraste con la resaca de la decepción por la derrota- ha amanecido más que soleado y casi primaveral. Son las cosas de este clima tan continental que, en efecto, no es el nuestro, pero de vez en cuando también da alguna alegría. Y ver el sol en Varsovia, por lo que nos han apuntado algunos españoles afincados aquí, más que una alegría es un alegrón.

Pero con o sin sol, una de las características más llamativas de las calles en la capital polaca es que, a pesar de no sufrir un tráfico excesivo, la mayoría de coches circulan a una velocidad un pelín más allá de la recomendable. Probablemente lo facilita el hecho de que el transporte público por excelencia –como en muchos países centroeuropeos- es el tranvía, del que ya se sabe por dónde va y por dónde no va a ir. Eso facilita las cosas, claro, y las maniobras.

No es problema para los equipos, por supuesto, que sólo hacen dos veces al día el mismo trayecto (del hotel al pabellón y viceversa) pero no deja de ser chocante para quienes se mueves un poco más. Como Jose Calderón. El base extremeño, que no puede pisar la cancha pero está a pie de ella como comentarista de laSexta, ha alquilado una pista en la que cada día se ejercita en solitario, bajo la atenta mirada de su preparador físico personal. Se trata de ir recuperando poco a poco el ritmo porque Jose empezará la próxima temporada con los Raptors después de casi cinco meses sin competición.

Por cierto, que tanto Calderón como los equipos como todos los demás transeúntes de Varsovia pueden ver estos días en paneles publicitarios el reclamo de una campaña de promoción del aceite de oliva español por toda Polonia. Esta mañana de martes, mientras Scariolo y sus hombres se han trasladado al Towar Hall para desentumecer músculos, la Embajada española era escenario de una presentación de la campaña por todo lo alto. Ojalá calen nuestros aceiteros, aunque a decir verdad hay que reconocer que las vinagretas con las que acostumbran a servir aquí muchas ensaladas son francamente sabrosas. Con una pizca de mostaza.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Inglés de calle y zlotys


Pues ya estamos en Varsovia, ya estamos a horas del salto inicial del primer partido de este Eurobasket en el que tantas ilusiones y ambiciones hemos depositado todos. Y ya están algunos lo que dicen “destemplados”, porque la capital polaca nos ha recibido a todos con temperaturas que nada tienen que ver con las canículas por las que se ha paseado en las últimas semanas la Eñemanía: fresquito, cielo gris y hasta alguna gota.

Hacía exactamente 16 años que no pisaba Varsovia, y aunque la verdad es que poco recuerdo de aquella última visita porque fue de paso hacia Moscú, al aterrizar ayer sábado tuve la impresión de que podía estar en Varsovia o en cualquier otra ciudad europea, o hasta española. Antes, cuando pisabas otro país lo notabas enseguida: hasta el olor era otro. Ahora, en cambio, muchas ciudades parecen las mismas. Y si antes te recibía un idioma que no era el tuyo, ahora lo primero que oyes –en un policía, en el organizador de los taxis o el camarero del bar- es el casi idéntico inglés mal hablado pero chapurreado gracias a los cursillos de la calle.

Pero al menos en Polonia se recupera aquella vieja tradición de llegar y tener que cambiar moneda, calcular a cuánto te va a salir el cambio y empezar a barruntar qué va a ser caro y qué barato. Los polacos ingresaron en la Unión Europea hace ya cinco años, pero no han adoptado el euro: mantienen los viejos zlotys, divisa que estos días estamos cambiando aproximadamente a 1 euro por 4 zlotys, que etimológicamente significa dorado y (según acabo de consultar en la Wikipedia…) hace referencia a las antiguas monedas de oro, que con esta palabra se conocían. Los billetes, por cierto, son sustancialmente más pequeños que los de euro, tanto a lo ancho como a lo alto). En uno de ellos aparece uno de los polacos más ilustres, el astrónomo Nicolás Copérnico, aunque si nos preguntan a un periodista qué polaco nos viene primero a la cabeza, lo más probable es que respondamos que Ryszard Kapuscinski, uno de los grandes reporteros de las últimas décadas. Personalmente recomiendo la lectura de dos de sus obras: Sha y El emperador.

En fin, que entre la visita del embajador, el último entrenamiento del equipo y el tiempo necesario para situarse en la ciudad, se nos ha pasado el día. Lo más complicado, al final, ha sido bajar por la noche al hall del hotel para salir a cenar algo cerca. A eso de las nueve de la noche han aparecido al menos un par de centenares de soldados del ejército israelí, al parecer para participar mañana lunes en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto judío, y han literalmente colapsado los ascensores. Nos ha bloqueado a muchos, pero no tanto como a tres turistas españoles con los que hemos coincidido en un restaurante cercano al hotel, que al oírnos hablar del Eurobasket nos han preguntado contra quién y a qué hora jugaba mañana España. “A las nueve”, les hemos respondido. “¿De la mañana o de la noche?”, nos han vuelto a preguntar.
Nos han visto entonces las caras de estupor, se han puesto a reír y se han excusado: “Es que no somos entendidas en baloncesto”.

Es lo que tiene esta Selección: engancha hasta a los más profanos.Daremos un vistazo a las gradas del Towar Hall a ver si esos tres compatriotas –dos chicas y un chico- han tenido la suerte de encontrar alguna entrada a la venta y pueden empezar a dejar de ser tan poco entendidos…

lunes, 24 de agosto de 2009

De nuevo garantizado

Cada día un poco más cerca del Eurobasket de Polonia y tras las últimas victorias de nuestra Selección en sus partidos de preparación, parece que lo más importante es ahora, por un lado, destacar la ausencia de algunos jugadores de calidad en algunas selecciones, y por otro achacar los claros marcadores favorables a España básicamente a que los rivales carecen de actitud o están de turismo.

Recuerdo que hace muchos años, cuando lo que ahora estamos viviendo nosotros gracias a una de las mejores selecciones del mundo y de la historia lo vivían los entonces yugoslavos, a ellos les reconocíamos todos los méritos: tenían un auténtico equipazo, con grandísimos jugadores aunque pudieran contar con alguna que otra baja, y de ahí su superioridad sobre prácticamente todos sus rivales, en amistosos o partidos oficiales. No sólo no se nos ocurría achacar sus triunfos a una actitud turística del resto de selecciones sino que admirábamos la suya propia: sólo a veces –inevitablemente- relajada, casi siempre decidida a machacar a quien tuvieran delante.
Eran ganadores –decíamos-, mentalidad de campeones. Les teníamos incluso cierta envidia, e incluso a alguno le preguntábamos –medio en serio, medio en broma- si no les aburría ganar casi siempre. Su respuesta era absolutamente unánime: no.

Pero ahora que los grandes favoritos, en muchas ocasiones los mejores y para muchísimos rivales casi insuperables somos nosotros, esto parece no tener gracia.

Pues la tiene. Es magnífico acudir a todos los campeonatos a luchar por el oro, y aún lo es más conseguirlo a veces. Así lo reflejan cada año los medios de comunicación sin excepción y así lo reflejan también cada año los registros de audiencia televisiva, invariablemente los más elevados de cada temporada, y con muchísima diferencia.

Aunque algunos jugadores no estén. Casi en cada Eurobasket, cada dos años, hay que lamentar la baja de alguna estrella. Y cada Eurobasket, cada dos años, bate records de audiencia en toda Europa. El baloncesto de selecciones cuenta con la total identificación del aficionado –especializado o no-, tanto con los equipos –el propio y los demás- como con el sistema de competición. Por eso por encima de lo que se pueda decir ahora a priori, el campeonato que nos espera dentro de poco en Polonia ofrecerá la máxima expectación y el mayor nivel de incidencia mediática. Y como la verdadera medida del éxito la dan los aficionados y los telespectadores, el del Eurobasket 2009 está de nuevo garantizado.

viernes, 14 de agosto de 2009

Engancha, gusta, identifica y une

Tras las habituales dos semanas de entrenamientos en San Fernando, la Selección empieza este viernes en Las Palmas de Gran Canaria la que es ya su recta final de preparación para el Eurobasket, y lo hace tal y como se presentó el pasado día 30 en Madrid: levantando las máximas expectativas.

No son sólo expectativas deportivas, aunque desde que se juntaron todos se ha escuchado en numerosas ocasiones la palabra oro. Quienes no están habituados a la naturalidad con que lo dicen nuestros jugadores se habrán llevado las manos a la cabeza, pero lo cierto es que no hay nada más sano que decir lo que uno siente. Sano e ilusionante. Porque también en estas horas previas a su reaparición (un año después de la final olímpica) estamos comprobando el tremendo tirón de la Selección entre los medios de comunicación y los aficionados. Todos sabemos que, una vez más, los records de audiencia del año en TV están a punto de llegar.

Porque esta Selección no sólo gana medallas y es una de las mejores del mundo, que ya es muchísimo; sobre todo, es una impagable embajadora del baloncesto, de su magia en la cancha y de sus valores más allá de la pista. Engancha, gusta, apasiona, identifica, une. Y lo hace de la única manera en que se puede construir algo así: con la mayor de las naturalidades.
Sólo hay dos formas de afrontar los desafíos deportivos. Como un grande: anunciando públicamente el objetivo de lograr lo máximo –el oro- y comprometiéndose a luchar por ello. O como los que no lo son: con el principal interés de que sobre todo quede claro que es posible no conseguirlo.

La ventaja de nuestra Selección es que es tan grande que nunca decepciona. Porque sus ilusiones son las de todos.

lunes, 27 de julio de 2009

Dudas y transgresiones

Por la puntual información que Miguel Panadés nos está haciendo llegar desde San Sebastián, pero sobre todo por la pasión con que lo hace, es fácil adivinar que esas vacaciones y baloncesto en que se han convertido el Curso Superior y el Master de Especialización están siendo eso, verdaderamente apasionantes.

Es cierto que no se puede encontrar en el mundo de nuestro deporte una tertulia más apasionada y más inacabable que una tertulia de entrenadores. Eso que nos cuenta Miguel -un debate inverosímil para cualquier otro ser humano hasta las cuatro de la madrugada o una conversación más filosófica que otra cosa a la puerta de un ascensor que se abre y se cierra cien veces antes de llevarnos a la habitación- es el impagable plus que ofrecen citas como las de este curso.

Sea en un curso o en cualquier otra ocasión, a lo largo de mi carrera en nuestro mundo del baloncesto he tenido la oportunidad de participar en muchas de estas tertulias / debates, y en ninguna de ellas me he aburrido. Al contrario: nunca llega el momento de darlas por zanjadas aunque al final se esté ya dando vueltas sobre lo mismo y los ojos cayéndose de puro sueño.
Pero lo que sí echo en falta casi siempre es la duda, el cuestionamiento, incluso la trasgresión. Es algo hasta cierto punto comprensible, porque son los mismos entrenadores los que han ido tejiendo sobre sí mismos esa tela de conservadurismo, de cautela y a veces de cierta desconfianza que se deriva inevitablemente de ver las cosas desde el prisma más laboral que profesional y concluir que el resultado es no sé si lo más importante pero sí lo que más les interesa; quizás porque creen que es lo único que interesa a los demás.

No se les puede hacer muchos reproches en este sentido, porque las cosas son así y también porque el de nuestros entrenadores no es el único colectivo ni la única profesión a la que le cuesta dudar, cuestionarse y transgredir. Sin ir más lejos, una de esas tertulias de entrenadores debatiendo de baloncesto se parece mucho a una de periodistas discutiendo de periodismo.
Pero una cosa es no poder reprochar en exceso –ni a unos ni a otros- y otra muy diferente es no darse cuenta de que sin dudas, sin cuestionamientos ni transgresiones es muy difícil avanzar y crecer.

Ojalá en mi próxima tertulia con entrenadores se cuele algún revolucionario.

jueves, 23 de julio de 2009

El testamento de Michel

Supongo que como a muchos a mí también me ha pillado por sorpresa la noticia del fallecimiento de Michel Casamitjana, una de esas personas a las que conoces a lo largo de tantos años en el mundillo de nuestro deporte y del que te queda para siempre un recuerdo excelente aunque pasen años hasta que no los vuelves a ver.

Yo le conocí hace muchísimos, a través de su primo hermano José Antonio Arizaga, cuando una noche más que lluviosa en Orthez, después de un partido de la entonces Liga Europea, nos llevó a mí y a mi compañero Miguel Angel Forniés a cenar con el presidente del club francés, Pierre Seillant, un histórico del baloncesto europeo. (Miguel Angel, por cierto, ya tenía una vieja relación con Seillant, la verdad es que le conocían en media Europa)

Después, con el tiempo, a Michel lo solíamos encontrar de improviso en un Eurobasket, en una Final Four o en alguna otra cita, y era ya cuando abría su carpeta y te empezaba a reexplicar el partido que habías vista a base de números e interpretación de las estadísticas oficiales. Siempre buscando la interpretación perfecta, exacta, irrebatible. Una tarea poco menos que quimérica pero a la que se entregó a cara descubierta, sin darse nunca por vencido.

Mi última relación con Michel fue indirecta. Hace unos años, cuando nos lanzamos a la aventura de editar una biblioteca de libros sobre baloncesto, mi compañero Julián Felipo mantuvo con él un intenso intercambio de datos e ideas que incorporó a su trabajo Fórmulas para ganar. Ayer, cuando le envié un sms para comunicarle el fallecimiento de Michel, me explicó que hace apenas unos meses había recibido un dossier que el propio Casamitjana calificaba como su testamento; su testamento estadístico, claro. Algún día nos lo dará a conocer, por supuesto.

El que a mí me dejó no era ni de números ni de datos ni de baloncesto. A Michel Casamitjana le recordaré siempre porque la noche en que le conocí, hablando de todo un poco, me dijo: “Dentro de veinte años no será millonario quien tenga mucho dinero sino quien disponga de mucho tiempo”. Se lo recordé en 1999, en un autocar de la organización del Eurobasket, camino del Ominsports de Bercy.
Hasta siempre, amigo.

lunes, 13 de julio de 2009

Un día en el Valhala


QUEREMOS 100 (VIII)

Muchas veces me han preguntado cuál ha sido el mejor partido que he visto en directo. He visto muchísimos, por supuesto, pero siempre he tenido clara la respuesta. Los dos mejores partidos que he visto en directo fueron: uno, con 10.000 espectadores en las gradas en Atenas (la final del Eurobasket de 1987); otro, sin más público que la redacción de Nuevo Basket. Os voy a explicar éste.

Hace años, la FIBA convocaba de vez en cuando una Selección Europea. Reunía a un grupo de los mejores jugadores del momento, habitualmente para participar en partidos de homenaje a un jugador que se retiraba. Una de aquellas convocatorias se produjo en 1982, recién acabada la temporada tras la celebración del Mundobasket en Colombia.

Como seleccionador, la FIBA nombró a Antonio Díaz Miguel, y como ayudante, al entonces soviético Alexander Gomelski; el Zorro Plateado le llamábamos, por el color de su ya escaso pelo. Antonio, como en aquella época hacía con la selección española antes de cada campeonato, concentró al equipo a 20 kilómetros de Barcelona, en Castelldefels, en el hotel Playafels, que tenía una pista de medidas reglamentarias a pie de playa. Allí pasamos durante muchos años innumerables horas con nuestra selección, presenciando todos sus entrenamientos, codeándonos con los jugadores, compartiendo chapuzones y jugando -al acabar los entrenamientos de Antonio, que ejercía siempre de perfecto anfitrión- partidillos inolvidables.

Y allí nos fuimos un día también esta vez, para vivir en directo una jornada nada menos que con los mejores jugadores de Europa, sin la tensión previa a un gran campeonato sino en un ambiente prácticamente de vacaciones. Había que llenar unas cuantas páginas de la revista de la siguiente semana…

Por la mañana, Antonio dirigió un entrenamiento suavecito, sin grandes pretensiones, simplemente para mantener la forma. Después pasamos todos un buen rato en la playa, riéndonos de Gomelski, al que se le iban los ojos detrás de jovencitas en top less. Y una vez duchados, a la mesa.

Antonio, siempre que nos encontrábamos todos en el Playafels, encargaba una paella. Aquel día se nos unieron Aíto y Manel Comas, quienes habían aparecido también por allí. La sobremesa, también como siempre, fue eterna, pero nos pasó volando, debatiendo, discutiendo, criticando, lanzando ideas, soñando proyectos... Era la época en la que el baloncesto español empezaba a replantearse sus estructuras, su futuro, una época en la que todos (bueno, todos menos Díaz Miguel) anhelábamos una Liga como en aquel entonces tenían ya en Italia: con dos americanos por equipo y playoff...

Y llegó la hora del entrenamiento de la tarde, una vez los jugadores habían cumplimentado su ratito de siesta. Fue entonces cuando nos sentimos en el paraíso.

Antonio se limitó a organizar dos equipos con los diez jugadores que tenía disponibles. Por un lado jugaron Corbalán, Epi, Dalipagic, De la Cruz y Jerkov; por otro, Marzorati, Berkovitz, Mishkyn, Kropilak y Tkachenko. Podía haber habido alguno más, pero eran la creme de la creme del baloncesto europeo de aquel momento. Gomelski lanzó el balón al aire y... ¡fue maravilloso! El partidillo debió durar una media hora, pero fue algo inenarrable: todo imaginación, creatividad, riesgo, pases de orfebrería, mates artísticos, tiros sin miedo a fallar, escasa predisposición a destruir, rienda suelta al talento. Y nosotros, sentados en los banquillos, con la boca abierta. Fue una media hora de museo, de película, de todo lo que ustedes quieran, y más.

Cuando acabó casi nos tuvieron que despertar. Habíamos asistido a un espectáculo que difícilmente íbamos a poder presenciar nunca más en nuestras vidas, el mejor ejemplo posible de creatividad, clase, técnica, recursos y belleza plástica de este bendito juego llamado baloncesto.

DE AQUELLOS DIEZ SUPERCRACKS, el yugoslavo Jerkov (quien años después jugó en el Scavolini) era el más serio, el menos dicharachero. Su compatriota Drazen Dalipagic, uno de los mejores tiradores de la historia del baloncesto continental, acababa de fichar por el Real Madrid, pero sólo para jugar la Copa de Europa. En aquellos años, en la Liga se podía alinear un solo extranjero por equipo, y en la plantilla madridista ocupaba esa plaza el base-escolta bosnio Mirza Delibasic, probablemente el mejor jugador que he visto en directo: excelente pasador, mortífero tirador, una técnica individual exquisita. En aquellos días en Castelldefels, Dalipagic estaba interesado también en seguir el Mundial de fútbol, que se estaba jugando precisamente en España. Por la tarde estuvimos un rato viendo por televisión un Perú-Camerún, hasta que Dalipagic se hartó. “Yo lo haría mejor”, dijo, y se fue. Lógico: el gran Drazen era de los que reconocía que aunque sabía que había que defender, a él lo que le gustaba era atacar. Y tirar. Y meterlas, claro, porque las metía. En algunos partidos parecía infalible.

Corbalán, Epi y De la Cruz ejercían de anfitriones, se desvelaban por que el resto de seleccionados tuvieran en nuestro país un buen trato y se fueran contentos. Y lo conseguían.
Marzorati era la técnica personificada; el ruso Mishkyn era el que tenía más talento innato: era un alero de 2.07 (algo poco común en aquella época) de movimientos felinos, un dominio del balón extraordinario. Habría podido destacar en la NBA, pero tenía un defecto: era un poco vago. “No me gustan las tácticas ni los sistemas, los entrenamientos son aburridos, yo sólo disfruto jugando”, me aseguró cuando, antes de irnos, le hice una entrevista. Era un jugador genial. Le encantaba Elton John y, como la mayoría de jugadores internacionales soviéticos de la época, jugaba en el TsSKA (así se escribía entonces el equipo del ejército) y era militar de teórica profesión: “Soy capitán, pero hace años que no piso un cuartel”, nos dijo.

Otro genio era el israelí Micky Berkovitz, un alero de muchísima clase, también excelente tirador, pero sobre todo un maestro en culminar contraataques con bandejas de oro. Otro de los jugadores que me encantaba ver jugar. Que yo recuerde, fue uno de los primeros europeos que se apuntó a un training camp de la NBA. Fue en 1979, invitado por el entonces entrenador de los Atlanta Hawks Hubie Brown. Berkovitz llegó a firmar un contrato con los Hawks (también pretendían ficharle los New Jersey Nets), pero el Maccabi, con el que estaba comprometido, le amenazó con una denuncia en los tribunales si se quedaba en Estados Unidos. Aquel mismo verano en que le vimos en Castelldefels recibió una oferta para enrolarse en las filas de la prestigiosa universidad de UCLA, pero entonces fue él mismo quien prefirió seguir en el Maccabi.

El checo Kropilak era también muy bueno, un pívot de 2.12 capaz de cruzar la pista botando como un base.

Y estaba Vladimir Tkachenko, el gran gigante de la época. Un tipo retraído, poco parlanchín (porque sólo hablaba ruso) pero muy simpático y dispuesto a agradar a todo el mundo, y con cara de no haber roto nunca un plato.

Mención especial para Gomelski, el eterno seleccionador de la Unión Soviética, que era uno de los personajes de aquellos años más enamorados de nuestro país. Le gustaba vivir bien, y cuando estaba aquí vivía muy bien. Era, junto a Díaz Miguel, uno de los grandes protagonistas del basket europeo. También le hicimos una entrevista, en la que nos soltó esta frase: “El basket es el basket: lo más grande que existe”.

Joan Cerdà, que es –o al menos lo era hace tantos años- un lector compulsivo de literatura mitológica, tituló el reportaje que después escribimos entre todos Un día en el Valhala. Según nos explicó él mismo, el Valhala es, en la mitología nórdica, el palacio en el que el dios Odín se reunía con sus héroes para celebrar grandes festines (o algo así, que yo de mitología estoy más que pez..) Nuestro festín aquel día en Castelldefels -paella aparte- fue del mejor y más despreocupado baloncesto posible, un excepcional paréntesis entre tantos partidos de veradera y dura competición. En fin, un día del todo inolvidable.

Por cierto: aquella Selección Europea jugó dos partidos de celebración del 50 aniversario de la fundación de la FIBA, contra una selección de los mejores jugadores universitarios del momento de Estados Unidos, entre ellos un tal Magic Johnson. Europa ganó los dos partidos: el primero, en Ginebra, por 111-92; el segundo, en Budapest, por 103-88.


LA FOTO CORRESPONDE A AQUEL DÍA, LA SACÓ PINOTTI. AHÍ ESTOY CON TCKACHENKO Y MIGUEL ANGEL FORNIÉS. LA IMAGEN ERA MÁS APAISADA, AL OTRO LADO DE TCKACHENKO ESTABA JOAN CERDA, PERO AL VERTICALIZARLA -NO RECUERDO POR QUÉ- NOS LO COMIMOS A ÉL...

miércoles, 1 de julio de 2009

Canteras

La reciente elección de tres de nuestros jugadores en el draft de la NBA -y en especial el complicado proceso en que ha derivado la aparición de Ricky Rubio en el puesto número 5- ha reavivado cierto debate sobre la correlación de fuerzas del baloncesto mundial respecto al profesional estadounidense en un mundo –el del baloncesto europeo- que si por algo se ha caracterizado en los últimos años desde Europa ha sido por abanderar el movimiento de apertura de fronteras, y aplicarlo de forma indiscutible. El debate -si es que realmente lo hay, que ojalá- lo han resumido entrenadores de alto nivel como Aíto y Messina en el concepto “Europa no puede ser la cantera de la NBA”.

Antes que nada, repasemos algunos datos:
En el reciente draft aparecieron elegidos 13 jugadores procedentes de equipos europeos. De ellos, dos jóvenes estadounidenses (Brandon Jennings y Patrick Beverley) que han jugado en Europa por diversos motivos; otros tres –europeos de pura cepa- procedentes no de su país de origen sino en otro baloncestística y económicamente más potente: el sueco Jerebco en Italia, el holandés Norel en España y el esloveno Preldzic en Turquía; y un joven africano captado como promesa: el congoleño Eyenga, como Norel, en Badalona.

Al margen de si estos u otros acaban finalmente algún día en la NBA, es evidente que la nómina de extranjeros en la competición de referencia mundial va aumentando año a año, pero aunque la sensación sea otra, lo cierto es que lo hace de forma relativamente controlada: de los 438 jugadores que han jugado esta última temporada en la NBA, sólo eran extranjeros 75, un porcentaje que apenas sobrepasa el 17%, muy lejos de lo que ocurre en las competiciones europeas, en algunas de las cuales ese porcentaje roza, o sobrepasa –y desde hace ya bastantes años- el 50%.

Las cosas no parecen pues tan simples, de modo que ese “Europa no puede ser la cantera de la NBA”, más que un concepto limitado al mundo de nuestro deporte en realidad parece tener un alcance filosófico o socioeconómico, pero en cualquier caso chocante con la realidad, la actual, la pasada y probablemente la futura: el pez grande se come al chico. Lo que traducido al baloncesto significa que los países más potentes se llevan a los mejores jugadores de los países o continentes menos potentes, que los clubes más potentes se llevan a los jugadores de los clubes menos potentes o que los clubes menos potentes se nutren de jugadores de clubes aun menos potentes o, ya en última instancia, de colegios.

¿Puede acabar el baloncesto con ello?, ¿puede evitar el baloncesto europeo que la NBA se le lleve jugadores? Por varias razones, parece ciertamente difícil. En cambio, sí parece posible que el baloncesto europeo se dote de mecanismos y estructuras que consigan que el hecho de que la NBA se lleve de aquí jugadores no suponga un perjuicio gravísimo cuando no el colapso. Se requieren, eso sí, mecanismos y estructuras con cierto nivel de proteccionismo, concepto del que el baloncesto europeo ha estado huyendo con contumacia en la última década.

Un mecanismo ya funciona: las cláusulas de rescisión. Con ellas al menos se consigue que del mal, el menos. No evita que los jugadores se vayan –y en bastantes casos, además, lo hacen con un elevado riesgo económico-, pero antes de hacerlo, con una exigua ayuda de las franquicias NBA, pasan por caja. Pero esa compensación económica –ni siquiera la más elevada-, no evita que esos jugadores dejen un hueco muy difícil de llenar. O imposible.

Y así llegamos a lo que verdaderamente sí sería una revolución: la recuperación en Europa de las canteras propias. Formar muchos más jugadores de los que formamos ahora, o darles muchas más oportunidades en nuestro máximo nivel competitivo, seguiría sin poder evitar que los grandes se vayan a la NBA pero al ya efectivo ingreso de las cláusulas añadiría un efecto positivo más: tendríamos muchos más recambios. Y ya se sabe que de la cantidad acaba surgiendo la calidad.

Francamente, creo que sería la mejor solución. Y probablemente también la más rentable.

lunes, 15 de junio de 2009

Campeón de (casi) todo



Hace unos diez años (aunque creía que eran más, eso es lo que pone la página web digamos oficial), apenas un mes antes de que los juniors de oro se proclamaran campeones del mundo en Lisboa, participé como moderador en una mesa redonda organizada por un histórico club de l’Hospitalet, el Tecla Sala, a la que acudieron también grandes nombres como Andrés Jiménez, Joan Creus y Jesús Mayo. Y a mi lado en la mesa, tan espigado como tímido, me colocaron a un jovenzuelo, tan espigado como tímido, que jugaba en el Barça y del que ya me habían hablado pero al que no había visto nunca hasta entonces, ni en la cancha ni fuera de ella. Era Pau Gasol.

El tema del que íbamos a debatir estaba enunciado así: cómo se forma un jugador de baloncesto. Y hablamos bastante de ello, sí, lo hicieron además voces plenamente autorizadas; pero el auditorio lo formaban casi exclusivamente chavales y jovencitas de colegios de la zona, y prácticamente todas las preguntas fueron a parar a Pau, que era evidentemente lo más parecido a ellos que había en aquella mesa.

Del Pau que, sentado a mi lado, fue respondiendo a todas las preguntas –incluida alguna mía para animarle- recuerdo sobre todo dos cosas: que era timidísimo, que cuando hablaba lo hacía con los ojos poco más o menos que mirando al suelo, y que repitió de forma insistente, tozuda, una mis frase: “Yo lo que quiero es jugar en la NBA”.

Y no nos vamos a engañar. En aquel entonces, que un chaval de los nuestros se fuera a la NBA, y para triunfar, era difícil que entrara en nuestros esquemas. La insistencia de Pau aquella tarde nos pareció –al menos a mí- más producto de un sueño de juventud que una proyección real.

Pero ya lo ven: un par de años después reventó el draft, se fue para Memphis, se hizo un hueco entre los mejores del mundo y empezó a labrarse el prestigio que hace ahora aproximadamente un año y medio le llevó a Los Angeles, y de Los Angeles a esta madrugada en Orlando.

Llevamos todos unas cuantas horas viendo imágenes y vídeos de ese anillo recién conquistado por Pau, y a buen seguro que muchos nos retrotraemos a las imágenes que en el transcurso de estos últimos años nos han ido dejando sus grandes éxitos con la Selección, o su espectacular despedida de la Liga ACB, en la que lamentablemente fue un visto y no visto. Pero yo personalmente siempre guardo el recuerdo de aquella tarde en l’Hospitalet, en la que un chaval espigado y tímido expresó un sueño que, con el tiempo y el esfuerzo, se ha hecho del todo realidad.

Pau es hoy ya campeón de casi todo. Ese casi es Eruropa. De modo que nada me gustaría más que verle serlo también este verano en Polonia.
(Por cierto, como podéis ver he encontrado en la web del Tecla Sala una imagen de aquella tarde. Aquí la tenéis)

jueves, 11 de junio de 2009

Una mañana con Oscar

En los años 80 el baloncesto italiano era toda una referencia. Lo fue para los clubs, para los entrenadores, para los jugadores y para los periodistas, especialmente para propugnar el cambio que llegó en 1983. Dos años después, nuestra Liga era ya también una Liga con dos extranjeros por equipo y playoff (las dos principales reivindicaciones importadas del modelo italiano) pero el pallacanestro seguía teniendo un gran caché.

Una tarde decidimos con Miguel Angel Forniés acercarnos hasta el viejo pabellón de Granollers para ver en directo a uno de los mejores equipos italianos del momento, el Indesit de Caserta, que visitaba al Cacaolat en partido de Copa Korac y en el que con Bogdan Tanjevic de entrenador militaban dos jugadores sudamericanos extraordinarios: el brasileño Oscar Schmidt y el uruguayo Horacio Tato López, un escolta todo garra, "buenísimo", como decía siempre Miki. Queríamos hacerles una entrevista conjunta a ambos, porque formaban una de las parejas más explosivas del baloncesto europeo.

Al acabar el partido nos dirigimos a la puerta del vestuario del Indesit, y solicitamos hablar con ellos. Jugadores aparte, del club italiano no conocíamos físicamente más que a Tanjevic, de modo que nos dirigimos a quienes primero nos encontramos allí. La sorpresa fue que se trataba de la madre y la hermana de Tato López, que estaban de viaje turístico por España y habían aprovechado para llegarse hasta Granollers a saludar a su hijo. Entonces se nos acercó el segundo entrenador del equipo y entrenador jefe de la cantera del club, al que no conocíamos. Se llamaba Franco Marcelletti, y él mismo se encargó de pedir a Oscar y Tato que nos atendieran.

Mientras esperábamos a que salieran de la ducha estuvimos un buen rato charlando. Intercambiamos nuestros teléfonos, nos comprometimos a mantenernos en contacto, nosotros a hacerle llegar todos los números de Nuevo Basket, él a enviarnos desde Caserta todos los videos de baloncesto italiano que le pidiéramos.... Así comenzó lo que, con el tiempo, llegó a ser una excelente relación.

Meses después estuve en Caserta, conocí a su familia, y durante muchos años no pasó uno en que o él o yo nos telefoneáramos unas cuantas veces, sobre todo por Navidad –una costumbre que acabamos perdiendo, en gran medida por mi culpa-. Franco también estuvo unas cuantas veces en casa. Una de ellas, de paso hacia una Copa del Rey una temporada que estaba sin equipo; en otra, porque vino a Manresa a ver en acción a un pívot estadounidense que estudiaba fichar (y fichó: Warren Kidd). Ya muchos años después de habernos conocido en Granollers, cuando nació mi primera hija coincidió con uno de sus viajes a Barcelona y vino a casa con un precioso regalo.

Franco es un tipo sensacional, que cuando Tanjevic abandonó Caserta cogió las riendas del equipo de su ciudad y con una plantilla básicamente formada por jugadores de la cantera y dos pívots estadounidense de gran nivel (Charles Shackleford y Tellis Frank) conquistó el scudetto. Era la primera vez que un equipo del sur de Italia se proclamaba campeón. Lo hizo, además, en el quinto partido y en Milán, y con uno de sus jugadores básicos (Vincenzo Esposito) lesionado. Nos telefoneamos apenas unas horas después, él estaba eufórico y yo contentísimo por él, claro.

AÑOS ANTES DE ESE GRAN ÉXITO, en 1986, siendo Franco todavía ayudante de Tanjevic, viajé un par de veces casi consecutivas a Caserta. Una de ellas, con motivo de al final de la Recopa que enfrentó al Barça con el Scavolini, que ganaron los azulgrana con una sensacional actuación de Mark Smith. Se daba el caso de que dos días después, también en Caserta, se iba a jugar el partido de ida de la final de la Copa Korac, a la que habían llegado el equipo de Tanjevic y Franco (¿Indesit en aquella época, Mobilgirgi? No lo recuerdo) y el Bancoroma. De modo que me quedé para ver también ese partido.

Pasé prácticamente todo el día anterior con Franco, él se encargó de abrirme todas las puertas de su equipo. Me llevó a todos los entrenamientos, a conocer la residencia de jóvenes jugadores (en la que estaban Gentile, Esposito, Tufano, Rizzo...) y, sobre todo, me presentó a Oscar Schmidt. Le hice una entrevista para Nuevo Basket, por supuesto, pero lo mejor de todo fue asistir a su final de entrenamiento la mañana anterior al partido.

Cuando el equipo se fue a la ducha, Oscar se quedó en la pista y al poco apareció su mujer, mucho más baja que él, por cierto. Apenas un par de besos, otro par de minutos de respiro... y a tirar. Fui testigo de un entrenamiento intensivo de lanzamientos a canasta, desde todas las posiciones, de una muñeca prodigiosa. Oscar lanzó aquel mediodía unos 300 o 400 tiros -no los conté, pero muchos- sin pausa. Empezó por la línea de tiros libres, siguió desde cuatro o cinco metros, a tablero y directamente al aro; después se colocó por detrás de la línea de 6,25; y al final, cuando parecía que no quedaba ya ningún tiro por tirar, se fue al centro de la pista y desde allí ensayó no menos de 50 lanzamiento más. No por diversión, sino realmente como entrenamiento: pretendía tener la mecánica ensayada por si en algún partido, al filo de la bocina, tenía la necesidad o la oportunidad de realizar un tiro como aquél, que por supuesto también valía ya 3 puntos. Si se daba el caso, no quería que fuera un tiro al tuntún, a ver si sonaba la flauta, sino una verdadera posibilidad de anotar. Nada imposible poque de aquellos 50 metió unos cuantos...

Durante toda aquella sesión de tiros, su esposa era la encargada de recoger el balón después de cada lanzamiento y pasárselo inmediatamente, para que Oscar volviera a lanzar. Está de más decir que los recogía bajo el aro, porque la mayoría de los tiros entraban limpiamente, sin ni siquiera rozar el hierro.
No fue Oscar un cañonero precisamente por casualidad.
-¿Qué te ha parecido? -me preguntó cuando acabó-.
No recuerdo qué le contesté, ni si le contesté. Estaba boquiabierto.

NO ES FÁCIL QUE LA HISTORIA del baloncesto conozca otro anotador de su clase. Por supuesto, también tuvo detractores: quienes se quejaban de su rendimiento defensivo. Pero Oscar fue para todos sus equipos un recurso ofensivo prácticamente imparable para los rivales. Ya en la década de los años 80 se convirtió en uno de los máximos anotadores del baloncesto mundial. En Europa lo empezamos a conocer de cerca cuando en 1981 aterrizó en Caserta y Tanjevic diseñó el juego de ataque de su equipo para su muñeca casi infalible. Pero en Brasil ya era casi un mito, desde que debutó con su selección con sólo 16 años de edad. Además de las toneladas de puntos anotados a lo largo de toda su carrera (32.9 de media por partido sólo en Italia y 42.3 en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988), Oscar fue incluido en el draft de la NBA de 1984 por los New Jesey Nets, desde 1994 ostenta el récord de triples anotados en un partido de la Liga ACB (11) y en 1996 se convirtió en uno de los dos únicos jugadores que ha participado en nada menos que cinco ediciones de los Juegos Olímpicos.

Prácticamente fue el máximo anotador en todos los campeonatos en que participó, y de hecho se le considera de forma más o menos oficial como el máximo anotador de la historia del baloncesto.
Aparte de todo eso, tal vez pocos sepan (y sólo algunos recuerden) que cuando cruzó por primera vez el charco en 1981, con un poco de suerte Oscar se podía haber desviado unos kilómetros y haber aterrizado en Badalona en lugar de en Italia. La primera oferta que tuvo del baloncesto europeo fue del Cotonificio, que buscaba un alero tirador como extranjero (como único extranjero del equipo en aquel entonces). Por intentarlo no quedó. Pero poco después se metió de por medio el entonces Phonola, y las diferencias económicas entre uno y otro club eran abismales. El club de Caserta no era aún un grande (lo empezó a ser precisamente con Oscar) pero el Spaghetti Circuit estaba muy por encima de las posibilidades de una entidad como el Coto. De modo que Oscar se fue a Caserta, y Aíto se tuvo que contentar (aunque tampoco estuvo nada mal) con Brian Jackson.

MUCHOS AÑOS DESPUÉS DE AQUELLA TARDE en Caserta, tras el paso de Oscar por el Fórum, un amigo que nada tiene que ver con el mundo del baloncesto hizo un viaje profesional a Río de Janeiro y una noche, cenando en un restaurante, descubrió que un par de mesas más allá estaba cenando también Oscar. Se le acercó, le pidió un autógrafo y le dijo que era amigo mío. Oscar le trató con su siempre exquisita cordialidad y me envió recuerdos en el dorso de la tarjeta que firmó… aunque no sé si de verdad me recordaba –lo que me habría hecho mucha ilusión- o lo hizo sólo por quedar bien.
Debió de ser un par de veranos más tarde cuando el Fórum organizó en Valladolid un partido de pretemporada contra el Flamengo, en el que la afición pucelana rindió un cariñoso homenaje al gran cañonero brasileño. El entonces director técnico del Fórum, Oriol Humet (con cuyo hermano había yo compartido pupitre en el cole), me pidió que escribiera un breve comentario sobre Oscar para que el speaker de Pucela lo leyera durante el acto. Lo hice encantado.

No sé si Oscar llegó a saber que lo que escuchó aquella noche por megafonía llevaba mi firma, pero tanto da. Nada más agradable que escribir apenas un folio dedicado a un deportista y una persona tan extraordinarios.

viernes, 5 de junio de 2009

El baloncesto desde los 6,75

Además de una competición tan apasionante como lo son todas, la Adecco Oro será la próxima temporada una Liga pionera en la aplicación de las nuevas reglas, que empezará a mostrar al resto del mundo cómo puede llegar a ser el baloncesto desde los 6,75 y con un área de 3 segundos más reducida. Porque sobre lo que nadie duda es de que la nueva línea del triple cambiará el juego. Hacia dónde es la cuestión.

Sólo una consecuencia parece difícil de rebatir: al menos al principio, los porcentajes de acierto de los lanzamientos triples serán menores. Y probablemente, por ello, también se tirará menos desde tan lejos. Lo que lleva, en buena lógica, a apostar por que el juego interior y sus protagonistas directos –los pívots- recuperarán el protagonismo –o al menos, parte de él- que han perdido en los últimos tiempos en el reino de los tiradores. Con la línea de 3 más alejada, los lanzamientos a canasta de los hombres interiores tendrán un porcentaje de acierto aun mayor que el de los tiros triples; y cuando reciban el balón, estarán más cerca del aro que ahora; o sea, en aun mejor situación para anotar. En resumen: el juego de espaldas al aro –que el gabinete técnico de la FEB lleva unos meses analizando al mínimo detalle- volverá a ser valioso.

Todo eso parece que será así, que los pívots lo van a tener mejor con el balón cerca del aro. Pero habrá que ver si, en efecto, en el baloncesto desde los 6,75 les van a llegar más balones que en el baloncesto desde los 6,25. Por eso, yo personalmente, no lo tengo tan claro.

¿Por qué? Pues porque aunque el nuevo triple empiece siendo menos rentable, seguirá habiendo tiradores –y surgirán los nuevos- que serán una verdadera amenaza, y que además tendrán una cualidad añadida: la habilidad -y posiblemente también la rapidez- para aprovechar con penetraciones los mayores espacios de que dispondrán.

Y entre las muchas dudas que se abren incluyo la de si logrará sobrevivir la figura del hombre alto tirador de triples, esos cuatros y hasta cincos que en los últimos años se han ido acomodando a moverse por la zona de la línea –y evitando el desgaste del juego interior- gracias a sus buenas muñecas. Una figura, no lo olvidemos, que ha marcado muchísimo el juego.

Lógica, dudas… Nuevas reglas conllevan siempre, inevitablemente, cambios en el juego. La Adecco Oro será la próxima temporada, además de lo que ya es por sí misma, el mayor laboratorio del baloncesto mundial.

lunes, 11 de mayo de 2009

Un equipazo 2014

Para el Mundial del 2014 faltan poco más de cinco años. ¿Qué jugadores pueden formar entonces nuestra Selección?, ¿cuántas de nuestras actuales estrellas estarán en su plena madurez? Pues aunque pueda parecer lo contrario, la Selección del 2014 podría no ser muy muy diferente a la de este verano.

De los 15 jugadores que participaron en la preparación y en los Juegos Olímpicos de Pekín, sólo Carlos Jiménez y Jorge Garbajosa están en la treintena. El alero del Unicaja, que para el Mundial tendrá 38 años, ya ha anunciado su retirada; pero del pívot del Khimkhi, que tendrá 36, quién se atreve a decir que no estará dispuesto a seguir en la brecha con la Selección...

Tras ellos los hombres de la generación de los juniors de oro, están sobre los 29: Pau Gasol, Raúl López, Felipe Reyes, Juan Carlos Navarro y Berni Rodríguez; Todos ellos tendrán para entonces 34 añitos; Alex Mumbrú, uno más.

Otro de esa generación, José Manuel Calderón, es algo más joven, de modo que para el Mundial del 2014 tendrá 33, los mismos que Carlos Cabezas, ausente de la Selección el pasado verano. Sergio Rodríguez, otro de los que no estuvo en Pekín, estará en los 28.

Y los jóvenes: Rudy y Marc Gasol, quienes en el 2014 tendrán 29. Víctor Claver estará en los 25. Víctor Sada y Juanjo Triguero –invitados en la concentración preolímpica- habrán llegado a los 30. Y Fran Vázquez, tendrá sólo 31, los mismos que Edu Hernández Sonseca.

Otro que estará en los 31 es el base Mario Fernández. Y hombres que más que probablemente estarán entre los candidatos al equipo del Mundial 2014 serán Pau Ribas (27), Carlos Suárez (28), Sergio Llull (27), Albert Moncasi (28), Xavi Rey (27), Alfonso Sánchez (27), Josep Franch (23) y Alberto Jodar (23).

Sin poder descartar, evidentemente, que en estos seis próximos años surja otro precoz a imagen y semejanza de Ricky Rubio, un fijo indiscutible para un campeonato que se jugará semanas antes de que él cumpla los 24. Un año menos de los que tendrán Pere Tomás y Pablo Aguilar.

Pero aun hay más jugadores en la lista de futuribles para el Mundial 2014, señal de la excelente salud del baloncesto español tanto en la elite como en la formación. Algunos ya están brillando en la máxima categoría (Saúl Blanco, San Emeterio...), y de otros se espera la mejor progresión posible (Joan Tomàs, el hermano de Pere…)

No es descabellado pensar que el cinco titular de la España del 2014 lo formen Ricky Rubio, Rudy Fernández, Víctor Claver, Marc Gasol y un quinto (más interior o más exterior, que vayamos a saber qué baloncesto se llevará entonces) para el que se admiten apuestas.

Desde luego, las previsiones no pueden ser mejores: habrá mucho donde elegir para seguir contando con un equipazo.

viernes, 8 de mayo de 2009

¿Por qué se van los jugadores a la NBA?

Obviamente, a raíz del anuncio de la decisión de Ricky de inscribirse en el draft de la NBA, yo también he participado en más de una y más de dos conversaciones y tertulias con amigos, no sólo debatiendo su caso puntual sino sobre todo la situación general en este baloncesto actual –discutiblemente calificado de globalizado-, en especial esa marcha de nuestros mejores jugadores al baloncesto profesional estadounidense. Un fenómeno que, cabe recordar a los jóvenes, es absolutamente nuevo desde hace aproximadamente una década y en parte ha contribuido a modificar el modelo.

De forma lógica, esperable, en esas conversaciones y tertulias lo que se acaba debatiendo es el porqué. En este caso, por qué los jugadores –en este caso hablamos de los nuestros, los europeos- se van a la NBA.

Está claro que no hay una sola razón. Hay varias. Y variadas. Por ejemplo se puede apuntar que en la NBA –digan lo que digan- sufren un menor desgaste, físico y mental. Físico, porque entre otras cosas, por convenio, los entrenamientos con contacto están limitados; y mental, porque es evidente que en numerosos casos la presión por la victoria es inexistente. Es cierto que allí acaban jugando bastantes más partidos que en Europa, y que para quienes llegan a los playoff es otra historia, pero después tienen cuatro meses de vacaciones, o cinco, o algunos incluso más. Así es comprensible que la carrera de un jugador en la NBA pueda prolongarse por más años que en Europa.

También puede apuntarse que en la NBA –digan lo que digan- se juega mucho y se entrena mucho menos que aquí. Y lógicamente al jugador le gusta más jugar que entrenar. Podría apuntarse incluso que las condiciones en que desarrollan su vida profesional –viajes, hoteles, etc.- están muy por encima de las que conocen fuera de la NBA. La diferencia entre viajar en un avión privado con unos cuantos lujos –por ejemplo- no tiene nada que ver con volar en un fokker o un mosquito.

En fin, que se pueden apuntar muchas razones, como éstas u otras, pero al final casi siempre se acaba considerando que todas ellas se resumen en realidad en una sola: ganan más dinero. Y ante la posibilidad de ganar más dinero se piensa-, nadie duda.

En realidad, sobre lo que más se ha discutido en las últimas semanas a la hora de valorar la decisión de Ricky no ha sido de cuestiones puramente deportivas sino de dinero. Los más completos análisis se han realizado –y los hemos podido leer- sobre el componente económico de la operación: desde las cantidades que garantiza tal o cual puesto en el draft hasta el último euro que deberá abonar a la Penya por su cláusula de rescisión, pasando por el contrato que debería firmar dentro de dos o tres años para que le salga a cuenta hacer las maletas. De hecho, ya en los meses que precedieron al anuncio de que se iba a inscribir en el draft de lo que más se habló fue de que la familia y los agentes estaban haciendo números…De modo que lo creemos tener todos claro: se van a ganar más dinero.

Pero en esto –como en otras muchas cosas- la realidad contradice lo que parece una evidencia. Sólo hace falta repasar la lista y las circunstancias de los nueve españoles que desde 1987 hasta el día de hoy se han marchado a la NBA (Fernando Martín, Pau Gasol, Raúl López, José Manuel Calderón, Sergio Rodríguez, Jorge Garbajosa, Juan Carlos Navarro, Marc Gasol y Rudy Fernández) para comprender que no, que no se han ido por dinero. Que una vez allí pueden acabar firmando contratos multimillonarios, sí, claro, y que eso se tiene en cuenta, por supuesto; pero han sido más los que se han ido renunciando a ganar más. Y no sólo renunciando a ganar más dinero sino poniendo en riesgo sus enormes posibilidades de ganar mucho más. De hecho, todos los análisis que hemos podido leer o escuchar estas semanas sobre Ricky se han hecho en base a ello.

Que no sean ellos sino todos los demás quienes piensan en el dinero es lo que rompe los esquemas. Que se fueran a la NBA sólo por dinero seguiría siendo una pena, pero que en realidad se vayan por algo muchísimo más humano y poco tangible como los sueños y las ilusiones, es el verdadero drama del baloncesto que no es capaz de ofrecérselos.

jueves, 30 de abril de 2009

Reclutado por Jim McGregor

QUEREMOS 100 (VI)

NO RECUERDO EL AÑO, PERO FUE a mediados de los 80 cuando una mañana sonó mi teléfono en la redacción de Nuevo Basket. Era una persona relacionada con el mundo del baloncesto –de la que no puedo dar más detalles-, con quien mantenía una buena relación.

-Si tienes el mediodía libre, te invito a comer. De hecho, no te invito yo, te invita Jim McGregor.
-¿McGregor, Jim McGregor, el entrenador y agente?
-Sí, te lo explico: está buscando un socio en España, y quiere que sea un periodista, me ha pedido nombres y le he dado el tuyo.
-¿Por qué?
-Pues porque eres el que más conozco y sé que no me harías quedar mal. No te daría mucho trabajo y con suerte te podrías sacar un pequeño sobresueldo. ¿Aceptas la invitación?


Acepté, claro. Era una buena oportunidad de conocer a todo un personaje, sería interesante hacerle una entrevista, y sólo el hecho de que me diera su teléfono y poderle llamar a discreción me podía proporcionar un buen contacto internacional. Si además me daba algo de trabajo, pues tanto mejor.

La comida transcurrió con total normalidad. Jim McGregor era un tipo con mucha experiencia. A los diez minutos parecía como si me conociese de toda la vida. Hablamos de casi todo lo que se puede hablar, sobre baloncesto, en una hora. Ya a los postres, McGregor, al que yo seguía mirando, emocionado, como a una leyenda viva, me explicó sus intenciones sin más rodeos:
-Veo que el baloncesto en España está en un momento dulce e intuyo que aun lo estará más. Necesito un contacto aquí, preferentemente un periodista porque seguro que está al día de los equipos que buscan un jugador y además tiene relación con entrenadores y directivos, o cuanto menos sabe a quién telefonear.
-¿Y cuál sería mi función?
-Informarme de todos esos movimientos. Yo entonces te hago llegar una lista de jugadores, con su historial y precio, y tú mismo te pones en contacto con el entrenador del equipo o con el directivo responsable de los fichajes. Le ofreces a tal y cual jugador, intentas convencerle, y punto final.
-¿Y si lo consigo?
-Entonces vengo yo con el jugador, firmamos el contrato, a ti te doy el veinticinco por ciento de la comisión, y ya está. Hasta la siguiente oportunidad.


Aunque ciertamente no muy convencido de que las cosas fueran tan sencillas, le dije que sí. Y además le hice una entrevista.

Apenas un mes después, un equipo de la Liga (actual ACB), ascendido hacía poco, estaba pensando en cambiar de americano. Telefoneé al club, hablé con un directivo con el que más o menos tenía trato y le remití la lista con dos o tres jugadores disponibles que me había hecho llegar McGregor. Aquel directivo me trató con toda la corrección del mundo, pero creo que le sonó tan extraño tratarme como intermediario como a mí el intentar serlo. Con sólo una gestión me di cuenta de que aquello no era lo mío.

Ni el directivo en cuestión me volvió a llamar (al cabo de pocos días su club anunció el fichaje de un jugador que, obviamente, no era uno de los dos o tres de la lista que le había remitido yo) ni yo volví a informar a McGregor de un posible negocio, ni McGregor me telefoneó nunca más. No sé si de haberlo intentado con interés habría podido ganar algún buen dinero extra colocando jugadores americanos, pero el caso es que no me pareció buena idea. Yo era periodista y quería seguir siéndolo. Lo demás lo dejaba para otros.

SIN DUDA ALGUNA, JIM McGREGOR DESTACA con luz propia entre los múltiples personajes que ha dado el mundo del baloncesto (ilustres, curiosos, polifacéticos...) Probablemente sea el más genuino trotamundos de la historia de nuestro deporte. Lo que menos celebridad le reportó fue su corta y más que discreta etapa de jugador. Después, claro, se hizo entrenador. Primero se sentó en el banquillo del high school de Benson (Portland) y más adelante en el de la universidad de South Carolina, en la que ejerció de entrenador asistente. Y a partir de aquí, su vida se convirtió en una aventura permanente.

A lo largo de su dilatada carrera, McGregor fue entrenador en Perú, Turquía, Italia, Colombia... Es el único entrenador de la historia que ha dirigido a nada menos que nueve selecciones nacionales: entre 1955 y 1982 fue seleccionador de Italia, Grecia, Turquía, Austria, Suecia, Perú, Marruecos, República Centroafricana y Colombia. Al frente de uno u otro de estos países participó en diversos Eurobasket, Mundobasket, torneos pre olímpicos, Juegos Mediterráneos, Campeonatos de Africa y Juegos Olímpicos.

Pero su experiencia internacional más espectacular la vivió en el transcurso del Mundobasket de 1982 celebrado en Colombia, como entrenador de la selección anfitriona. El sistema de competición fue tan particular que los colombianos no jugaron fase previa: se clasificaron directamente para la fase final. Y una vez en ella no ganaron un solo partido, los perdieron casi todos de paliza, y la Federación Colombiana, que primero se negó a pagarle lo pactado, a mitad de campeonato le apartó del equipo y le acusó de no tener la documentación en regla para trabajar en el país. En resumen: McGregor empezó aquel Mundobasket cómodamente sentado en el palco, lo siguió ya menos cómodamente en el banquillo de la selección de Colombia y lo acabó en la cárcel de Cali. Sólo al finalizar el campeonato fue liberado y expulsado del país.

Entonces regresó a Italia, donde ya había entrenado durante varios años, y donde aún vivía su hija. Hasta 1986 dirigió al Fermi Perugia, equipo que le despidió poco antes de finalizar la temporada. “Por primera vez en 40 años de entrenar, este año he tenido mala suerte”, dijo tras recibir la carta de despido después de que su equipo había perdido nueve partidos por un solo punto de diferencia.

Aquélla fue su última aventura europea. Después se incorporó al staff técnico de los Portland Trail Blazers (a los que recomendó la contratación de Drazen Petrovic) y siguió dedicándose a la representación de jugadores estadounidenses interesados en seguir su carrera en Europa.

McGregor fue uno de los primeros agentes de jugadores en operar en el baloncesto europeo, pero el hecho de entrenar a diversos equipos y su carácter volátil y nómada le impidió competir en el mercado cuando hicieron su aparición los grandes profesionales estadounidenses del ramo. Especialmente virulentas fueron sus relaciones con otro de los primeros agentes estadounidenses en explotar el mercado europeo: Richard Kaner. De ellos dos se decía que si se les encerraba juntos en una habitación, sólo uno iba a salir vivo. Durante muchos años, McGregor intentó convencer a todos los entrenadores europeos que le querían escuchar de que David Lawrence, uno de sus jugadores protegidos, era “el Magic Johnson del baloncesto europeo”. Lawrence llegó a jugar en la Liga ACB en las filas del Caja de Alava de Vitoria (actual Tau); era un buen jugador, pero quizás no tanto como para compararlo con Magic.

Además de entrenar e intentar colocar jugadores, McGregor tuvo tiempo de escribir, no sólo numerosos artículos técnicos sino también su autobiografía, la crónica de sus aventuras y experiencias en el basket de medio mundo que en Estados Unidos se convirtió en un auténtico best seller. Su título lo dice todo: Preparado para viajar. Miguel Angel Forniés conserva en su casa un ejemplar autografiado como oro en paño.

Hace muchos años que trato de encontrar información de McGregor. Sin éxito. Ni siquiera en estos últimos tiempos echando mano de internet. Lo último que supe de él –porque me lo dijo en aquella comida en Barcelona- fue que se iba a ir a vivir a Palm Desert (California).

Si alguien tiene más suerte –y empeño- que yo en dar con él, que me lo haga saber, por favor.

viernes, 24 de abril de 2009

Una reflexión global

Con la perspectiva de una semana ya, el Congreso Adecco LEB celebrado en Madrid queda como una de las escasísimas ocasiones en que hemos podido escuchar un análisis del baloncesto actual, no sólo desde lo que podríamos calificar como centros de poder de nuestro deporte sino también, y sobre todo, en primera persona. Es posible que en los próximos meses –como en ocasiones anteriores- en alguna cita del baloncesto internacional vuelvan a coincidir Patrick Baumann, Nar Zanolin, Jordi Bertomeu, Eduardo Portela y José Luis Sáez, pero no es tan probable que lo hagan en un foro en el que tengan la oportunidad de ofrecer su punto de vista sobre las cuestiones que en general en el mundo del baloncesto preocupan. O al menos, son motivo de debate.

Fue por tanto una magnífica ocasión como punto de partida para una reflexión global. Este es el convencimiento de la FEB: que el movimiento de desarrollo y crecimiento del baloncesto necesita de una perspectiva general, de un análisis global, de un planteamiento que aúne y compatibilice intereses. En suma, que parta de un interés común.

Pero no sólo porque sí, porque queda muy bonito decirlo, sino porque el interés común no es otra cosa que la realidad. El baloncesto, nacional e internacional, está absolutamente interrelacionado. Lo ha estado siempre, no es algo nuevo; de mi generación hasta hoy, todos hemos crecido con competiciones internacionales en el calendario de cada año, de clubes y de selecciones. Yo a los siete u ocho años ya veía jugar en Badalona a equipos búlgaros, franceses o rusos en partidos de Recopa... Eso sí, en los últimos tiempos dos factores nuevos -aunque no sé si inesperados o no- han venido a modificar los parámetros en los que nos movemos.

El primero: que todos los análisis que realiza un estamento tan importante como son los clubes –al menos, los clubes con mayor predicamento- se basan casi exclusivamente en cuestiones extradeportivas. No fue casualidad que los máximos representantes de este estamento en el Congreso Adecco LEB –Bertomeu por la Euroliga y Portela por ACB y ULEB- prácticamente no hablaran de baloncesto sino de cifras, de presupuestos, de derechos de televisión…

Y el segundo: que nuestros mejores jugadores no sólo se van cada vez más a la NBA sino que lo hacen más pronto que tarde, como en las últimas horas nos lo ha anunciado Ricky.

Son dos factores evidentemente importantes por sí mismos, pero lo que los convierte en determinantes para comprender en gran medida dónde estamos actualmente, es que, además, han coincidido en el tiempo. Y por si fuera poco, en un tiempo ciertamente convulso; de divisiones y enfrentamientos, sí, pero también, y sobre todo, de desconcierto. Y los que más desconcertados están, o al menos eso es lo que parece, son los clubes, que siguen en ese proceso de perpetua (e inacabada) redefinición a caballo entre la realidad del deporte y la ilusión de negocio, crisis de identidad en la que se debaten desde hace al menos una década.

Sea como sea, el caso es que en ese tiempo cada cual ha ido encarando las dificultades y los problemas bajo un único prisma: el propio. La mayor novedad del momento actual es que ya prácticamente nadie niega los problemas: de audiencia, de captación de patrocinadores, de estabilidad económica y/o social… Y así quedó demostrado en el transcurso de nuestro Congreso Adecco LEB. Pero falta un paso más, que aún no se ha dado: el de relacionar esos problemas extradeportivos con el modelo deportivo.

Sería un excelente ejercicio de análisis, del que quizás sí podría surgir esa reflexión global sin la cual –por mucho empeño que se ponga- no se va a poder encarar la necesaria construcción de un futuro más sólido que el presente.

El Congreso Adecco LEB tuvo la virtud de hacérnoslo ver. Una vez más.