Tras las habituales dos semanas de entrenamientos en San Fernando, la Selección empieza este viernes en Las Palmas de Gran Canaria la que es ya su recta final de preparación para el Eurobasket, y lo hace tal y como se presentó el pasado día 30 en Madrid: levantando las máximas expectativas.
No son sólo expectativas deportivas, aunque desde que se juntaron todos se ha escuchado en numerosas ocasiones la palabra oro. Quienes no están habituados a la naturalidad con que lo dicen nuestros jugadores se habrán llevado las manos a la cabeza, pero lo cierto es que no hay nada más sano que decir lo que uno siente. Sano e ilusionante. Porque también en estas horas previas a su reaparición (un año después de la final olímpica) estamos comprobando el tremendo tirón de la Selección entre los medios de comunicación y los aficionados. Todos sabemos que, una vez más, los records de audiencia del año en TV están a punto de llegar.
Porque esta Selección no sólo gana medallas y es una de las mejores del mundo, que ya es muchísimo; sobre todo, es una impagable embajadora del baloncesto, de su magia en la cancha y de sus valores más allá de la pista. Engancha, gusta, apasiona, identifica, une. Y lo hace de la única manera en que se puede construir algo así: con la mayor de las naturalidades.
Sólo hay dos formas de afrontar los desafíos deportivos. Como un grande: anunciando públicamente el objetivo de lograr lo máximo –el oro- y comprometiéndose a luchar por ello. O como los que no lo son: con el principal interés de que sobre todo quede claro que es posible no conseguirlo.
La ventaja de nuestra Selección es que es tan grande que nunca decepciona. Porque sus ilusiones son las de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario