Por la puntual información que Miguel Panadés nos está haciendo llegar desde San Sebastián, pero sobre todo por la pasión con que lo hace, es fácil adivinar que esas vacaciones y baloncesto en que se han convertido el Curso Superior y el Master de Especialización están siendo eso, verdaderamente apasionantes.
Es cierto que no se puede encontrar en el mundo de nuestro deporte una tertulia más apasionada y más inacabable que una tertulia de entrenadores. Eso que nos cuenta Miguel -un debate inverosímil para cualquier otro ser humano hasta las cuatro de la madrugada o una conversación más filosófica que otra cosa a la puerta de un ascensor que se abre y se cierra cien veces antes de llevarnos a la habitación- es el impagable plus que ofrecen citas como las de este curso.
Sea en un curso o en cualquier otra ocasión, a lo largo de mi carrera en nuestro mundo del baloncesto he tenido la oportunidad de participar en muchas de estas tertulias / debates, y en ninguna de ellas me he aburrido. Al contrario: nunca llega el momento de darlas por zanjadas aunque al final se esté ya dando vueltas sobre lo mismo y los ojos cayéndose de puro sueño.
Pero lo que sí echo en falta casi siempre es la duda, el cuestionamiento, incluso la trasgresión. Es algo hasta cierto punto comprensible, porque son los mismos entrenadores los que han ido tejiendo sobre sí mismos esa tela de conservadurismo, de cautela y a veces de cierta desconfianza que se deriva inevitablemente de ver las cosas desde el prisma más laboral que profesional y concluir que el resultado es no sé si lo más importante pero sí lo que más les interesa; quizás porque creen que es lo único que interesa a los demás.
No se les puede hacer muchos reproches en este sentido, porque las cosas son así y también porque el de nuestros entrenadores no es el único colectivo ni la única profesión a la que le cuesta dudar, cuestionarse y transgredir. Sin ir más lejos, una de esas tertulias de entrenadores debatiendo de baloncesto se parece mucho a una de periodistas discutiendo de periodismo.
Pero una cosa es no poder reprochar en exceso –ni a unos ni a otros- y otra muy diferente es no darse cuenta de que sin dudas, sin cuestionamientos ni transgresiones es muy difícil avanzar y crecer.
Ojalá en mi próxima tertulia con entrenadores se cuele algún revolucionario.
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