Las escasamente 24 horas que llevamos muchos en Katowice han dado para muchísimo, aunque lo mejor de todo, evidentemente, ha sido la victoria de ayer sobre Francia con un partidazo de esos que ha vuelto a convertir a la Selección en lo que en realidad no había dejado de ser nunca a pesar de su arranque de campeonato: el equipo de mayor referencia del deporte español.
Para llegar hasta aquí muchos optamos por hacerlo en tren. La experiencia del desplazamiento de Varsovia a Łódź fue francamente agradable, y aunque ya nos habían advertido de que éste otro desplazamiento no iba a ser igual, nadie se echó atrás, ni muchísimo menos yo, que soy un verdadero enamorado de los viajes en ferrocarril.
Fueron tres horitas. El tren, desde luego, no tenía nada que ver con el de la pasada semana. Viejo, destartalado y sin el más mínimo servicio, aunque, la verdad sea dicha, nada incómodo. A mí personalmente me recordó a mis años de viajes mochileros, y muy especialmente al que realicé en 1993 en el Transiberiano (de Moscú a Novosibirsk) y en el Transkazajstano (de Novosibirsk a Tashkent) con dos amigos y colegas, Julián Felipo (Mundo Deportivo) y José Carlos Sorribes (ahora ‘retirado’ del baloncesto y especializado en teatro en las páginas de El Periódico). Pero si el viaje me recordó a aquel otro, el paisaje que se veía a través de las ventanillas, no. A medida que nos adentrábamos en la región se percibía que es ésta tierra de minas y carbón: la Alta Silesia, capital ahora –leo en la Wikipedia- de un voivodato. He consultado a mi amigo y durante años compañero Vladimir Stankovic –que es mi amable asesor en todo lo relacionado con el mundo eslavo- y me ha comentado que voivodato, que ahora al parecer es aquí en Polonia una división administrativa al estilo de nuestras provincias, se asimila a lo que antiguamente en otros países era un ducado. En cualquier caso, la ciudad de Katowice no es lo que se dice precisamente un destino turístico. Además, en comparación con Varsovia y Łódź, aquí se habla menos inglés.
Cambiando de tercio, victoria y exhibición de la Selección aparte, lo mejor del jueves fue ver en las gradas del pabellón una más que nutrida nutridísima representación de aficionados españoles; por no faltar, ni siquiera faltó una enorme bandera del R.C.D. Espanyol, hecho sin precedentes que desató la euforia de Juan Antonio Casanova, el veterano periodista de La Vanguardia, ‘periquito’ confeso. Si no nos señaló la bandera a todos diez veces, no nos la señaló ninguna. Sólo faltó que al salir del pabellón se cruzara con otro ‘periquito’…
Pero banderas al margen ese medio millar de aficionados españoles pusieron su colorido y buen seguro que empujaron su poquito al equipo. Entre quienes estaban en las gradas de Katowice vimos asimismo a Marta Fernández, la hermana de Rudy, que vive a unos 40 kilómetros de aquí, en Cracovia, la sede del Wisla, una de las ciudades más bonitas del país.
En fin: que mientras estaba acabando estas líneas, Grecia ha superado a Turquía en la prórroga. Así que mañana toca semifinal contra Spanoulis y compañía. Otro partidazo.
viernes, 18 de septiembre de 2009
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1 comentario:
La primera ves que estuve en Polonia fue en Katowice, hace ahora cinco años; soy residente en Varsovia desde tres. Ciudad sucia, industrial, nada atractiva para el turismo visual, desde luego.
Sin embargo no me cabe duda de que usted ha podido disfrutar del viaje, máxime si le van los ferrocarriles --yo el transiberiano lo tengo en mente, de momento sólo he hecho interrrail hasta Laponia--. La Polonia rural es estremecedora, sus paisajes, plenos de elementos desvencijados, hablan dolorosamente de la historia de este país. Un recorrido interesante para disfrutar/recordar/aprender a la par que podemos dar cuenta de la excelente cocina polaca. No hace falta tomar el Transatlántico de Gombrowicz ni irse tan lejos, el ferrocarril es importantísimo para las comunicaciones polacas y cada travesía una pequeña aventura. A ver qué aventura hoy el equipo español frente a unos no menos históricos helenos.
Un saludo
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