Pues ya estamos en Varsovia, ya estamos a horas del salto inicial del primer partido de este Eurobasket en el que tantas ilusiones y ambiciones hemos depositado todos. Y ya están algunos lo que dicen “destemplados”, porque la capital polaca nos ha recibido a todos con temperaturas que nada tienen que ver con las canículas por las que se ha paseado en las últimas semanas la Eñemanía: fresquito, cielo gris y hasta alguna gota.
Hacía exactamente 16 años que no pisaba Varsovia, y aunque la verdad es que poco recuerdo de aquella última visita porque fue de paso hacia Moscú, al aterrizar ayer sábado tuve la impresión de que podía estar en Varsovia o en cualquier otra ciudad europea, o hasta española. Antes, cuando pisabas otro país lo notabas enseguida: hasta el olor era otro. Ahora, en cambio, muchas ciudades parecen las mismas. Y si antes te recibía un idioma que no era el tuyo, ahora lo primero que oyes –en un policía, en el organizador de los taxis o el camarero del bar- es el casi idéntico inglés mal hablado pero chapurreado gracias a los cursillos de la calle.
Pero al menos en Polonia se recupera aquella vieja tradición de llegar y tener que cambiar moneda, calcular a cuánto te va a salir el cambio y empezar a barruntar qué va a ser caro y qué barato. Los polacos ingresaron en la Unión Europea hace ya cinco años, pero no han adoptado el euro: mantienen los viejos zlotys, divisa que estos días estamos cambiando aproximadamente a 1 euro por 4 zlotys, que etimológicamente significa dorado y (según acabo de consultar en la Wikipedia…) hace referencia a las antiguas monedas de oro, que con esta palabra se conocían. Los billetes, por cierto, son sustancialmente más pequeños que los de euro, tanto a lo ancho como a lo alto). En uno de ellos aparece uno de los polacos más ilustres, el astrónomo Nicolás Copérnico, aunque si nos preguntan a un periodista qué polaco nos viene primero a la cabeza, lo más probable es que respondamos que Ryszard Kapuscinski, uno de los grandes reporteros de las últimas décadas. Personalmente recomiendo la lectura de dos de sus obras: Sha y El emperador.
En fin, que entre la visita del embajador, el último entrenamiento del equipo y el tiempo necesario para situarse en la ciudad, se nos ha pasado el día. Lo más complicado, al final, ha sido bajar por la noche al hall del hotel para salir a cenar algo cerca. A eso de las nueve de la noche han aparecido al menos un par de centenares de soldados del ejército israelí, al parecer para participar mañana lunes en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto judío, y han literalmente colapsado los ascensores. Nos ha bloqueado a muchos, pero no tanto como a tres turistas españoles con los que hemos coincidido en un restaurante cercano al hotel, que al oírnos hablar del Eurobasket nos han preguntado contra quién y a qué hora jugaba mañana España. “A las nueve”, les hemos respondido. “¿De la mañana o de la noche?”, nos han vuelto a preguntar.
Nos han visto entonces las caras de estupor, se han puesto a reír y se han excusado: “Es que no somos entendidas en baloncesto”.
Es lo que tiene esta Selección: engancha hasta a los más profanos.Daremos un vistazo a las gradas del Towar Hall a ver si esos tres compatriotas –dos chicas y un chico- han tenido la suerte de encontrar alguna entrada a la venta y pueden empezar a dejar de ser tan poco entendidos…
Hacía exactamente 16 años que no pisaba Varsovia, y aunque la verdad es que poco recuerdo de aquella última visita porque fue de paso hacia Moscú, al aterrizar ayer sábado tuve la impresión de que podía estar en Varsovia o en cualquier otra ciudad europea, o hasta española. Antes, cuando pisabas otro país lo notabas enseguida: hasta el olor era otro. Ahora, en cambio, muchas ciudades parecen las mismas. Y si antes te recibía un idioma que no era el tuyo, ahora lo primero que oyes –en un policía, en el organizador de los taxis o el camarero del bar- es el casi idéntico inglés mal hablado pero chapurreado gracias a los cursillos de la calle.
Pero al menos en Polonia se recupera aquella vieja tradición de llegar y tener que cambiar moneda, calcular a cuánto te va a salir el cambio y empezar a barruntar qué va a ser caro y qué barato. Los polacos ingresaron en la Unión Europea hace ya cinco años, pero no han adoptado el euro: mantienen los viejos zlotys, divisa que estos días estamos cambiando aproximadamente a 1 euro por 4 zlotys, que etimológicamente significa dorado y (según acabo de consultar en la Wikipedia…) hace referencia a las antiguas monedas de oro, que con esta palabra se conocían. Los billetes, por cierto, son sustancialmente más pequeños que los de euro, tanto a lo ancho como a lo alto). En uno de ellos aparece uno de los polacos más ilustres, el astrónomo Nicolás Copérnico, aunque si nos preguntan a un periodista qué polaco nos viene primero a la cabeza, lo más probable es que respondamos que Ryszard Kapuscinski, uno de los grandes reporteros de las últimas décadas. Personalmente recomiendo la lectura de dos de sus obras: Sha y El emperador.
En fin, que entre la visita del embajador, el último entrenamiento del equipo y el tiempo necesario para situarse en la ciudad, se nos ha pasado el día. Lo más complicado, al final, ha sido bajar por la noche al hall del hotel para salir a cenar algo cerca. A eso de las nueve de la noche han aparecido al menos un par de centenares de soldados del ejército israelí, al parecer para participar mañana lunes en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto judío, y han literalmente colapsado los ascensores. Nos ha bloqueado a muchos, pero no tanto como a tres turistas españoles con los que hemos coincidido en un restaurante cercano al hotel, que al oírnos hablar del Eurobasket nos han preguntado contra quién y a qué hora jugaba mañana España. “A las nueve”, les hemos respondido. “¿De la mañana o de la noche?”, nos han vuelto a preguntar.
Nos han visto entonces las caras de estupor, se han puesto a reír y se han excusado: “Es que no somos entendidas en baloncesto”.
Es lo que tiene esta Selección: engancha hasta a los más profanos.Daremos un vistazo a las gradas del Towar Hall a ver si esos tres compatriotas –dos chicas y un chico- han tenido la suerte de encontrar alguna entrada a la venta y pueden empezar a dejar de ser tan poco entendidos…
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