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jueves, 25 de septiembre de 2008

Un baloncesto en perpetua redefinición

Desde el primer momento ha carecido de tirón mediático. Apenas se le ha dado espacio en los medios de comunicación. Y más allá de unas iniciales o puntuales críticas, el debate ha sido y está siendo prácticamente inexistente a pesar de que se trata de una cuestión que puede marcar, al menos en parte, el desarrollo del baloncesto europeo en un futuro inmediato.

El actual proyecto de reestructuración de las condiciones deportivas de la Euroliga (que a día de hoy son en realidad dos proyectos: el de la propia Euroliga y el de la ULEB, organización de la que la Euroliga forma parte) acabará probablemente en un nuevo modelo de competición, más o menos consensuado. Pero al margen de cuál sea el resultado final de este proceso, lo que parece es que se trata de un capítulo más de la historia reciente de continua redefinición del baloncesto de clubes. En nuestro baloncesto, esta redefinición sí dio evidentes pasos adelante en la década de los años 1980; pero en Europa, en un proceso que arrancó casi 20 años después que el del baloncesto español, la redefinición sigue en proceso. Y por el momento sin consenso.

Personalmente me decepciona que algo así no sea capaz de arrancar un gran debate mediático y popular, y que lo poco que se haya discutido hasta ahora se limite a poner en tela de juicio el criterio de valoración de los votos de una asamblea o simplemente a argumentar a favor de uno u otro proyecto. Se está hablando ya incluso de detalles como si la Euroliga llegará a jugarse los fines de semana, cuando tengo la sensación de que siguen faltando respuestas a preguntas fundamentales.

La primera que a mí se me ocurre es por qué el baloncesto europeo de clubes considera que no puede seguir creciendo y desarrollándose bajo los mismos parámetros que sí funcionan en todos los demás deportes. Cada cual en su nivel, por supuesto, desde el todopoderoso fútbol al balonmano o el voleibol.

En cualquier caso hay que seguir atentos al proceso, a ver si unos u otros nos aportan los argumentos verdaderamente necesarios para un buen debate. Porque lo más importante, sobre todo si se pretende llegar al consenso, es buscarlo teniendo las ideas claras. Una existencia en perpetua redefinición sí dificulta el crecimiento y el desarrollo.

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