Con la perspectiva de una semana ya, el Congreso Adecco LEB celebrado en Madrid queda como una de las escasísimas ocasiones en que hemos podido escuchar un análisis del baloncesto actual, no sólo desde lo que podríamos calificar como centros de poder de nuestro deporte sino también, y sobre todo, en primera persona. Es posible que en los próximos meses –como en ocasiones anteriores- en alguna cita del baloncesto internacional vuelvan a coincidir Patrick Baumann, Nar Zanolin, Jordi Bertomeu, Eduardo Portela y José Luis Sáez, pero no es tan probable que lo hagan en un foro en el que tengan la oportunidad de ofrecer su punto de vista sobre las cuestiones que en general en el mundo del baloncesto preocupan. O al menos, son motivo de debate.
Fue por tanto una magnífica ocasión como punto de partida para una reflexión global. Este es el convencimiento de la FEB: que el movimiento de desarrollo y crecimiento del baloncesto necesita de una perspectiva general, de un análisis global, de un planteamiento que aúne y compatibilice intereses. En suma, que parta de un interés común.
Pero no sólo porque sí, porque queda muy bonito decirlo, sino porque el interés común no es otra cosa que la realidad. El baloncesto, nacional e internacional, está absolutamente interrelacionado. Lo ha estado siempre, no es algo nuevo; de mi generación hasta hoy, todos hemos crecido con competiciones internacionales en el calendario de cada año, de clubes y de selecciones. Yo a los siete u ocho años ya veía jugar en Badalona a equipos búlgaros, franceses o rusos en partidos de Recopa... Eso sí, en los últimos tiempos dos factores nuevos -aunque no sé si inesperados o no- han venido a modificar los parámetros en los que nos movemos.
El primero: que todos los análisis que realiza un estamento tan importante como son los clubes –al menos, los clubes con mayor predicamento- se basan casi exclusivamente en cuestiones extradeportivas. No fue casualidad que los máximos representantes de este estamento en el Congreso Adecco LEB –Bertomeu por la Euroliga y Portela por ACB y ULEB- prácticamente no hablaran de baloncesto sino de cifras, de presupuestos, de derechos de televisión…
Y el segundo: que nuestros mejores jugadores no sólo se van cada vez más a la NBA sino que lo hacen más pronto que tarde, como en las últimas horas nos lo ha anunciado Ricky.
Son dos factores evidentemente importantes por sí mismos, pero lo que los convierte en determinantes para comprender en gran medida dónde estamos actualmente, es que, además, han coincidido en el tiempo. Y por si fuera poco, en un tiempo ciertamente convulso; de divisiones y enfrentamientos, sí, pero también, y sobre todo, de desconcierto. Y los que más desconcertados están, o al menos eso es lo que parece, son los clubes, que siguen en ese proceso de perpetua (e inacabada) redefinición a caballo entre la realidad del deporte y la ilusión de negocio, crisis de identidad en la que se debaten desde hace al menos una década.
Sea como sea, el caso es que en ese tiempo cada cual ha ido encarando las dificultades y los problemas bajo un único prisma: el propio. La mayor novedad del momento actual es que ya prácticamente nadie niega los problemas: de audiencia, de captación de patrocinadores, de estabilidad económica y/o social… Y así quedó demostrado en el transcurso de nuestro Congreso Adecco LEB. Pero falta un paso más, que aún no se ha dado: el de relacionar esos problemas extradeportivos con el modelo deportivo.
Sería un excelente ejercicio de análisis, del que quizás sí podría surgir esa reflexión global sin la cual –por mucho empeño que se ponga- no se va a poder encarar la necesaria construcción de un futuro más sólido que el presente.
El Congreso Adecco LEB tuvo la virtud de hacérnoslo ver. Una vez más.
Fue por tanto una magnífica ocasión como punto de partida para una reflexión global. Este es el convencimiento de la FEB: que el movimiento de desarrollo y crecimiento del baloncesto necesita de una perspectiva general, de un análisis global, de un planteamiento que aúne y compatibilice intereses. En suma, que parta de un interés común.
Pero no sólo porque sí, porque queda muy bonito decirlo, sino porque el interés común no es otra cosa que la realidad. El baloncesto, nacional e internacional, está absolutamente interrelacionado. Lo ha estado siempre, no es algo nuevo; de mi generación hasta hoy, todos hemos crecido con competiciones internacionales en el calendario de cada año, de clubes y de selecciones. Yo a los siete u ocho años ya veía jugar en Badalona a equipos búlgaros, franceses o rusos en partidos de Recopa... Eso sí, en los últimos tiempos dos factores nuevos -aunque no sé si inesperados o no- han venido a modificar los parámetros en los que nos movemos.
El primero: que todos los análisis que realiza un estamento tan importante como son los clubes –al menos, los clubes con mayor predicamento- se basan casi exclusivamente en cuestiones extradeportivas. No fue casualidad que los máximos representantes de este estamento en el Congreso Adecco LEB –Bertomeu por la Euroliga y Portela por ACB y ULEB- prácticamente no hablaran de baloncesto sino de cifras, de presupuestos, de derechos de televisión…
Y el segundo: que nuestros mejores jugadores no sólo se van cada vez más a la NBA sino que lo hacen más pronto que tarde, como en las últimas horas nos lo ha anunciado Ricky.
Son dos factores evidentemente importantes por sí mismos, pero lo que los convierte en determinantes para comprender en gran medida dónde estamos actualmente, es que, además, han coincidido en el tiempo. Y por si fuera poco, en un tiempo ciertamente convulso; de divisiones y enfrentamientos, sí, pero también, y sobre todo, de desconcierto. Y los que más desconcertados están, o al menos eso es lo que parece, son los clubes, que siguen en ese proceso de perpetua (e inacabada) redefinición a caballo entre la realidad del deporte y la ilusión de negocio, crisis de identidad en la que se debaten desde hace al menos una década.
Sea como sea, el caso es que en ese tiempo cada cual ha ido encarando las dificultades y los problemas bajo un único prisma: el propio. La mayor novedad del momento actual es que ya prácticamente nadie niega los problemas: de audiencia, de captación de patrocinadores, de estabilidad económica y/o social… Y así quedó demostrado en el transcurso de nuestro Congreso Adecco LEB. Pero falta un paso más, que aún no se ha dado: el de relacionar esos problemas extradeportivos con el modelo deportivo.
Sería un excelente ejercicio de análisis, del que quizás sí podría surgir esa reflexión global sin la cual –por mucho empeño que se ponga- no se va a poder encarar la necesaria construcción de un futuro más sólido que el presente.
El Congreso Adecco LEB tuvo la virtud de hacérnoslo ver. Una vez más.
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