EN LA REDACCIÓN DE NUEVO BASKET, además de pasárnoslo en grande, vivimos anécdotas curiosas. Ésta es una de ellas.
Una mañana de enero de 1982 sonó el timbre de la puerta. Fui yo a abrir, y me encontré con un desconocido que me saludó con toda la corrección que amplifica el inconfundible estilo argentino:
- Hola, buenos días, me llamo León Najnudel, soy un entrenador argentino.
No había oído su nombre en toda mi vida. Le hice entrar, le presenté a Pinotti y nos pusimos a charlar. Resultó que León Najnudel era un técnico con muchas horas de vuelo en su país, campeón de Sudamérica en dos ocasiones al frente del Ferrocarril Oeste y seleccionador juvenil, y que según él mismo nos explicó había decidido “darse una vuelta” por España e Italia para conocer de cerca y estudiar la organización de nuestro baloncesto, especialmente algo que a nosotros nos parecía tan normal, la existencia de una Liga, pero que en su país aún no se había conseguido organizar. Najnudel, que tenía entonces 39 años de edad, estaba empeñado en llevar él el proyecto hacia delante contra viento y marea.
León estuvo por España poco más de un mes. Le ayudamos a que se le abrieran las puertas del Palau Blaugrana, del Joventut, del Real Madrid y del Helios, porque además de la organización de nuestro baloncesto le interesaba también presenciar entrenamientos, conocer a entrenadores. Nos quedó eternamente agradecido por toda nuestra colaboración, y sobre todo cuando un par de horas después abandonó nuestra redacción cargado con unos cuantos kilos de ejemplares de NB: todos los publicados hasta entonces. Una foto suya con todas las revistas en brazos ilustró la primera página de la entrevista que le realicé aquella mañana. y en la que escribí su apellido mal: Nujnadel.
La relación de Najnudel con el baloncesto español no se iba a acabar con aquella visita. Un año después, José Luis Rubio le contrató como entrenador del CAI, equipo al que dirigió durante una temporada, la 1983-84, en la que el equipo de Zaragoza conquistó el primer título de su historia: la Copa del Rey.
León fue el entrenador que ganó el primer título de una nueva era del baloncesto español, iniciada precisamente aquella temporada, y además el primer técnico extranjero que se proclamaba campeón en España en mucho tiempo.
Era un entrenador atípico, con una metodología que en aquella época, en la que para nuestros técnicos el espejo era el baloncesto estadounidense, chocaba con su visión mucho más estricta. León era argentino, aparentemente más dado a cierta improvisación, a dar protagonismo a sus jugadores. “El baloncesto no tiene misterios”, era una de sus frases favoritas.
NAJNUDEL FUE PUES UNO DE LOS grandes protagonistas de la que puede considerarse la primera gran fecha del boom del baloncesto en nuestro país. Aquella edición de la Copa, disputada en Zaragoza en diciembre de 1983, fue la primera que se jugó con formato de final four. Se clasificaron Real Madrid, Barça, Joventut y CAI, y el equipo local alcanzó la final contra los azulgrana. Y la ganó. Y puso en pie a 5.000 aficionados, entonces un record. Y el baloncesto se consagró como el fenómeno deportivo del momento. Y se abrieron las puertas de un futuro en el que todos habíamos soñado, y por el que muchos, cada uno desde su sitio, habíamos luchado durante muchos años: que no sólo fueran campeones de todo el Real Madrid o el Barça.
El CAI ganó aquella final por 81-78 con una pequeña polémica: la mesa de anotadores se tragó un punto de los azulgrana. De ello se quejó al final el entonces entrenador del Barça, Antoni Serra, a quien Najnudel, con su especial forma de entender las cosas, le respondió:
- Serra tiene razón al reclamar un punto que la mesa les ha escatimado -dijo-, pero de ahí a pensar que con ese punto habría ganado el partido es como pensar que yo, porque canto en la ducha, soy Carlos Gardel.
Aquella histórica e inolvidable Copa, que tuve la suerte de vivir en directo como enviado especial de El Mundo Deportivo, me costó sin embargo unas semanas de no enemistad pero sí cierta tirantez con León Najnudel. En las informaciones previas a las semifinales, en una sección dedicada a anécdotas y curiosidades, publicamos que Najnudel se había visto acosado por los medios de comunicación apenas iniciado un entrenamiento y que él había tratado de responder a todas las preguntas mientras sus jugadores empezaban a tirar por su cuenta. No había malicia alguna en aquellas cuatro líneas, pero a León no le sentaron bien, creyó que le dejaban a él en mal lugar. Al día siguiente me lo recriminó, y dejó de dirigirme la palabra.
Pero León era un tipo de bien, y su reacción fue en caliente. Unas semanas después, cuando el CAI fue a Barcelona a jugar en el Palau un partido de la liga regular, al acabar bajé a la zona de vestuarios, y aunque al principio no me atreví a dirigirme hacia él por si acaso, después sí lo hice, con la intención de convencerle de que no había motivo para enemistarnos. Me vio venir y me puso una cara de malas pulgas que casi me obliga a dar media vuelta, pero cuando creí que iba a propinarme un buen corte, dejó su eterno bolso de mano en el suelo, cambió de semblante, sonrió y me dio un abrazo. Y eso que el CAI acaba de perder el partido.
Poco después abandonó Zaragoza porque fue nombrado seleccionador nacional argentino, y desde ese cargo impulsó, creó y puso en marcha su ansiada Liga Nacional de Argentina, para lo cual tuvo que luchar hasta el último momento por derribar la resistencia de algunos directivos. En su país se le recuerda y se le venera como el padre de la gran revolución que llevó al baloncesto argentino hacia su particular boom.
Con el tiempo acabamos perdiendo el contacto, y más de una década después, en 1997, nos dejó a todos helados la noticia de que León sufría leucemia. Luchó contra ella como un jabato, pero un año más tarde, el 21 de abril de 1998, los teletipos nos informaron de su fallecimiento en el Hospital Británico de Buenos Aires. Tenía 55 años de edad.
En su memoria, desde hace unos años la Copa de Argentina es el Trofeo León Najnudel. También aquí, desde luego, muchos le recordaremos siempre.
Una mañana de enero de 1982 sonó el timbre de la puerta. Fui yo a abrir, y me encontré con un desconocido que me saludó con toda la corrección que amplifica el inconfundible estilo argentino:
- Hola, buenos días, me llamo León Najnudel, soy un entrenador argentino.
No había oído su nombre en toda mi vida. Le hice entrar, le presenté a Pinotti y nos pusimos a charlar. Resultó que León Najnudel era un técnico con muchas horas de vuelo en su país, campeón de Sudamérica en dos ocasiones al frente del Ferrocarril Oeste y seleccionador juvenil, y que según él mismo nos explicó había decidido “darse una vuelta” por España e Italia para conocer de cerca y estudiar la organización de nuestro baloncesto, especialmente algo que a nosotros nos parecía tan normal, la existencia de una Liga, pero que en su país aún no se había conseguido organizar. Najnudel, que tenía entonces 39 años de edad, estaba empeñado en llevar él el proyecto hacia delante contra viento y marea.
León estuvo por España poco más de un mes. Le ayudamos a que se le abrieran las puertas del Palau Blaugrana, del Joventut, del Real Madrid y del Helios, porque además de la organización de nuestro baloncesto le interesaba también presenciar entrenamientos, conocer a entrenadores. Nos quedó eternamente agradecido por toda nuestra colaboración, y sobre todo cuando un par de horas después abandonó nuestra redacción cargado con unos cuantos kilos de ejemplares de NB: todos los publicados hasta entonces. Una foto suya con todas las revistas en brazos ilustró la primera página de la entrevista que le realicé aquella mañana. y en la que escribí su apellido mal: Nujnadel.
La relación de Najnudel con el baloncesto español no se iba a acabar con aquella visita. Un año después, José Luis Rubio le contrató como entrenador del CAI, equipo al que dirigió durante una temporada, la 1983-84, en la que el equipo de Zaragoza conquistó el primer título de su historia: la Copa del Rey.
León fue el entrenador que ganó el primer título de una nueva era del baloncesto español, iniciada precisamente aquella temporada, y además el primer técnico extranjero que se proclamaba campeón en España en mucho tiempo.
Era un entrenador atípico, con una metodología que en aquella época, en la que para nuestros técnicos el espejo era el baloncesto estadounidense, chocaba con su visión mucho más estricta. León era argentino, aparentemente más dado a cierta improvisación, a dar protagonismo a sus jugadores. “El baloncesto no tiene misterios”, era una de sus frases favoritas.
NAJNUDEL FUE PUES UNO DE LOS grandes protagonistas de la que puede considerarse la primera gran fecha del boom del baloncesto en nuestro país. Aquella edición de la Copa, disputada en Zaragoza en diciembre de 1983, fue la primera que se jugó con formato de final four. Se clasificaron Real Madrid, Barça, Joventut y CAI, y el equipo local alcanzó la final contra los azulgrana. Y la ganó. Y puso en pie a 5.000 aficionados, entonces un record. Y el baloncesto se consagró como el fenómeno deportivo del momento. Y se abrieron las puertas de un futuro en el que todos habíamos soñado, y por el que muchos, cada uno desde su sitio, habíamos luchado durante muchos años: que no sólo fueran campeones de todo el Real Madrid o el Barça.
El CAI ganó aquella final por 81-78 con una pequeña polémica: la mesa de anotadores se tragó un punto de los azulgrana. De ello se quejó al final el entonces entrenador del Barça, Antoni Serra, a quien Najnudel, con su especial forma de entender las cosas, le respondió:
- Serra tiene razón al reclamar un punto que la mesa les ha escatimado -dijo-, pero de ahí a pensar que con ese punto habría ganado el partido es como pensar que yo, porque canto en la ducha, soy Carlos Gardel.
Aquella histórica e inolvidable Copa, que tuve la suerte de vivir en directo como enviado especial de El Mundo Deportivo, me costó sin embargo unas semanas de no enemistad pero sí cierta tirantez con León Najnudel. En las informaciones previas a las semifinales, en una sección dedicada a anécdotas y curiosidades, publicamos que Najnudel se había visto acosado por los medios de comunicación apenas iniciado un entrenamiento y que él había tratado de responder a todas las preguntas mientras sus jugadores empezaban a tirar por su cuenta. No había malicia alguna en aquellas cuatro líneas, pero a León no le sentaron bien, creyó que le dejaban a él en mal lugar. Al día siguiente me lo recriminó, y dejó de dirigirme la palabra.
Pero León era un tipo de bien, y su reacción fue en caliente. Unas semanas después, cuando el CAI fue a Barcelona a jugar en el Palau un partido de la liga regular, al acabar bajé a la zona de vestuarios, y aunque al principio no me atreví a dirigirme hacia él por si acaso, después sí lo hice, con la intención de convencerle de que no había motivo para enemistarnos. Me vio venir y me puso una cara de malas pulgas que casi me obliga a dar media vuelta, pero cuando creí que iba a propinarme un buen corte, dejó su eterno bolso de mano en el suelo, cambió de semblante, sonrió y me dio un abrazo. Y eso que el CAI acaba de perder el partido.
Poco después abandonó Zaragoza porque fue nombrado seleccionador nacional argentino, y desde ese cargo impulsó, creó y puso en marcha su ansiada Liga Nacional de Argentina, para lo cual tuvo que luchar hasta el último momento por derribar la resistencia de algunos directivos. En su país se le recuerda y se le venera como el padre de la gran revolución que llevó al baloncesto argentino hacia su particular boom.
Con el tiempo acabamos perdiendo el contacto, y más de una década después, en 1997, nos dejó a todos helados la noticia de que León sufría leucemia. Luchó contra ella como un jabato, pero un año más tarde, el 21 de abril de 1998, los teletipos nos informaron de su fallecimiento en el Hospital Británico de Buenos Aires. Tenía 55 años de edad.
En su memoria, desde hace unos años la Copa de Argentina es el Trofeo León Najnudel. También aquí, desde luego, muchos le recordaremos siempre.
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