Hace falta sólo repasar la valoración de técnicos y expertos tras la victoria sobre Grecia para comprobar que esta Selección no sólo sigue despertando admiración por sus cualidades deportivas individuales sino también, y quizás sobre todo, por sus virtudes como eso, como equipo. Que el reconocimiento de este extraordinario nivel lo exhiban campeonato sí, campeonato también, no tiene por qué interpretarse como un menosprecio al trabajo del entrenador de turno.
Aíto, que acumula en sus espaldas una experiencia que le permite prescindir ya de muchas de estas preocupaciones digamos filosóficas, lo ha tenido claro desde el principio. Y aunque su nivel de exigencia va a ir probablemente en aumento, y no ha sido precisamente tibio desde el comienzo de la concentración, creo que nunca en las tres décadas en las que he seguido profesionalmente su trayectoria le había oído repartir a sus jugadores tantos piropos concatenados como en este mes y medio que lleva al frente de la Selección. Dicho todo de otro modo: con otros jugadores sería muy difícil conseguir lo que estamos consiguiendo, incluidos los éxitos de audiencia televisiva, que cada año por estas fechas marcan los records de nuestro deporte, por encima de los grandes acontecimientos del baloncesto de clubs. Y a Aíto no se le escapa.
LA ROTACIÓN. Hay un dato que deja patente la calidad de este grupo, y no es otro que la no fácil de asimilar crudeza de la rotación. Fue de lo primero que avisó Aíto en Madrid al presentarse como seleccionador. Contra Grecia, salvo los únicos 5 minutos de Raúl, ya jugó con doce. “No es fácil jugar con doce”, me advierte un entrenador de elite. No debe serlo, por supuesto, pero con este equipo todo es un poco menos difícil. O más posible. El partido contra China será otra buena oportunidad de comprobarlo, seguro.
¡Y OLVÍDENSE DE LA PRESIÓN! Pero si nuestro equipo despierta admiración, también ofrece confianza, la máxima. Por eso queda fuera de lugar, como comenté ayer, perder el tiempo valorando los efectos, buenos, malos o regulares, que les pueda conllevar la presión. Si algo ha dejado clarísimo este equipo en su exitoso ciclo de los últimos años es que no entiende de presiones. Podrá ganar (casi siempre) o perder (muy poco), pero será por razones exclusivamente deportivas, no porque les tiemblen las piernas. ¿O no?
Aíto, que acumula en sus espaldas una experiencia que le permite prescindir ya de muchas de estas preocupaciones digamos filosóficas, lo ha tenido claro desde el principio. Y aunque su nivel de exigencia va a ir probablemente en aumento, y no ha sido precisamente tibio desde el comienzo de la concentración, creo que nunca en las tres décadas en las que he seguido profesionalmente su trayectoria le había oído repartir a sus jugadores tantos piropos concatenados como en este mes y medio que lleva al frente de la Selección. Dicho todo de otro modo: con otros jugadores sería muy difícil conseguir lo que estamos consiguiendo, incluidos los éxitos de audiencia televisiva, que cada año por estas fechas marcan los records de nuestro deporte, por encima de los grandes acontecimientos del baloncesto de clubs. Y a Aíto no se le escapa.
LA ROTACIÓN. Hay un dato que deja patente la calidad de este grupo, y no es otro que la no fácil de asimilar crudeza de la rotación. Fue de lo primero que avisó Aíto en Madrid al presentarse como seleccionador. Contra Grecia, salvo los únicos 5 minutos de Raúl, ya jugó con doce. “No es fácil jugar con doce”, me advierte un entrenador de elite. No debe serlo, por supuesto, pero con este equipo todo es un poco menos difícil. O más posible. El partido contra China será otra buena oportunidad de comprobarlo, seguro.
¡Y OLVÍDENSE DE LA PRESIÓN! Pero si nuestro equipo despierta admiración, también ofrece confianza, la máxima. Por eso queda fuera de lugar, como comenté ayer, perder el tiempo valorando los efectos, buenos, malos o regulares, que les pueda conllevar la presión. Si algo ha dejado clarísimo este equipo en su exitoso ciclo de los últimos años es que no entiende de presiones. Podrá ganar (casi siempre) o perder (muy poco), pero será por razones exclusivamente deportivas, no porque les tiemblen las piernas. ¿O no?
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