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jueves, 10 de septiembre de 2009

De Varsovia a Buch


Hoy ha sido día de traslado: de Varsovia a Lodz, unos 125 kilómetros de recorrido. De entre la nutrida representación española formada por el equipo, los directivos, acompañantes, medios de comunicación y algún aficionado, unos lo han hecho por carretera (un par de horas y media) y otros en tren (una hora menos). Pero en cualquier caso todos hemos tenido que aprender a pronunciar el nombre de la ciudad en la que estaremos asentados hasta el próximo miércoles: se escribe Łódź, pero esos acentos y ese signo ortográfico que parece partir en dos la L hacen que se pronuncie algo así como buch. Es una de esas peculiaridades que aprende siempre uno de una lengua extranjera, especialmente de las eslavas.

Con algo más de 600.000 habitantes, Łódź es la segunda ciudad en población de Polonia, cuenta o contaba con la industria textil más importante del país, con productos químicos y artículos metalúrgicos, y llegó a ser famosa su escuela de cine, en la que, entre otros muchos otros cineastas, estudió el famoso Roman Polanski (en la foto estoy junto a la estrella que tiene dedicada en la acera, frente al edificio de la Academia). Al parecer, años atrás se celebraba aquí un importante festival del séptimo arte pero en los últimos tiempos ha perdido cartel. Desde luego, nada más llegar a la ciudad es fácil comprobar que no está pasando precisamente por su mejor momento.

Łódź, por cierto, es desde 1999 una ciudad hermanada con Murcia. No sé por qué, he tratado de averiguarlo pero no lo he conseguido, y a tenor del paisaje que hemos podido ver al entrar en la ciudad, desde luego no parece que sea por las huertas que hay por aquí…

En fin, que el día ha sido ya ciertamente relajado, han vuelto a surgir las bromas, los chistes. El optimismo y la confianza. Se les nota hasta a los jugadores, que han llegado de magnífico buen humor, representado por Juan Carlos Navarro y Jorge Garbajosa (ver la foto) cuando desde el balcón interior de la primera planta del hotel han estado metiéndose con Felipe mientras éste atendía a los periodistas sentado en un sillón en la planta baja. No sé exactamente qué le decían, debía ser en alguna de sus claves, pero desde luego se lo estaban pasando –y nunca mejor dicho, tratándose de Juan Carlos- bomba.

Buena señal, sin duda.

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