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domingo, 30 de noviembre de 2008

De dobles y pasos

En las transmisiones televisivas de esta temporada de las primeras competiciones europeas, viene siendo habitual la repetición en cámara lenta de dos tipos de acciones: las consideradas más espectaculares y las que han generado algún tipo de duda sobre la señalización arbitral. Es en este segundo tipo de repeticiones en las que se puede comprobar, en numerosas ocasiones, hasta qué punto ha avanzado en nuestro baloncesto profesional la propensión a cometer dobles.

No significaría un problema si todas las violaciones de este tipo fueran sancionadas con convencimiento, y lo fueran desde principio de temporada. Pero no se sancionan convenientemente por la sencilla razón de que de un tiempo a esta parte se han convertido en acciones tan habituales, incluso podríamos decir que tan naturales, que cada vez cuesta más identificarlas y, sobre todo, identificarlas como lo que son: una violación. Que, además, otorga al jugador que la comete una evidente, e injusta, ventaja.

Estos dobles del siglo XXI los cometen sobre todo los bases cuando manejan el balón antes de poner en marcha el movimiento colectivo del ataque. Pero también los cometen muchos aleros en contraataque, y no pocos pívots cuando tratan de avanzar de espaldas al aro, con el balón controlado, y un defensor prácticamente cuerpo a cuerpo. En todos esos casos, la acción ofensiva del que comete dobles es muchísimo más difícil de defender que si no cometiera violación alguna. Representa, pues, una ventaja.

Esa lenta pero imparable asimilación de los dobles a una acción perfectamente reglamentaria es uno de los resultados del proceso de llegada al baloncesto europeo de cada vez más jugadores estadounidenses, muchos de ellos con pasaportes de países comunitarios –o simplemente europeos- que se suman a los que también están jugando aquí como extranjeros propiamente dichos. Años atrás también aterrizaban en nuestro baloncesto muchos jugadores USA, sí. Pero no tantos como ahora y, sobre todo, no tantos exteriores, en especial bases, como en la actualidad. Son los bases los que han importado al baloncesto europeo no sólo los famosos pasos de salida sino también ese hábito –mal hábito, según el Reglamento- de acompañar el balón, acomodarlo a la mano… Acciones que en muchos casos, cuando hay avance, suman a esta violación otra más: los pasos. Es en estos casos cuando más se identifica y se sanciona la violación, porque los pasos son visualmente bastante más evidentes. Pero los dobles no; los dobles no se ven siempre tanto.
De modo que el Reglamento ha quedado así de algún modo subvertido, no por su letra ni por su espíritu sino por el implacable avance de un hábito con el que se corre el peligro de que poco a poco, a ojos de los árbitros sobre todo, sea tan habitual y casi natural como lo es ahora, tanto, que ya no parezca antirreglamentario.

Ello, al margen de la influencia que pueda tener en partidos y resultados concretos, puede tener un efecto global y a medio y largo plazo mucho más nocivo: la subversión del aprendizaje de la técnica individual. Hasta hace poco, nuestros jugadores jóvenes eran los primeros en quejarse de los dobles que cometían los bases estadounidenses que tenían enfrente; pero ahora ya no entienden que se los señalen a ellos, aunque las imágenes de televisión evidencien que los han cometido.

Éste empieza a ser el problema de los dobles y los pasos que no se castigan: el baloncesto del futuro inmediato.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

"Que jueguen"

Hace unas semanas tuve la oportunidad de participar, junto a miembros de nuestra área deportiva, en una reunión en la que básicamente se analizaron cuestiones relacionadas con el baloncesto de iniciación y minibasket, como preparación de unas jornadas de trabajo en FIBA Europa. Fue para mí una reunión interesantísima, en la que se iban planteando una cuestión tras otra, a cual más destacable.

Hasta que en un momento dado Josep Bordas, director del programa de Formación y Detección de talentos de la FEB en su vertiente masculina, dio en voz alta una sentencia de ésas que no se olvidan en años: “Lo fundamental es que jueguen, porque cuanto más se juega más se aprende”. Hablaba de formación, de niños y niñas que apenas están empezando; pero, ¿no es válida esta sentencia para cualquier edad y categoría? Yo creo que sí, y lo creo en base a tantos y tantos ejemplos de los que sin duda todos tenemos alguno, o varios, en mente.

Que jueguen. Así, sin más matices –aunque evidentemente los hay siempre-, se resumía la filosofía de aquel baloncesto yugoslavo de finales del siglo XX convertido en la mejor cantera de jugadores; la mejor del mundo en proporción a su materia prima y sus resultados; la primera cantera que exportó a la NBA no sólo jugadores sino también estrellas.

En 1984, en mi primer desplazamiento profesional a un partido de la entonces Copa de Europa, pasé una tarde en el pabellón en el que entrenaban los equipos de base del Bosna de Sarajevo, en aquellos tiempos uno de los equipos punteros del baloncesto plavi. Y allí me explicaron eso tan sencillo -pero a la vez tan complicado en función de las circunstancias- de dar a los jugadores minutos y minutos de juego. En Yugoslavia en aquella época, además, hasta una cierta edad a los jugadores ni siquiera se les corregía lo que en ortodoxia podían ser malos hábitos: en el tiro, en el pase, etc.

Que lo fundamental es que jueguen se puede comprobar simplemente analizando las estadísticas de cualquier jugador, comparando su rendimiento jugando 12 minutos de media (porque al entrendor no le convence) con su rendimiento cuando pasa a hacerlo 31 (porque, por ejemplo, un compañero de equipo se ha lesionado). Hay pocos jugadores que, en un supuesto como éste, no mejoren sus números, su rendimiento e incluso su calidad.

La cuestión en el baloncesto actual es casi siempre la diferencia entre el planteamiento que exige al jugador rendimiento para tener 31 minutos (jugando de 12 en 12, lo que es dificilísimo) y la otra forma de verlo: apostar por que el jugador sea mejor a base de darle minutos. Es evidente quién, dónde o cuándo está por lo primero, y quién, dónde y cuándo está por lo segundo. A mí simplemente me da la impresión, a tenor de las experiencias que podemos analizar, que los grandes jugadores han surgido siempre de las canteras que no se han limitado a exigirle “que trabaje” sino de las que además, y sobre todo, han apostado por “que juegue”. Si además alguien con tanta y tanta experiencia como Josep Bordas lo ve así, es que muy probablemente es así.