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lunes, 5 de octubre de 2009

La rotación como medio, no como fin

El seleccionador turco, el veterano Bogdan Tanjevic, se ha mostrado recientemente crítico con la FIBA y/o FIBA Europa por considerar que su carácter conservador cierra las puertas a la posibilidad de que las selecciones puedan acudir a los grandes campeonatos internacionales –como el reciente Eurobasket- con plantillas de hasta 14 jugadores. Según él, algo así conseguiría repartir el esfuerzo, aumentaría el espectáculo y reduciría el número de lesiones.

Aunque no sabemos si por su iniciativa o por la de otros, el Eurobasket de Polonia estuvo a punto de ser el primero de la historia en jugarse con eso, con plantillas de 14 jugadores: doce en el acta de cada partido, dos obligados descartes por jornada. De hecho, así estaba oficiosamente anunciado hasta que, sólo unos meses antes, FIBA Europa anunció que no iba a ser así. Si con esos 12 + 2 jugadores se lograrían todos los efectos positivos que asegura Tanjevic, no deja de ser una incógnita en base a la cual, lógicamente, no se pueden hacer valoraciones ni sacar conclusiones. Pero sí retomar un debate que de nuevo se abrió –en mayor o menor medida- durante el reciente campeonato en Polonia: el interminable debate de la rotación.

Eso sí: hay que saber diferenciar entre el debate sobre la rotación –que es uno- y el debate sobre la conveniencia o no de un cambio o unos cambios en un momento determinado. Pueden parecer lo mismo, pero no lo son. De modo que por hoy nos vamos a centrar en el de la rotación. Aunque sólo sea para aportar un par de pinceladas.

EL MEDIO O EL FIN. Partiendo de la base –tal y como han repetido cientos de veces la gran mayoría de entrenadores- de que la rotación de jugadores a lo largo de un partido lo que busca es mantener el mayor ritmo de juego e intensidad posibles, el concepto que considero debe quedar por encima de cualquier otra consideración es que ese mayor ritmo de juego e intensidad posibles no pueden ser el fin sino el medio. Personalmente tengo la sensación –y probablemente no sea el único- de que a fuerza de haberse impuesto, han acabado siendo el fin.

Y el fin durante un partido no puede ser otro que ganarlo. Si es con rotación, con rotación; y si es sin rotación, sin rotación. Del mismo modo que –por poner otro ejemplo- si es con defensa en zona, con defensa en zona; y si es sin defensa en zona, sin defensa en zona.

Para ganar, evidentemente, es por lo que los entrenadores quieren imponer el mayor ritmo de juego e intensidad posibles, y para eso aplican la rotación. Lo hacen porque están convencidos de que son factores que poco menos que garantizan la victoria. Pero, ¿la garantizan realmente? La respuesta, por supuesto, es que no; al menos, no siempre.

ROTACIÓN Y BASKET CONTROL. La rotación del banquillo a lo largo de los partidos se empezó a imponer en nuestro baloncesto –en el baloncesto español pero también por extensión en el baloncesto FIBA- aproximadamente a principios de la pasada década de los años 90, quizás un poco antes. Pero su éxito a nivel de resultados –hay que recordarlo- fue dispar. En especial en las competiciones europeas de clubes, en las que en aquellos años triunfaron por encima de los demás no sólo equipos con escasa profundidad de banquillo –o sea, poca rotación- sino, además, con un bajísimo ritmo de juego e intensidad física. No todos los campeones fueron aquel Limoges paradigma de lo uno y de lo otro, pero tampoco podemos olvidar que precisamente en aquella época en la que empezaba a imponerse la filosofía de la rotación el que en realidad en demasiadas ocasiones acabó reinando fue el baloncesto absolutamente opuesto: el que conocimos –y denostamos- como basket control.

Se puede aducir que de aquello hace ya década y media, y que –sin olvidar que de los 30 segundos de posesión hemos bajado a los 24- en la actualidad la condición física de los jugadores se ha multiplicado por mucho. Pero a fin de cuentas es probable que el baloncesto no haya cambiado tanto como para que ahora, como antes, la verdadera diferencia en gran medida la marquen, por encima de los factores físicos, los técnicos y tácticos. Es algo de lo que tenemos muchos ejemplos.

Y volviendo al inicio, a la propuesta de Tanjevic, apuntar sólo una última consideración. Si los propios entrenadores reconocen que una rotación con doce jugadores es complicada –y sus hechos lo confirman, en especial cuando se llega a playoff o finales, en los que ‘recortan’ considerablemente sus manejos-, ¿no lo serían mucho más con catorce?

Espero debate.

1 comentario:

Carlos Alvaredo dijo...

Pues abro el debate. En mi opinión, la importancia de poder elegir sobre una plantilla de 14 va más en función del partido a jugar... aunque al final no jueguen los 12 seleccionados. Cada maestrillo opta por un tipo de rotación, está demostrado que con una buena rotación de 8 jugadores es suficiente, otros necesitan 10 y pocos se van hasta los 12 en un partido, pero... ¿qué 12? En cuantos momentos de este Eurobasket hemos echado de menos a Saúl o Carlos Suarez o Sergi Vidal (por fin irá a la selección ahora que es del Madrid!!!) con una plantilla de 14 tal vez en algún partido podía haber estado en el acta y haber actuado puntualmente para alguna situación complicada. En torneos cortos, si cada uno asume su rol, no debería haber problema. ¿Alguien duda que si a Victor Claver se hubiera quedado fuera algún día hubiese protestado?
Además está el tema de las fatídicas lesiones, que con una plantilla más amplia siempre puedes subsanar.