El pasado sábado, en Katowice, apenas finalizada la semifinal contra Grecia, satisfechos y felices por la victoria y por habernos metido en la final, mientras circulaba por uno de los pasillos interiores del pabellón polaco hubo quien me dijo algo así como “todo esto está muy bien pero estamos donde estábamos, si mañana no ganamos será un fracaso”. Yo estaba, como todos, en plena explosión de adrenalina, pero no dudé en la respuesta:
- No, si no ganamos no será un fracaso –dije, más o menos así-, porque los éxitos de este equipo no se miden sólo por victorias, títulos y medallas sino también, y posiblemente sobre todo, por todas esas otras cosas que si habláramos exclusivamente de baloncesto, de juego, denominaríamos intangibles, y que así en general llamamos valores.
Puede que no sea fácil entender, desde determinadas ópticas, que incluso en un baloncesto al más alto nivel profesional y competitivo el resultado final no sea en realidad lo único importante, ni siquiera tal vez lo más importante. Pero es así, y para mí de una forma más que evidente cuando se trata de la Selección. Es lo que traté de explicar semanas atrás, cuando volvimos a comprobar que este equipo es único a la hora de enganchar, gustar e identificar, y también cuando aquí mismo aseguré que el éxito en el Eurobasket estaba garantizado. No me refería a la medalla de oro, que eso no lo garantiza nada ni nadie -… aunque ya lo veis, aquí está también- sino a todo lo demás.
Todos esos llamémosle valores, que en gran medida, aunque sólo en casos verdaderamente ejemplares, llegan a estar por encima del marcador, son a lo mejor menos cuantificables en el plazo corto pero absolutamente indispensables para el crecimiento y desarrollo de nuestro baloncesto.
¿Podemos concretar a cuántos chavales les habrá entrado el gusanillo de nuestro baloncesto viendo a su alrededor a sus mayores vibrar con el final de Eurobasket de España? No, pero seguro que los hay, y que en los próximos años muchos de ellos serán un granito de arena más. ¿Se puede dar alguna cifra de lo que nos reportarán en un futuro más o menos inmediato -a todos- unas audiencias televisivas a la altura de los mejores partidos de fútbol? Difícil ahora mismo, pero que también van a empujar, es indiscutible.
Para que el éxito esté garantizado por encima del resultado se requiere eso: identificación y valores. Dos cualidades aparentemente sencillas de propiciar pero del todo excepcionales en el baloncesto actual. Por eso esta Selección es excepcional, y por eso las medallas la convierten en extraordinaria.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
viernes, 18 de septiembre de 2009
Tres horitas en tren... y otro partidazo
Las escasamente 24 horas que llevamos muchos en Katowice han dado para muchísimo, aunque lo mejor de todo, evidentemente, ha sido la victoria de ayer sobre Francia con un partidazo de esos que ha vuelto a convertir a la Selección en lo que en realidad no había dejado de ser nunca a pesar de su arranque de campeonato: el equipo de mayor referencia del deporte español.
Para llegar hasta aquí muchos optamos por hacerlo en tren. La experiencia del desplazamiento de Varsovia a Łódź fue francamente agradable, y aunque ya nos habían advertido de que éste otro desplazamiento no iba a ser igual, nadie se echó atrás, ni muchísimo menos yo, que soy un verdadero enamorado de los viajes en ferrocarril.
Fueron tres horitas. El tren, desde luego, no tenía nada que ver con el de la pasada semana. Viejo, destartalado y sin el más mínimo servicio, aunque, la verdad sea dicha, nada incómodo. A mí personalmente me recordó a mis años de viajes mochileros, y muy especialmente al que realicé en 1993 en el Transiberiano (de Moscú a Novosibirsk) y en el Transkazajstano (de Novosibirsk a Tashkent) con dos amigos y colegas, Julián Felipo (Mundo Deportivo) y José Carlos Sorribes (ahora ‘retirado’ del baloncesto y especializado en teatro en las páginas de El Periódico). Pero si el viaje me recordó a aquel otro, el paisaje que se veía a través de las ventanillas, no. A medida que nos adentrábamos en la región se percibía que es ésta tierra de minas y carbón: la Alta Silesia, capital ahora –leo en la Wikipedia- de un voivodato. He consultado a mi amigo y durante años compañero Vladimir Stankovic –que es mi amable asesor en todo lo relacionado con el mundo eslavo- y me ha comentado que voivodato, que ahora al parecer es aquí en Polonia una división administrativa al estilo de nuestras provincias, se asimila a lo que antiguamente en otros países era un ducado. En cualquier caso, la ciudad de Katowice no es lo que se dice precisamente un destino turístico. Además, en comparación con Varsovia y Łódź, aquí se habla menos inglés.
Cambiando de tercio, victoria y exhibición de la Selección aparte, lo mejor del jueves fue ver en las gradas del pabellón una más que nutrida nutridísima representación de aficionados españoles; por no faltar, ni siquiera faltó una enorme bandera del R.C.D. Espanyol, hecho sin precedentes que desató la euforia de Juan Antonio Casanova, el veterano periodista de La Vanguardia, ‘periquito’ confeso. Si no nos señaló la bandera a todos diez veces, no nos la señaló ninguna. Sólo faltó que al salir del pabellón se cruzara con otro ‘periquito’…
Pero banderas al margen ese medio millar de aficionados españoles pusieron su colorido y buen seguro que empujaron su poquito al equipo. Entre quienes estaban en las gradas de Katowice vimos asimismo a Marta Fernández, la hermana de Rudy, que vive a unos 40 kilómetros de aquí, en Cracovia, la sede del Wisla, una de las ciudades más bonitas del país.
En fin: que mientras estaba acabando estas líneas, Grecia ha superado a Turquía en la prórroga. Así que mañana toca semifinal contra Spanoulis y compañía. Otro partidazo.
Para llegar hasta aquí muchos optamos por hacerlo en tren. La experiencia del desplazamiento de Varsovia a Łódź fue francamente agradable, y aunque ya nos habían advertido de que éste otro desplazamiento no iba a ser igual, nadie se echó atrás, ni muchísimo menos yo, que soy un verdadero enamorado de los viajes en ferrocarril.
Fueron tres horitas. El tren, desde luego, no tenía nada que ver con el de la pasada semana. Viejo, destartalado y sin el más mínimo servicio, aunque, la verdad sea dicha, nada incómodo. A mí personalmente me recordó a mis años de viajes mochileros, y muy especialmente al que realicé en 1993 en el Transiberiano (de Moscú a Novosibirsk) y en el Transkazajstano (de Novosibirsk a Tashkent) con dos amigos y colegas, Julián Felipo (Mundo Deportivo) y José Carlos Sorribes (ahora ‘retirado’ del baloncesto y especializado en teatro en las páginas de El Periódico). Pero si el viaje me recordó a aquel otro, el paisaje que se veía a través de las ventanillas, no. A medida que nos adentrábamos en la región se percibía que es ésta tierra de minas y carbón: la Alta Silesia, capital ahora –leo en la Wikipedia- de un voivodato. He consultado a mi amigo y durante años compañero Vladimir Stankovic –que es mi amable asesor en todo lo relacionado con el mundo eslavo- y me ha comentado que voivodato, que ahora al parecer es aquí en Polonia una división administrativa al estilo de nuestras provincias, se asimila a lo que antiguamente en otros países era un ducado. En cualquier caso, la ciudad de Katowice no es lo que se dice precisamente un destino turístico. Además, en comparación con Varsovia y Łódź, aquí se habla menos inglés.
Cambiando de tercio, victoria y exhibición de la Selección aparte, lo mejor del jueves fue ver en las gradas del pabellón una más que nutrida nutridísima representación de aficionados españoles; por no faltar, ni siquiera faltó una enorme bandera del R.C.D. Espanyol, hecho sin precedentes que desató la euforia de Juan Antonio Casanova, el veterano periodista de La Vanguardia, ‘periquito’ confeso. Si no nos señaló la bandera a todos diez veces, no nos la señaló ninguna. Sólo faltó que al salir del pabellón se cruzara con otro ‘periquito’…
Pero banderas al margen ese medio millar de aficionados españoles pusieron su colorido y buen seguro que empujaron su poquito al equipo. Entre quienes estaban en las gradas de Katowice vimos asimismo a Marta Fernández, la hermana de Rudy, que vive a unos 40 kilómetros de aquí, en Cracovia, la sede del Wisla, una de las ciudades más bonitas del país.
En fin: que mientras estaba acabando estas líneas, Grecia ha superado a Turquía en la prórroga. Así que mañana toca semifinal contra Spanoulis y compañía. Otro partidazo.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
La presión del ridículo
Como os podéis imaginar, en las últimas horas aquí en Łódź de lo que se ha hablado en las tertulias, incluso esta mañana durante el desayuno, es el final del partido de ayer entre Francia y Grecia. “Esperpéntico”, “surrealista”… de todo eso y mucho más se ha calificado esos minutos en los que ni franceses ni griegos querían ganar el partido porque el que ganara iba a tener muchísimas posibilidades de cruzarse con España en los cuartos de final. En el bar del hotel en el que se hallan alojadas todas las selecciones estaban siguiendo el partido los serbios –técnicos, periodistas, algún directivo…-, quienes cuando De Colo anotó la canasta que deshacía el empate y daba el triunfo a Francia se partieron de risa y un tuvieron inconveniente de llamar “tonto” al nuevo jugador del Pamesa, bromeando sobre si no se había enterado de la jugada o no se lo habían dicho.
Recuerdo que hace unos años un entrenador de ACB me explicó su personal experiencia en un partido que su equipo –tras unos días de deliberaciones en las altas instancias del club- salió a perder. “Es infinitamente más difícil y complicado jugar a perder que a ganar –me dijo-, porque además el público se da cuenta, lo sabe, y tú sientes que estás haciendo un ridículo impresionante”.
(Eran en la ACB aquellos años en los que el sistema de competición, que se cambiaba casi cada doce meses, incluía el denominado Factor de Corrección que modificaba la clasificación final porque en la liga regular no se enfrentaban todos contra todos. En fin, un verdadero lío. De entonces data también la anécdota, elevada a leyenda, de que el histórico presidente del TDK Manresa, Carles Casas, cuando se le preguntó sobre cómo veía a su equipo, respondió: “Nosotros seguiremos jugando y al final ya nos dirá Portela cómo hemos quedado”. Cierta o no, que nunca se sabe, la anécdota ha quedado marcada para siempre en la historia de la Liga ACB)
A De Colo le debió pasar algo parecido a lo que me comentó aquel entrenador: no debió soportar la presión de estar haciendo el ridículo, y la metió. Desde luego, si al final Francia se cruza con España en cuartos, lo más probable es que de una forma o de otra acusen esta jugada.
(Por cierto: el equipo del entrenador que me explicó su experiencia de jugar a perder, perdió aquel partido. Lo pasaron fatal, pero al menos consiguieron su propósito, como ayer Grecia)
Recuerdo que hace unos años un entrenador de ACB me explicó su personal experiencia en un partido que su equipo –tras unos días de deliberaciones en las altas instancias del club- salió a perder. “Es infinitamente más difícil y complicado jugar a perder que a ganar –me dijo-, porque además el público se da cuenta, lo sabe, y tú sientes que estás haciendo un ridículo impresionante”.
(Eran en la ACB aquellos años en los que el sistema de competición, que se cambiaba casi cada doce meses, incluía el denominado Factor de Corrección que modificaba la clasificación final porque en la liga regular no se enfrentaban todos contra todos. En fin, un verdadero lío. De entonces data también la anécdota, elevada a leyenda, de que el histórico presidente del TDK Manresa, Carles Casas, cuando se le preguntó sobre cómo veía a su equipo, respondió: “Nosotros seguiremos jugando y al final ya nos dirá Portela cómo hemos quedado”. Cierta o no, que nunca se sabe, la anécdota ha quedado marcada para siempre en la historia de la Liga ACB)
A De Colo le debió pasar algo parecido a lo que me comentó aquel entrenador: no debió soportar la presión de estar haciendo el ridículo, y la metió. Desde luego, si al final Francia se cruza con España en cuartos, lo más probable es que de una forma o de otra acusen esta jugada.
(Por cierto: el equipo del entrenador que me explicó su experiencia de jugar a perder, perdió aquel partido. Lo pasaron fatal, pero al menos consiguieron su propósito, como ayer Grecia)
lunes, 14 de septiembre de 2009
Rickshaws en la Piotrkowska
Ayer por la mañana recibí un SMS:
“La primera expedición de papás salimos hoy para animar. ¿Cómo lo tenemos, tenemos que ganar los dos que quedan?”
Pues mejor que sí, que los ganemos, para no tener que depender de los demás.
Ya por la noche aterrizaron en Łódź los padres de Rudy, Ricky, Felipe y Alex, además del tercero de la saga de los Reyes. Como todos, también ellos confían en que una victoria esta tarde sobre los lituanos marque el punto de inflexión del Eurobasket y la Selección vuelva a apuntar a lo que apuntaba hace apenas un par de semanas.
La primera expedición de papás se he encontrado hoy con un poco más de fresco del que hemos tenido en los últimos días, pero también con sol. No es un sol de playa, no es nuestro sol, pero el sol al fin y al cabo. Y en un país al que habíamos venido convencidos de que no lo íbamos a ver en dos semanas, es desde luego un lujo.
No sólo el sol, por tenue que sea, parece haber animado a las gentes de Łódź. Ayer por la noche todo fueron gritos, cánticos y celebraciones por la victoria de su selección en la final del Europeo de voleibol. Las terrazas de bares y restaurantes estaban a rebosar, las televisiones a tope, y la cerveza corría como el agua del grifo. Al final la explosión popular fue espectacular, aunque no sé a ciencia cierta si el voleibol es aquí un deporte de masas. Lo dudo. Pero cuando se es campeón de algo, ese algo acostumbra a valer mucho más.
El ambiente –ayer y siempre- se concentra en esta ciudad en una sola calle: la Piotrkowska. Es una arteria comercial, con bares, restaurantes y tiendas de todo tipo –sobre todo moda- que debe tener un par de kilómetros de largo. Ahí está, al parecer, todo. O casi todo. Incluidos puestos de rickshaws, esos taxis a pedales que a todos nos suelen transportar a la India. No son los mismos, porque aquí el taxista va detrás y los asientos –por delante- son dobles, como si fueran un sofá de jardín.
Aún no sé de nadie de los nuestros que se haya subido a uno. Pero todo se andará, seguro.
Faltan apenas cuatro horas para el partido. El equipo ha desayunado tarde, tomará un buen tentempié sobre las una del mediodía… y a jugar. ¡Suerte!
“La primera expedición de papás salimos hoy para animar. ¿Cómo lo tenemos, tenemos que ganar los dos que quedan?”
Pues mejor que sí, que los ganemos, para no tener que depender de los demás.
Ya por la noche aterrizaron en Łódź los padres de Rudy, Ricky, Felipe y Alex, además del tercero de la saga de los Reyes. Como todos, también ellos confían en que una victoria esta tarde sobre los lituanos marque el punto de inflexión del Eurobasket y la Selección vuelva a apuntar a lo que apuntaba hace apenas un par de semanas.
La primera expedición de papás se he encontrado hoy con un poco más de fresco del que hemos tenido en los últimos días, pero también con sol. No es un sol de playa, no es nuestro sol, pero el sol al fin y al cabo. Y en un país al que habíamos venido convencidos de que no lo íbamos a ver en dos semanas, es desde luego un lujo.
No sólo el sol, por tenue que sea, parece haber animado a las gentes de Łódź. Ayer por la noche todo fueron gritos, cánticos y celebraciones por la victoria de su selección en la final del Europeo de voleibol. Las terrazas de bares y restaurantes estaban a rebosar, las televisiones a tope, y la cerveza corría como el agua del grifo. Al final la explosión popular fue espectacular, aunque no sé a ciencia cierta si el voleibol es aquí un deporte de masas. Lo dudo. Pero cuando se es campeón de algo, ese algo acostumbra a valer mucho más.
El ambiente –ayer y siempre- se concentra en esta ciudad en una sola calle: la Piotrkowska. Es una arteria comercial, con bares, restaurantes y tiendas de todo tipo –sobre todo moda- que debe tener un par de kilómetros de largo. Ahí está, al parecer, todo. O casi todo. Incluidos puestos de rickshaws, esos taxis a pedales que a todos nos suelen transportar a la India. No son los mismos, porque aquí el taxista va detrás y los asientos –por delante- son dobles, como si fueran un sofá de jardín.
Aún no sé de nadie de los nuestros que se haya subido a uno. Pero todo se andará, seguro.
Faltan apenas cuatro horas para el partido. El equipo ha desayunado tarde, tomará un buen tentempié sobre las una del mediodía… y a jugar. ¡Suerte!
jueves, 10 de septiembre de 2009
De Varsovia a Buch
Hoy ha sido día de traslado: de Varsovia a Lodz, unos 125 kilómetros de recorrido. De entre la nutrida representación española formada por el equipo, los directivos, acompañantes, medios de comunicación y algún aficionado, unos lo han hecho por carretera (un par de horas y media) y otros en tren (una hora menos). Pero en cualquier caso todos hemos tenido que aprender a pronunciar el nombre de la ciudad en la que estaremos asentados hasta el próximo miércoles: se escribe Łódź, pero esos acentos y ese signo ortográfico que parece partir en dos la L hacen que se pronuncie algo así como buch. Es una de esas peculiaridades que aprende siempre uno de una lengua extranjera, especialmente de las eslavas.
Con algo más de 600.000 habitantes, Łódź es la segunda ciudad en población de Polonia, cuenta o contaba con la industria textil más importante del país, con productos químicos y artículos metalúrgicos, y llegó a ser famosa su escuela de cine, en la que, entre otros muchos otros cineastas, estudió el famoso Roman Polanski (en la foto estoy junto a la estrella que tiene dedicada en la acera, frente al edificio de la Academia). Al parecer, años atrás se celebraba aquí un importante festival del séptimo arte pero en los últimos tiempos ha perdido cartel. Desde luego, nada más llegar a la ciudad es fácil comprobar que no está pasando precisamente por su mejor momento.
Łódź, por cierto, es desde 1999 una ciudad hermanada con Murcia. No sé por qué, he tratado de averiguarlo pero no lo he conseguido, y a tenor del paisaje que hemos podido ver al entrar en la ciudad, desde luego no parece que sea por las huertas que hay por aquí…
En fin, que el día ha sido ya ciertamente relajado, han vuelto a surgir las bromas, los chistes. El optimismo y la confianza. Se les nota hasta a los jugadores, que han llegado de magnífico buen humor, representado por Juan Carlos Navarro y Jorge Garbajosa (ver la foto) cuando desde el balcón interior de la primera planta del hotel han estado metiéndose con Felipe mientras éste atendía a los periodistas sentado en un sillón en la planta baja. No sé exactamente qué le decían, debía ser en alguna de sus claves, pero desde luego se lo estaban pasando –y nunca mejor dicho, tratándose de Juan Carlos- bomba.
Buena señal, sin duda.
Con algo más de 600.000 habitantes, Łódź es la segunda ciudad en población de Polonia, cuenta o contaba con la industria textil más importante del país, con productos químicos y artículos metalúrgicos, y llegó a ser famosa su escuela de cine, en la que, entre otros muchos otros cineastas, estudió el famoso Roman Polanski (en la foto estoy junto a la estrella que tiene dedicada en la acera, frente al edificio de la Academia). Al parecer, años atrás se celebraba aquí un importante festival del séptimo arte pero en los últimos tiempos ha perdido cartel. Desde luego, nada más llegar a la ciudad es fácil comprobar que no está pasando precisamente por su mejor momento.
Łódź, por cierto, es desde 1999 una ciudad hermanada con Murcia. No sé por qué, he tratado de averiguarlo pero no lo he conseguido, y a tenor del paisaje que hemos podido ver al entrar en la ciudad, desde luego no parece que sea por las huertas que hay por aquí…
En fin, que el día ha sido ya ciertamente relajado, han vuelto a surgir las bromas, los chistes. El optimismo y la confianza. Se les nota hasta a los jugadores, que han llegado de magnífico buen humor, representado por Juan Carlos Navarro y Jorge Garbajosa (ver la foto) cuando desde el balcón interior de la primera planta del hotel han estado metiéndose con Felipe mientras éste atendía a los periodistas sentado en un sillón en la planta baja. No sé exactamente qué le decían, debía ser en alguna de sus claves, pero desde luego se lo estaban pasando –y nunca mejor dicho, tratándose de Juan Carlos- bomba.
Buena señal, sin duda.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
El justo punto de picante
Acabo de llegar al Towar Hall, falta una hora para el salo inicial del trascendental partido contra Eslovenia y ya han salido a hacer unos tiros Rudy, Felipe, Víctor, Alex y Sergio. Sus caras nos han hecho llegar a los españoles que ya estamos aquí indicios de que la concentración es máxima. Hemos sufrido mucho en los dos días anteriores, y nadie descarta sufrir hoy también, pero nadie entre nosotros contempla otra posibilidad que no sea la de estar mañana a esta misma hora en Lodz para encarar la segunda fase de este Eurobasket con la misma ambición con que llegamos a Varsovia.
El que no está muy concentrado en esto es el taxista que nos ha traído hasta aquí a mí y a mi amigo y ex compañero en Mundo Deportivo Jesús Pérez. Cuando nos ha dejado frente al pabellón nos ha preguntado:
- ¿Y qué fiesta hay aquí?
- El campeonato de Europa de baloncesto –le hemos respondido.
- Ah –ha sido todo su comentario.
El Towar Hall, por cierto, es en realidad una pista de hielo, acondicionada para la ocasión. A apenas 50 metros se está construyendo un nuevo estado de fútbol, para un Mundial o una Eurocopa que se ve que se va a jugar aquí un año de estos… Yo de fútbol sé menos que el taxista de la agenda deportiva de su ciudad.
Y hablando de taxis, son de lo más caro de Varsovia, al menos en proporción a los restaurantes. Una comida o una cena normalita, sin pretensiones pero suficiente, no supera los 15 o 20 euros de media. De entre los platos propios de la gastronomía polaca me quedo personalmente con sus sopas: una de remolacha y tomate y otra con una especie de albóndigas que están sabrosísimas), las dos con el justo punto de picante.
Un día de estos os doy la receta.
Y ahora sí, ¡a por ellos! Son ya las seis menos cinco…
El que no está muy concentrado en esto es el taxista que nos ha traído hasta aquí a mí y a mi amigo y ex compañero en Mundo Deportivo Jesús Pérez. Cuando nos ha dejado frente al pabellón nos ha preguntado:
- ¿Y qué fiesta hay aquí?
- El campeonato de Europa de baloncesto –le hemos respondido.
- Ah –ha sido todo su comentario.
El Towar Hall, por cierto, es en realidad una pista de hielo, acondicionada para la ocasión. A apenas 50 metros se está construyendo un nuevo estado de fútbol, para un Mundial o una Eurocopa que se ve que se va a jugar aquí un año de estos… Yo de fútbol sé menos que el taxista de la agenda deportiva de su ciudad.
Y hablando de taxis, son de lo más caro de Varsovia, al menos en proporción a los restaurantes. Una comida o una cena normalita, sin pretensiones pero suficiente, no supera los 15 o 20 euros de media. De entre los platos propios de la gastronomía polaca me quedo personalmente con sus sopas: una de remolacha y tomate y otra con una especie de albóndigas que están sabrosísimas), las dos con el justo punto de picante.
Un día de estos os doy la receta.
Y ahora sí, ¡a por ellos! Son ya las seis menos cinco…
martes, 8 de septiembre de 2009
Sol polaco y aceite de oliva español
Pues el lunes acabó mucho más gris de lo que empezó, pero en cambio este martes –en contraste con la resaca de la decepción por la derrota- ha amanecido más que soleado y casi primaveral. Son las cosas de este clima tan continental que, en efecto, no es el nuestro, pero de vez en cuando también da alguna alegría. Y ver el sol en Varsovia, por lo que nos han apuntado algunos españoles afincados aquí, más que una alegría es un alegrón.
Pero con o sin sol, una de las características más llamativas de las calles en la capital polaca es que, a pesar de no sufrir un tráfico excesivo, la mayoría de coches circulan a una velocidad un pelín más allá de la recomendable. Probablemente lo facilita el hecho de que el transporte público por excelencia –como en muchos países centroeuropeos- es el tranvía, del que ya se sabe por dónde va y por dónde no va a ir. Eso facilita las cosas, claro, y las maniobras.
No es problema para los equipos, por supuesto, que sólo hacen dos veces al día el mismo trayecto (del hotel al pabellón y viceversa) pero no deja de ser chocante para quienes se mueves un poco más. Como Jose Calderón. El base extremeño, que no puede pisar la cancha pero está a pie de ella como comentarista de laSexta, ha alquilado una pista en la que cada día se ejercita en solitario, bajo la atenta mirada de su preparador físico personal. Se trata de ir recuperando poco a poco el ritmo porque Jose empezará la próxima temporada con los Raptors después de casi cinco meses sin competición.
Por cierto, que tanto Calderón como los equipos como todos los demás transeúntes de Varsovia pueden ver estos días en paneles publicitarios el reclamo de una campaña de promoción del aceite de oliva español por toda Polonia. Esta mañana de martes, mientras Scariolo y sus hombres se han trasladado al Towar Hall para desentumecer músculos, la Embajada española era escenario de una presentación de la campaña por todo lo alto. Ojalá calen nuestros aceiteros, aunque a decir verdad hay que reconocer que las vinagretas con las que acostumbran a servir aquí muchas ensaladas son francamente sabrosas. Con una pizca de mostaza.
Pero con o sin sol, una de las características más llamativas de las calles en la capital polaca es que, a pesar de no sufrir un tráfico excesivo, la mayoría de coches circulan a una velocidad un pelín más allá de la recomendable. Probablemente lo facilita el hecho de que el transporte público por excelencia –como en muchos países centroeuropeos- es el tranvía, del que ya se sabe por dónde va y por dónde no va a ir. Eso facilita las cosas, claro, y las maniobras.
No es problema para los equipos, por supuesto, que sólo hacen dos veces al día el mismo trayecto (del hotel al pabellón y viceversa) pero no deja de ser chocante para quienes se mueves un poco más. Como Jose Calderón. El base extremeño, que no puede pisar la cancha pero está a pie de ella como comentarista de laSexta, ha alquilado una pista en la que cada día se ejercita en solitario, bajo la atenta mirada de su preparador físico personal. Se trata de ir recuperando poco a poco el ritmo porque Jose empezará la próxima temporada con los Raptors después de casi cinco meses sin competición.
Por cierto, que tanto Calderón como los equipos como todos los demás transeúntes de Varsovia pueden ver estos días en paneles publicitarios el reclamo de una campaña de promoción del aceite de oliva español por toda Polonia. Esta mañana de martes, mientras Scariolo y sus hombres se han trasladado al Towar Hall para desentumecer músculos, la Embajada española era escenario de una presentación de la campaña por todo lo alto. Ojalá calen nuestros aceiteros, aunque a decir verdad hay que reconocer que las vinagretas con las que acostumbran a servir aquí muchas ensaladas son francamente sabrosas. Con una pizca de mostaza.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Inglés de calle y zlotys
Pues ya estamos en Varsovia, ya estamos a horas del salto inicial del primer partido de este Eurobasket en el que tantas ilusiones y ambiciones hemos depositado todos. Y ya están algunos lo que dicen “destemplados”, porque la capital polaca nos ha recibido a todos con temperaturas que nada tienen que ver con las canículas por las que se ha paseado en las últimas semanas la Eñemanía: fresquito, cielo gris y hasta alguna gota.
Hacía exactamente 16 años que no pisaba Varsovia, y aunque la verdad es que poco recuerdo de aquella última visita porque fue de paso hacia Moscú, al aterrizar ayer sábado tuve la impresión de que podía estar en Varsovia o en cualquier otra ciudad europea, o hasta española. Antes, cuando pisabas otro país lo notabas enseguida: hasta el olor era otro. Ahora, en cambio, muchas ciudades parecen las mismas. Y si antes te recibía un idioma que no era el tuyo, ahora lo primero que oyes –en un policía, en el organizador de los taxis o el camarero del bar- es el casi idéntico inglés mal hablado pero chapurreado gracias a los cursillos de la calle.
Pero al menos en Polonia se recupera aquella vieja tradición de llegar y tener que cambiar moneda, calcular a cuánto te va a salir el cambio y empezar a barruntar qué va a ser caro y qué barato. Los polacos ingresaron en la Unión Europea hace ya cinco años, pero no han adoptado el euro: mantienen los viejos zlotys, divisa que estos días estamos cambiando aproximadamente a 1 euro por 4 zlotys, que etimológicamente significa dorado y (según acabo de consultar en la Wikipedia…) hace referencia a las antiguas monedas de oro, que con esta palabra se conocían. Los billetes, por cierto, son sustancialmente más pequeños que los de euro, tanto a lo ancho como a lo alto). En uno de ellos aparece uno de los polacos más ilustres, el astrónomo Nicolás Copérnico, aunque si nos preguntan a un periodista qué polaco nos viene primero a la cabeza, lo más probable es que respondamos que Ryszard Kapuscinski, uno de los grandes reporteros de las últimas décadas. Personalmente recomiendo la lectura de dos de sus obras: Sha y El emperador.
En fin, que entre la visita del embajador, el último entrenamiento del equipo y el tiempo necesario para situarse en la ciudad, se nos ha pasado el día. Lo más complicado, al final, ha sido bajar por la noche al hall del hotel para salir a cenar algo cerca. A eso de las nueve de la noche han aparecido al menos un par de centenares de soldados del ejército israelí, al parecer para participar mañana lunes en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto judío, y han literalmente colapsado los ascensores. Nos ha bloqueado a muchos, pero no tanto como a tres turistas españoles con los que hemos coincidido en un restaurante cercano al hotel, que al oírnos hablar del Eurobasket nos han preguntado contra quién y a qué hora jugaba mañana España. “A las nueve”, les hemos respondido. “¿De la mañana o de la noche?”, nos han vuelto a preguntar.
Nos han visto entonces las caras de estupor, se han puesto a reír y se han excusado: “Es que no somos entendidas en baloncesto”.
Es lo que tiene esta Selección: engancha hasta a los más profanos.Daremos un vistazo a las gradas del Towar Hall a ver si esos tres compatriotas –dos chicas y un chico- han tenido la suerte de encontrar alguna entrada a la venta y pueden empezar a dejar de ser tan poco entendidos…
Hacía exactamente 16 años que no pisaba Varsovia, y aunque la verdad es que poco recuerdo de aquella última visita porque fue de paso hacia Moscú, al aterrizar ayer sábado tuve la impresión de que podía estar en Varsovia o en cualquier otra ciudad europea, o hasta española. Antes, cuando pisabas otro país lo notabas enseguida: hasta el olor era otro. Ahora, en cambio, muchas ciudades parecen las mismas. Y si antes te recibía un idioma que no era el tuyo, ahora lo primero que oyes –en un policía, en el organizador de los taxis o el camarero del bar- es el casi idéntico inglés mal hablado pero chapurreado gracias a los cursillos de la calle.
Pero al menos en Polonia se recupera aquella vieja tradición de llegar y tener que cambiar moneda, calcular a cuánto te va a salir el cambio y empezar a barruntar qué va a ser caro y qué barato. Los polacos ingresaron en la Unión Europea hace ya cinco años, pero no han adoptado el euro: mantienen los viejos zlotys, divisa que estos días estamos cambiando aproximadamente a 1 euro por 4 zlotys, que etimológicamente significa dorado y (según acabo de consultar en la Wikipedia…) hace referencia a las antiguas monedas de oro, que con esta palabra se conocían. Los billetes, por cierto, son sustancialmente más pequeños que los de euro, tanto a lo ancho como a lo alto). En uno de ellos aparece uno de los polacos más ilustres, el astrónomo Nicolás Copérnico, aunque si nos preguntan a un periodista qué polaco nos viene primero a la cabeza, lo más probable es que respondamos que Ryszard Kapuscinski, uno de los grandes reporteros de las últimas décadas. Personalmente recomiendo la lectura de dos de sus obras: Sha y El emperador.
En fin, que entre la visita del embajador, el último entrenamiento del equipo y el tiempo necesario para situarse en la ciudad, se nos ha pasado el día. Lo más complicado, al final, ha sido bajar por la noche al hall del hotel para salir a cenar algo cerca. A eso de las nueve de la noche han aparecido al menos un par de centenares de soldados del ejército israelí, al parecer para participar mañana lunes en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto judío, y han literalmente colapsado los ascensores. Nos ha bloqueado a muchos, pero no tanto como a tres turistas españoles con los que hemos coincidido en un restaurante cercano al hotel, que al oírnos hablar del Eurobasket nos han preguntado contra quién y a qué hora jugaba mañana España. “A las nueve”, les hemos respondido. “¿De la mañana o de la noche?”, nos han vuelto a preguntar.
Nos han visto entonces las caras de estupor, se han puesto a reír y se han excusado: “Es que no somos entendidas en baloncesto”.
Es lo que tiene esta Selección: engancha hasta a los más profanos.Daremos un vistazo a las gradas del Towar Hall a ver si esos tres compatriotas –dos chicas y un chico- han tenido la suerte de encontrar alguna entrada a la venta y pueden empezar a dejar de ser tan poco entendidos…
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