AUNQUE LOS MÁS JÓVENES NO PUEDAN o no quieran creerlo, antes de Michael Jordan, LeBron James, Pau Gasol y compañía ya existía el baloncesto. Y la NBA. Sólo que hace 30 o 35 años no veíamos imágenes por televisión, el seguimiento de la competición en los periódicos era escaso y ni mucho menos diario, la mayoría apenas conocíamos los nombres de cuatro o cinco grandes cracks y las mejores fotos que veíamos eran las que publicaba la mejor revista especializada de Europa, la mensual italiana Giganti del Basket. Quien tenía un ejemplar de Giganti, aunque fuera bastante atrasado, tenía un tesoro.
La NBA era en muchos aspectos un mundo lejano, que despertaba admiración en todos pero interés sólo en unos pocos iniciados, en especial entrenadores.
Para la mayoría, además de lejano era un mundo prácticamente desconocido. Y por tanto mágico. Yo, por ejemplo, recuerdo que de muy niño tenía una imagen de la NBA tan extraordinaria que creía imposible que los jugadores estadounidenses fallaran un solo tiro: estaba convencido de que el partido lo ganaba el equipo que se llevaba el balón en el salto inicial, porque a partir de ahí ya todos los lanzamientos entraban.
Poco a poco, sin embargo, empezamos a recibir información desde Estados Unidos. Aun así, a principios de los años 80 –cuando salió a la calle la inolvidable revista Nuevo Basket- la mayoría seguíamos poco interesados en la NBA, incluidos muchos periodistas, como por ejemplo yo. En aquellos años, cuando entré por primera vez en la redacción de El Mundo Deportivo, como colaborador, en la sección de basket le dábamos poca importancia. Pero cada tarde el director, nuestro añorado Juan José Castillo, que tenía una visión del deporte y del periodismo absolutamente universal y avanzada, se llegaba hasta nuestras mesas con un folio en el que él mismo había resumido la jornada del día, con todos los resultados en las últimas líneas:
-Esto hay que publicarlo –nos espetaba-, no os lo carguéis.
A nosotros nos costaba entender que tuviéramos que llenar una sola columna de una página con algo que creíamos que no levantaba interés general. Pero el Jefe insistía, una y otra tarde. Y publicábamos la columna, claro. Veinte años después, cuando la confección del periódico se había transformado en un proceso totalmente informatizado y encontrar por la redacción un solo folio era tarea casi imposible, Castillo (que era un seguidor apasionado de los Boston Celtics) seguía viniendo cada día hasta nosotros a entregarnos una impresión de las informaciones de NBA de las agencias y a comentar la jugada. Para entonces ya publicábamos una o dos páginas diarias, con fichas de partidos y fotografías espectaculares incluidas.
En aquellos primeros años, el poco conocimiento general que había de la NBA en las propias secciones de los diarios daba como resultado titulares como éste: NBA: ganaron todos los de casa. Había de todo, por supuesto, victorias de los locales y victorias de los visitantes; lo que ocurre es que en el periodismo USA siempre se coloca delante el equipo que ha ganado el partido, y muchos lo transcribíamos tal cual.
PERO YA HABÍA VERDADEROS LOCOS de la NBA. Uno de ellos, mi amigo y durante muchos años compañero Miguel Angel Forniés, desde hace unos años jefe de prensa del DKV Joventut.
Miguel Angel ha sido siempre, y sigue siendo ahora, un apasionado de la NBA y de todo lo que huele a baloncesto estadounidense. Era de los que siempre, como un pestidigitador, se sacaba algún Giganti de la manga, se carteaba con todo aquel que le pudiera enviar una revista, un periódico, un libro. O una película de super 8. De estas tenía varias, y cada tanto nos invitaba a un grupo de amiguetes a su casa, nos las pasaba, y alucinábamos.
Una de aquellas películas era de Wilt Chamberlain. Otra, de Julius Erving, que incluía la jugada quizás más famosa de aquella (al menos para mí) primera gran estrella de la NBA: una entrada a canasta por la línea de fondo, sobrepasando el tablero y saltando, una vez en el otro lado del aro, alargando su brazo derecho balón en mano, esquivando la base del cuadro y dejando la pelota en la canasta con una elegancia impresionante. Todo lo veíamos en cámara lenta, lo que le daba aun más espectacularidad si cabe. Al llegar a esa acción, Miguel Angel paraba el proyector, echaba la película atrás y la volvía a pasar. Todos la volvíamos a ver, una y otra vez, embobados.
Por eso para mí, aunque ya de entrada me confieso muy poco amante del baloncesto NBA, Julius Erving ha sido el mejor. Le prefiero incluso a Michael Jordan. Lo que le veía hacer al Doctor J, aunque fuera en una película, no lo había visto hacer a nadie. Y me atrevería de decir que no se lo he vuelto a ver hacer a ningún otro. Por supuesto, Julius Erving está considerado como uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA. “Fue quien elevó el mate a la categoría de arte”, dijeron de él numerosos comentaristas.
Aquellas viejas imágenes de Julius Erving en super 8 siguen siendo el primer gran espectáculo de baloncesto que recuerdo. Aun hoy, si cierro los ojos y me lo propongo, las puedo volver a ver.
(Por cierto: que por aquellos años con Miguel Angel siempre nos reíamos del apellido de un jugador estadounidense con pasaporte italiano, que jugaba de base: Dan Calandrillo. No lo habíamos visto jugar en la vida, pero lo de Calandrillo nos hacía gracia... Hasta que un verano ¡vino a Badalona a jugar un torneo! Creo recordar con jugando con el Gedeco de Udine. El caso es que aún guardo en mi desordenado álbum -y Miguel Angel seguro que también- una foto de nosotros dos flanqueando a Dan Calandrillo. ¿Qué habrá sido de él?)
La NBA era en muchos aspectos un mundo lejano, que despertaba admiración en todos pero interés sólo en unos pocos iniciados, en especial entrenadores.
Para la mayoría, además de lejano era un mundo prácticamente desconocido. Y por tanto mágico. Yo, por ejemplo, recuerdo que de muy niño tenía una imagen de la NBA tan extraordinaria que creía imposible que los jugadores estadounidenses fallaran un solo tiro: estaba convencido de que el partido lo ganaba el equipo que se llevaba el balón en el salto inicial, porque a partir de ahí ya todos los lanzamientos entraban.
Poco a poco, sin embargo, empezamos a recibir información desde Estados Unidos. Aun así, a principios de los años 80 –cuando salió a la calle la inolvidable revista Nuevo Basket- la mayoría seguíamos poco interesados en la NBA, incluidos muchos periodistas, como por ejemplo yo. En aquellos años, cuando entré por primera vez en la redacción de El Mundo Deportivo, como colaborador, en la sección de basket le dábamos poca importancia. Pero cada tarde el director, nuestro añorado Juan José Castillo, que tenía una visión del deporte y del periodismo absolutamente universal y avanzada, se llegaba hasta nuestras mesas con un folio en el que él mismo había resumido la jornada del día, con todos los resultados en las últimas líneas:
-Esto hay que publicarlo –nos espetaba-, no os lo carguéis.
A nosotros nos costaba entender que tuviéramos que llenar una sola columna de una página con algo que creíamos que no levantaba interés general. Pero el Jefe insistía, una y otra tarde. Y publicábamos la columna, claro. Veinte años después, cuando la confección del periódico se había transformado en un proceso totalmente informatizado y encontrar por la redacción un solo folio era tarea casi imposible, Castillo (que era un seguidor apasionado de los Boston Celtics) seguía viniendo cada día hasta nosotros a entregarnos una impresión de las informaciones de NBA de las agencias y a comentar la jugada. Para entonces ya publicábamos una o dos páginas diarias, con fichas de partidos y fotografías espectaculares incluidas.
En aquellos primeros años, el poco conocimiento general que había de la NBA en las propias secciones de los diarios daba como resultado titulares como éste: NBA: ganaron todos los de casa. Había de todo, por supuesto, victorias de los locales y victorias de los visitantes; lo que ocurre es que en el periodismo USA siempre se coloca delante el equipo que ha ganado el partido, y muchos lo transcribíamos tal cual.
PERO YA HABÍA VERDADEROS LOCOS de la NBA. Uno de ellos, mi amigo y durante muchos años compañero Miguel Angel Forniés, desde hace unos años jefe de prensa del DKV Joventut.
Miguel Angel ha sido siempre, y sigue siendo ahora, un apasionado de la NBA y de todo lo que huele a baloncesto estadounidense. Era de los que siempre, como un pestidigitador, se sacaba algún Giganti de la manga, se carteaba con todo aquel que le pudiera enviar una revista, un periódico, un libro. O una película de super 8. De estas tenía varias, y cada tanto nos invitaba a un grupo de amiguetes a su casa, nos las pasaba, y alucinábamos.
Una de aquellas películas era de Wilt Chamberlain. Otra, de Julius Erving, que incluía la jugada quizás más famosa de aquella (al menos para mí) primera gran estrella de la NBA: una entrada a canasta por la línea de fondo, sobrepasando el tablero y saltando, una vez en el otro lado del aro, alargando su brazo derecho balón en mano, esquivando la base del cuadro y dejando la pelota en la canasta con una elegancia impresionante. Todo lo veíamos en cámara lenta, lo que le daba aun más espectacularidad si cabe. Al llegar a esa acción, Miguel Angel paraba el proyector, echaba la película atrás y la volvía a pasar. Todos la volvíamos a ver, una y otra vez, embobados.
Por eso para mí, aunque ya de entrada me confieso muy poco amante del baloncesto NBA, Julius Erving ha sido el mejor. Le prefiero incluso a Michael Jordan. Lo que le veía hacer al Doctor J, aunque fuera en una película, no lo había visto hacer a nadie. Y me atrevería de decir que no se lo he vuelto a ver hacer a ningún otro. Por supuesto, Julius Erving está considerado como uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA. “Fue quien elevó el mate a la categoría de arte”, dijeron de él numerosos comentaristas.
Aquellas viejas imágenes de Julius Erving en super 8 siguen siendo el primer gran espectáculo de baloncesto que recuerdo. Aun hoy, si cierro los ojos y me lo propongo, las puedo volver a ver.
(Por cierto: que por aquellos años con Miguel Angel siempre nos reíamos del apellido de un jugador estadounidense con pasaporte italiano, que jugaba de base: Dan Calandrillo. No lo habíamos visto jugar en la vida, pero lo de Calandrillo nos hacía gracia... Hasta que un verano ¡vino a Badalona a jugar un torneo! Creo recordar con jugando con el Gedeco de Udine. El caso es que aún guardo en mi desordenado álbum -y Miguel Angel seguro que también- una foto de nosotros dos flanqueando a Dan Calandrillo. ¿Qué habrá sido de él?)
1 comentario:
Apenas un par de horas después de haber colgado este post, he recibido un correo de Guifre Lluis, el nieto del por siempre admirado Señor Gol, a quien re-cordé en el arranque de estos recuerdos. Guif me puntualiza que las películas del Doctor J no eran de Super 8 sino de 16mm. Lo recuerda perfectamente porque fue su padre (por si alguien está despistado, Josep Lluis Cortés, el alter ego de Díaz Miguel en la Selección durante 20 años) quien en aquellos años las traía desde Estados Unidos hasta Badalona. Le agradezco la corrección, yo no tengo tal dominio de la tecnología, ni siquiera de la de hace 35 años. Claro que él lo tenía un poco más fácil… ¡tenía las películas en casa! Un abrazo, Guif
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