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jueves, 30 de abril de 2009

Reclutado por Jim McGregor

QUEREMOS 100 (VI)

NO RECUERDO EL AÑO, PERO FUE a mediados de los 80 cuando una mañana sonó mi teléfono en la redacción de Nuevo Basket. Era una persona relacionada con el mundo del baloncesto –de la que no puedo dar más detalles-, con quien mantenía una buena relación.

-Si tienes el mediodía libre, te invito a comer. De hecho, no te invito yo, te invita Jim McGregor.
-¿McGregor, Jim McGregor, el entrenador y agente?
-Sí, te lo explico: está buscando un socio en España, y quiere que sea un periodista, me ha pedido nombres y le he dado el tuyo.
-¿Por qué?
-Pues porque eres el que más conozco y sé que no me harías quedar mal. No te daría mucho trabajo y con suerte te podrías sacar un pequeño sobresueldo. ¿Aceptas la invitación?


Acepté, claro. Era una buena oportunidad de conocer a todo un personaje, sería interesante hacerle una entrevista, y sólo el hecho de que me diera su teléfono y poderle llamar a discreción me podía proporcionar un buen contacto internacional. Si además me daba algo de trabajo, pues tanto mejor.

La comida transcurrió con total normalidad. Jim McGregor era un tipo con mucha experiencia. A los diez minutos parecía como si me conociese de toda la vida. Hablamos de casi todo lo que se puede hablar, sobre baloncesto, en una hora. Ya a los postres, McGregor, al que yo seguía mirando, emocionado, como a una leyenda viva, me explicó sus intenciones sin más rodeos:
-Veo que el baloncesto en España está en un momento dulce e intuyo que aun lo estará más. Necesito un contacto aquí, preferentemente un periodista porque seguro que está al día de los equipos que buscan un jugador y además tiene relación con entrenadores y directivos, o cuanto menos sabe a quién telefonear.
-¿Y cuál sería mi función?
-Informarme de todos esos movimientos. Yo entonces te hago llegar una lista de jugadores, con su historial y precio, y tú mismo te pones en contacto con el entrenador del equipo o con el directivo responsable de los fichajes. Le ofreces a tal y cual jugador, intentas convencerle, y punto final.
-¿Y si lo consigo?
-Entonces vengo yo con el jugador, firmamos el contrato, a ti te doy el veinticinco por ciento de la comisión, y ya está. Hasta la siguiente oportunidad.


Aunque ciertamente no muy convencido de que las cosas fueran tan sencillas, le dije que sí. Y además le hice una entrevista.

Apenas un mes después, un equipo de la Liga (actual ACB), ascendido hacía poco, estaba pensando en cambiar de americano. Telefoneé al club, hablé con un directivo con el que más o menos tenía trato y le remití la lista con dos o tres jugadores disponibles que me había hecho llegar McGregor. Aquel directivo me trató con toda la corrección del mundo, pero creo que le sonó tan extraño tratarme como intermediario como a mí el intentar serlo. Con sólo una gestión me di cuenta de que aquello no era lo mío.

Ni el directivo en cuestión me volvió a llamar (al cabo de pocos días su club anunció el fichaje de un jugador que, obviamente, no era uno de los dos o tres de la lista que le había remitido yo) ni yo volví a informar a McGregor de un posible negocio, ni McGregor me telefoneó nunca más. No sé si de haberlo intentado con interés habría podido ganar algún buen dinero extra colocando jugadores americanos, pero el caso es que no me pareció buena idea. Yo era periodista y quería seguir siéndolo. Lo demás lo dejaba para otros.

SIN DUDA ALGUNA, JIM McGREGOR DESTACA con luz propia entre los múltiples personajes que ha dado el mundo del baloncesto (ilustres, curiosos, polifacéticos...) Probablemente sea el más genuino trotamundos de la historia de nuestro deporte. Lo que menos celebridad le reportó fue su corta y más que discreta etapa de jugador. Después, claro, se hizo entrenador. Primero se sentó en el banquillo del high school de Benson (Portland) y más adelante en el de la universidad de South Carolina, en la que ejerció de entrenador asistente. Y a partir de aquí, su vida se convirtió en una aventura permanente.

A lo largo de su dilatada carrera, McGregor fue entrenador en Perú, Turquía, Italia, Colombia... Es el único entrenador de la historia que ha dirigido a nada menos que nueve selecciones nacionales: entre 1955 y 1982 fue seleccionador de Italia, Grecia, Turquía, Austria, Suecia, Perú, Marruecos, República Centroafricana y Colombia. Al frente de uno u otro de estos países participó en diversos Eurobasket, Mundobasket, torneos pre olímpicos, Juegos Mediterráneos, Campeonatos de Africa y Juegos Olímpicos.

Pero su experiencia internacional más espectacular la vivió en el transcurso del Mundobasket de 1982 celebrado en Colombia, como entrenador de la selección anfitriona. El sistema de competición fue tan particular que los colombianos no jugaron fase previa: se clasificaron directamente para la fase final. Y una vez en ella no ganaron un solo partido, los perdieron casi todos de paliza, y la Federación Colombiana, que primero se negó a pagarle lo pactado, a mitad de campeonato le apartó del equipo y le acusó de no tener la documentación en regla para trabajar en el país. En resumen: McGregor empezó aquel Mundobasket cómodamente sentado en el palco, lo siguió ya menos cómodamente en el banquillo de la selección de Colombia y lo acabó en la cárcel de Cali. Sólo al finalizar el campeonato fue liberado y expulsado del país.

Entonces regresó a Italia, donde ya había entrenado durante varios años, y donde aún vivía su hija. Hasta 1986 dirigió al Fermi Perugia, equipo que le despidió poco antes de finalizar la temporada. “Por primera vez en 40 años de entrenar, este año he tenido mala suerte”, dijo tras recibir la carta de despido después de que su equipo había perdido nueve partidos por un solo punto de diferencia.

Aquélla fue su última aventura europea. Después se incorporó al staff técnico de los Portland Trail Blazers (a los que recomendó la contratación de Drazen Petrovic) y siguió dedicándose a la representación de jugadores estadounidenses interesados en seguir su carrera en Europa.

McGregor fue uno de los primeros agentes de jugadores en operar en el baloncesto europeo, pero el hecho de entrenar a diversos equipos y su carácter volátil y nómada le impidió competir en el mercado cuando hicieron su aparición los grandes profesionales estadounidenses del ramo. Especialmente virulentas fueron sus relaciones con otro de los primeros agentes estadounidenses en explotar el mercado europeo: Richard Kaner. De ellos dos se decía que si se les encerraba juntos en una habitación, sólo uno iba a salir vivo. Durante muchos años, McGregor intentó convencer a todos los entrenadores europeos que le querían escuchar de que David Lawrence, uno de sus jugadores protegidos, era “el Magic Johnson del baloncesto europeo”. Lawrence llegó a jugar en la Liga ACB en las filas del Caja de Alava de Vitoria (actual Tau); era un buen jugador, pero quizás no tanto como para compararlo con Magic.

Además de entrenar e intentar colocar jugadores, McGregor tuvo tiempo de escribir, no sólo numerosos artículos técnicos sino también su autobiografía, la crónica de sus aventuras y experiencias en el basket de medio mundo que en Estados Unidos se convirtió en un auténtico best seller. Su título lo dice todo: Preparado para viajar. Miguel Angel Forniés conserva en su casa un ejemplar autografiado como oro en paño.

Hace muchos años que trato de encontrar información de McGregor. Sin éxito. Ni siquiera en estos últimos tiempos echando mano de internet. Lo último que supe de él –porque me lo dijo en aquella comida en Barcelona- fue que se iba a ir a vivir a Palm Desert (California).

Si alguien tiene más suerte –y empeño- que yo en dar con él, que me lo haga saber, por favor.

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