Hasta que dejé Nuevo Basket en 1987 mi firma fue la única que había salido en absolutamente todos los números publicados desde la aparición de la revista porque Franco, tristemente, dejó de escribir su artículo editorial la semana en que falleció su madre.
Aquel año dejé a Franco y a mis amigos para asumir la delegación en Barcelona de una nueva publicación, Basket 16, amparada en un grupo mediático en aquellos tiempos potente como el Grupo 16, en el que esperaba básicamente alcanzar la estabilidad laboral que ya sabía que Nuevo Basket difícilmente nos iba a poder ofrecer nunca. Pero me equivoqué del todo, no en lo segundo sino en lo primero. En la aventura, por cierto, arrastré a Miguel Angel Forniés y su cámara fotográfica.
Pero Basket 16 nació ya torcida, porque nació como Estrellas del Basket, una cabecera con la que la empresa de la revista que iba a ser su gran competencia –Gigantes- lanzó una nueva publicación la misma semana. Sólo para fastidiar, claro, porque el director de B16 se había ido de Gigantes llevándose a parte del equipo y no dejando precisamente buen recuerdo. Total, que en aquella nueva revista, dirigida por un periodista que no tenía el más mínimo conocimiento de baloncesto y muy poco respeto por su profesión, en ningún momento me sentí a gusto. Al cabo de unos años despareció, pero por suerte y tuve la oportunidad de dejarla al cabo de unos meses. Lo mejor de aquella etapa, sin duda, los viajes casi semanales que, siguiendo a la Penya o al Barça, hice junto a Miki. Alguna anécdota –sobre todo de la que vivimos en Milán, en el domicilio de Bob McAdoo- la explicaré en otro post.
Abandoné B16 para incorporarme a la redacción de Deportes de El Periódico, en la que a la postre fue mi última experiencia profesional en un medio no exclusivamente deportivo. En aquellos años, nuestro baloncesto había ido arañando espacio en los medios de comunicación –incluidos los periódicos de información general- causando un problema a las redacciones: prácticamente ninguna contaba con un especialista en baloncesto –la aplastante mayoría eran futboleros, por supuesto-, y a los que les tocaba cubrir la información de nuestro deporte, se les atragantaba. Ni les gustaba, ni les iba a gustar nunca, ni estaban mentalmente preparados –futboleros ellos…- para manejar todos los datos estadísticos que ya manejábamos nosotros (por cierto, desde que los empezamos a manejar en Nuevo Basket). En concreto en El Periódico, el que habitualmente se encargaba del baloncesto (y se sigue encargando ahora: Luis Mendiola) se había ido a la mili, y su sustituto temporal había aceptado una oferta de TV3. De modo que, como suele decirse, se juntaron el hambre y las ganas de comer.
En El Periódico viví el preolímpico de Holanda en 1988, el Eurobasket de Zagreb 1989 y el Mundial de Argentina 1990, además del famoso quinto partido del playoff final de la Liga de Petrovic y el trágico domingo en que falleció Fernando Martín. Al mismo tiempo, junto al propio Miki y a Germán García Casanova –entonces en la sección de baloncesto del diario Sport- habíamos consolidado nuestro programa radiofónico de los sábados en Radio Popular de Barcelona.
Y tres años después de haber abandonado NB, cuando ya se había vendido la cabecera a otra empresa y Pinotti decidió poner punto final a su etapa al frente de la revista –y se incorporó al departamento arbitral de la ACB-, yo asumí el cargo. Fue una decisión profesional –y sobre todo laboral- arriesgada. Pero la tentación de regresar a la revista y de intentar que no la dejaran morir era demasiado grande. Lamentablemente, en sólo unos meses pude comprobar que las cosas habían cambiado mucho respecto a la etapa inicial de la revista, que aún tenía idealizada. Además, a las pocas semanas de hacerme cargo de la revista y convencer al editor de que relanzara, junto a la revista mensual, otra semanal en formato de gran diario, uno de mis compañeros en aquella redacción, Joan Junoy (entrenador y otro loco del baloncesto pero también médico) me espetó nada más verme por la mañana: “Da media vuelta y vete a casa, y que te vea tu médico, estás amarillo”.
En efecto, estaba amarillo como un plátano. No era para menos: tenía hepatitis. La había pillado en Salta, a donde justo un mes antes había ido siguiendo a la Selección en la fase de consolación del Mundial, en el que había cerrado mi etapa en El Periódico.
Me pasé cuatro meses largos prácticamente en cama. Cuando empecé a mejorar me instalaron un ordenador y ayudé en lo que pude a mis compañeros escribiendo todo lo que podía… y más. En aquellas semanas, Julián Felipo, con el que después coincidí de nuevo en El Mundo Deportivo, hacía su trabajo y casi el mío, y por la noche aún le quedaban fuerzas para venir a casa y planificar entre los dos el trabajo del día siguiente. Pero no sólo él dio el callo, lo dieron todos: desde Junoy –que seguía en la revista- hasta Miki –quien tras cerrar B16 se reincorporó a NB- y un jovencísimo Pep Clarós –ahora entrenador ayudante en la Penya-, quien trataba de plantearse un posible futuro profesional como periodista. NB no fue entonces lo mismo que unos años antes, pero los que estuvimos allí formamos un equipo fantástico y también inolvidable. Hasta que acabó la temporada y el propietario de la revista decidió no darle otra oportunidad. La historia de NB acabó en junio de 1991, más o menos once años después de su inicio.
Para entonces había superado ya el paréntesis que me había supuesto la hepatitis. Me pude levantar de la cama, como quien dice, para vivir en directo el primer título de Liga de la Penya de Lolo en el Palau Sant Jordi.
Y más o menos en aquella época me llevé la primera alegría profesional en un año: se me abrieron las puertas de El Mundo Deportivo, al que regresé en septiembre, seis años después de haberlo dejado para 'conocer mundo'.
Pero ya sin Nuevo Basket. Una pena.
Aquel año dejé a Franco y a mis amigos para asumir la delegación en Barcelona de una nueva publicación, Basket 16, amparada en un grupo mediático en aquellos tiempos potente como el Grupo 16, en el que esperaba básicamente alcanzar la estabilidad laboral que ya sabía que Nuevo Basket difícilmente nos iba a poder ofrecer nunca. Pero me equivoqué del todo, no en lo segundo sino en lo primero. En la aventura, por cierto, arrastré a Miguel Angel Forniés y su cámara fotográfica.
Pero Basket 16 nació ya torcida, porque nació como Estrellas del Basket, una cabecera con la que la empresa de la revista que iba a ser su gran competencia –Gigantes- lanzó una nueva publicación la misma semana. Sólo para fastidiar, claro, porque el director de B16 se había ido de Gigantes llevándose a parte del equipo y no dejando precisamente buen recuerdo. Total, que en aquella nueva revista, dirigida por un periodista que no tenía el más mínimo conocimiento de baloncesto y muy poco respeto por su profesión, en ningún momento me sentí a gusto. Al cabo de unos años despareció, pero por suerte y tuve la oportunidad de dejarla al cabo de unos meses. Lo mejor de aquella etapa, sin duda, los viajes casi semanales que, siguiendo a la Penya o al Barça, hice junto a Miki. Alguna anécdota –sobre todo de la que vivimos en Milán, en el domicilio de Bob McAdoo- la explicaré en otro post.
Abandoné B16 para incorporarme a la redacción de Deportes de El Periódico, en la que a la postre fue mi última experiencia profesional en un medio no exclusivamente deportivo. En aquellos años, nuestro baloncesto había ido arañando espacio en los medios de comunicación –incluidos los periódicos de información general- causando un problema a las redacciones: prácticamente ninguna contaba con un especialista en baloncesto –la aplastante mayoría eran futboleros, por supuesto-, y a los que les tocaba cubrir la información de nuestro deporte, se les atragantaba. Ni les gustaba, ni les iba a gustar nunca, ni estaban mentalmente preparados –futboleros ellos…- para manejar todos los datos estadísticos que ya manejábamos nosotros (por cierto, desde que los empezamos a manejar en Nuevo Basket). En concreto en El Periódico, el que habitualmente se encargaba del baloncesto (y se sigue encargando ahora: Luis Mendiola) se había ido a la mili, y su sustituto temporal había aceptado una oferta de TV3. De modo que, como suele decirse, se juntaron el hambre y las ganas de comer.
En El Periódico viví el preolímpico de Holanda en 1988, el Eurobasket de Zagreb 1989 y el Mundial de Argentina 1990, además del famoso quinto partido del playoff final de la Liga de Petrovic y el trágico domingo en que falleció Fernando Martín. Al mismo tiempo, junto al propio Miki y a Germán García Casanova –entonces en la sección de baloncesto del diario Sport- habíamos consolidado nuestro programa radiofónico de los sábados en Radio Popular de Barcelona.
Y tres años después de haber abandonado NB, cuando ya se había vendido la cabecera a otra empresa y Pinotti decidió poner punto final a su etapa al frente de la revista –y se incorporó al departamento arbitral de la ACB-, yo asumí el cargo. Fue una decisión profesional –y sobre todo laboral- arriesgada. Pero la tentación de regresar a la revista y de intentar que no la dejaran morir era demasiado grande. Lamentablemente, en sólo unos meses pude comprobar que las cosas habían cambiado mucho respecto a la etapa inicial de la revista, que aún tenía idealizada. Además, a las pocas semanas de hacerme cargo de la revista y convencer al editor de que relanzara, junto a la revista mensual, otra semanal en formato de gran diario, uno de mis compañeros en aquella redacción, Joan Junoy (entrenador y otro loco del baloncesto pero también médico) me espetó nada más verme por la mañana: “Da media vuelta y vete a casa, y que te vea tu médico, estás amarillo”.
En efecto, estaba amarillo como un plátano. No era para menos: tenía hepatitis. La había pillado en Salta, a donde justo un mes antes había ido siguiendo a la Selección en la fase de consolación del Mundial, en el que había cerrado mi etapa en El Periódico.
Me pasé cuatro meses largos prácticamente en cama. Cuando empecé a mejorar me instalaron un ordenador y ayudé en lo que pude a mis compañeros escribiendo todo lo que podía… y más. En aquellas semanas, Julián Felipo, con el que después coincidí de nuevo en El Mundo Deportivo, hacía su trabajo y casi el mío, y por la noche aún le quedaban fuerzas para venir a casa y planificar entre los dos el trabajo del día siguiente. Pero no sólo él dio el callo, lo dieron todos: desde Junoy –que seguía en la revista- hasta Miki –quien tras cerrar B16 se reincorporó a NB- y un jovencísimo Pep Clarós –ahora entrenador ayudante en la Penya-, quien trataba de plantearse un posible futuro profesional como periodista. NB no fue entonces lo mismo que unos años antes, pero los que estuvimos allí formamos un equipo fantástico y también inolvidable. Hasta que acabó la temporada y el propietario de la revista decidió no darle otra oportunidad. La historia de NB acabó en junio de 1991, más o menos once años después de su inicio.
Para entonces había superado ya el paréntesis que me había supuesto la hepatitis. Me pude levantar de la cama, como quien dice, para vivir en directo el primer título de Liga de la Penya de Lolo en el Palau Sant Jordi.
Y más o menos en aquella época me llevé la primera alegría profesional en un año: se me abrieron las puertas de El Mundo Deportivo, al que regresé en septiembre, seis años después de haberlo dejado para 'conocer mundo'.
Pero ya sin Nuevo Basket. Una pena.
2 comentarios:
Hommbre, Nuevo Basket, peazo revista. Yo ha tenido un ejemplar del mundobasket Colombia'82 hasta hace poco. Lo habré releido un millón de veces. Me impactó. Yo tenía 12 años y ver fotos de Abdul-Jabbar con sus gafas... me parecía estar viendo algo de otra galaxia.
Recuerdo haber leído en ese número un diario del mundial, creo que escrito por Pinotti, que era una aventura divertidísima, cuando se ganó a los EEUU del mítico John Pinone. Que recuerdos....
Yo tengo unos cuantos "Nuevo Basket" anteriores al ejemplar del Mundobasket Colombia'82. Y ese también lo tengo. Y desde la temporada 83/84 (la del cambio) tengo todos hasta su triste desaparición. Semanales, mensuales, periódicos, extras... Sin duda, la mejor revista deportiva que he conocido. Un saludo para Jordi, Pinotti y todo el equipo.
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