Acabo de releer, unos cuantos años después, el texto de la intervención de Giorgios Vassilakopoulos (en aquel entonces presidente de la Federación Griega, aún no de FIBA Europa) en un debate en la Fundación Ferrándiz sobre el futuro del baloncesto europeo. Y me ha sorprendido sobremanera la plena vigencia de muchas de sus consideraciones de entonces. Da para reflexionar, y bastante.
Lo que deja en evidencia aquella reflexión en voz alta de hace siete años es que el baloncesto europeo ya entonces, en los albores de la actual Euroliga para situarnos, se debatía en lo que parece, como consideré en un post anterior, un largo proceso que tiene al baloncesto en perpetua (e inacabada) redefinición. En especial, el baloncesto de clubes. Y que se refleja fundamentalmente en el choque de dos planteamientos teóricamente irreconciliables: si estamos hablando de deporte o de negocio. Porque en realidad éste es el debate, un debate que a mi entender no queda más remedio que afrontar -como casi todos- desde un punto de vista histórico.
A partir de la pasada década de los años 80, el baloncesto europeo fue evolucionando en base a la progresiva profesionalización general de sus estructuras: de los clubes, de las ligas, de las federaciones... Y probablemente fue esta circunstancia la que poco a poco fue imbuyendo la idea de que el baloncesto profesional debía dejar de ser deporte para convertirse en negocio; aunque sea un negocio por definición inestable porque, por mucho que se intente obviar, al final casi todo depende o está en manos del resultado.
La virtud de aquel proceso, en una primera etapa que podríamos señalar desde aquellos inicios de los 80 hasta mediados de los 90, fue que el baloncesto fue adoptando formas de gestión empresarial –imprescindible cuando se mueven presupuestos elevados o cuanto menos respetables- pero sin renunciar a su esencia de deporte. Ni siquiera renunciar a ella cuando los viejos clubes se convirtieron en sociedades anónimas o formas jurídicas asimilables, según el país. Bajo esta filosofía, y aunque siempre quepan matices particulares, el avance en general del baloncesto en aquellos años fue incuestionable a todos los niveles: de jugadores, de clubes, de competiciones, de federaciones, de público, de patrocinadores, de audiencia televisiva y en medios de comunicación en general… De esta fórmula, que dio esos excelentes resultados, son ejemplares hoy por hoy las federaciones; en especial una tan dinámica e inconformista como la nuestra.
Es el que se intuye como siguiente paso -el de querer dar por superado el teórico pasado de deporte para plantearlo todo exclusivamente desde un punto de vista de negocio- el que no logra dar solución a esa perpetua redefinición, provoca conflictos y siembra dudas, y el que en definitiva hace que aquel análisis de Vassilakopoulos en 2001 parezca hecho ayer mismo.
El día en que quede obsoleto será un excelente noticia.