Este año que prácticamente acabamos de estrenar –concretamente el 10 de agosto- se cumplirán nada menos que 25 de años de aquel histórico paso que alzó a los 12 hombres que formaron la Selección en los Juegos Olímpicos de Los Angeles hasta el podio. Para las generaciones que vivimos aquel momento con la plena conciencia de que estábamos asistiendo a un hito histórico –lo que se fue confirmando a medida que pasaban los años-, haber vivido hace ahora sólo unos meses nuestra segunda plata olímpica no sólo nos transportó a un cuarto de siglo atrás sino que, además, nuestros recuerdos nos ofrecieron una perspectiva inmejorable para valorar el paso del tiempo… baloncestísticamente hablando.
Y la perspectiva es muy clara: aunque hace 25 años lo celebramos por todo lo alto (¡y bien que hicimos!), lo cierto es que nuestra mejor Selección hasta entonces perdió por 33 (primera fase) y 31 (final) puntos de diferencia sus dos partidos frente a los mejores jugadores universitarios de Estados Unidos del momento, eso sí, Michael Jordan incluido. Y el pasado verano en Pekín, cuatro generaciones después y frente a un selección con los mejores jugadores de la NBA, hubo competencia hasta prácticamente el bocinazo final.
El presidente de USA Basketball, Jerry Colangelo, cristiano militante, ha resumido la final olímpica del 2008 de una forma más gráfica imposible: rezó por conseguir la victoria. En 1984 los que rezábamos éramos nosotros, con la esperanza de que no nos la pegaran de 40.
Pero de las valoraciones generales que recientemente ha hecho Colangelo en fiba.com (y que nosotros hemos reproducido) son de destacar otras dos, porque ayudan a comprender cómo se ve desde Estados Unidos el mundo del baloncesto. Una: que se mira a China exclusivamente como un mercado y se descarta al baloncesto africano. Y dos: que son nuestras reglas las que tienen que seguirse adaptando a las suyas, no a la inversa, por lo que se aboga por una gradual asimilación más que por una unificación.
De lo que no habla Colangelo es de la influencia que pueden llegar a tener nuestros jugadores en la mentalidad general del baloncesto profesional estadounidense (es decir, de la NBA) y de si su baloncesto está preparado para asimilarla o preparado para rechazarla.
Lo analizaremos nosotros otro día.