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lunes, 19 de enero de 2009

Las oraciones de Colangelo

Este año que prácticamente acabamos de estrenar –concretamente el 10 de agosto- se cumplirán nada menos que 25 de años de aquel histórico paso que alzó a los 12 hombres que formaron la Selección en los Juegos Olímpicos de Los Angeles hasta el podio. Para las generaciones que vivimos aquel momento con la plena conciencia de que estábamos asistiendo a un hito histórico –lo que se fue confirmando a medida que pasaban los años-, haber vivido hace ahora sólo unos meses nuestra segunda plata olímpica no sólo nos transportó a un cuarto de siglo atrás sino que, además, nuestros recuerdos nos ofrecieron una perspectiva inmejorable para valorar el paso del tiempo… baloncestísticamente hablando.

Y la perspectiva es muy clara: aunque hace 25 años lo celebramos por todo lo alto (¡y bien que hicimos!), lo cierto es que nuestra mejor Selección hasta entonces perdió por 33 (primera fase) y 31 (final) puntos de diferencia sus dos partidos frente a los mejores jugadores universitarios de Estados Unidos del momento, eso sí, Michael Jordan incluido. Y el pasado verano en Pekín, cuatro generaciones después y frente a un selección con los mejores jugadores de la NBA, hubo competencia hasta prácticamente el bocinazo final.

El presidente de USA Basketball, Jerry Colangelo, cristiano militante, ha resumido la final olímpica del 2008 de una forma más gráfica imposible: rezó por conseguir la victoria. En 1984 los que rezábamos éramos nosotros, con la esperanza de que no nos la pegaran de 40.

Pero de las valoraciones generales que recientemente ha hecho Colangelo en fiba.com (y que nosotros hemos reproducido) son de destacar otras dos, porque ayudan a comprender cómo se ve desde Estados Unidos el mundo del baloncesto. Una: que se mira a China exclusivamente como un mercado y se descarta al baloncesto africano. Y dos: que son nuestras reglas las que tienen que seguirse adaptando a las suyas, no a la inversa, por lo que se aboga por una gradual asimilación más que por una unificación.

De lo que no habla Colangelo es de la influencia que pueden llegar a tener nuestros jugadores en la mentalidad general del baloncesto profesional estadounidense (es decir, de la NBA) y de si su baloncesto está preparado para asimilarla o preparado para rechazarla.

Lo analizaremos nosotros otro día.

lunes, 12 de enero de 2009

Un aliciente nuevo

El baloncesto siempre se ha sentido satisfecho de ser un deporte en constante evolución, de abrir debates, de buscar soluciones a los problemas, por nimios que algunos –por ejemplo, los de Reglamento- puedan parecer desde fuera a los aficionados menos especializados. Pero a nosotros mismos no nos sorprende vernos en permanente debate, intercambiando ideas, contrastando alternativas. En ocasiones tendemos a considerar que la NBA es más ágil a la hora de adaptarse a la evolución del juego y los jugadores, incluso a creer que de algún modo los provoca para adaptarlos a sus objetivos; pero en realidad es todo el baloncesto el que tarde o temprano acaba evolucionando.

El actual es uno de esos momentos en que nuestro deporte está en ebullición, especialmente en Europa, donde los clubes llevan unos cuantos meses discutiendo un nuevo sistema de Euroliga que, tal y como se presentó en su momento –provocando un cisma que no parece haberse cerrado pero que tampoco está haciendo correr sangre- podría ser no sólo eso sino el primer paso de un nuevo modelo deportivo. Un modelo que, resumiendo, tiende hacia la competición cerrada; o más o menos cerrada.

Evidentemente, no es la primera vez que se plantea esta cuestión en nuestro baloncesto, pero nunca había coincidido un debate en estos términos con una puesta en discusión de ese modelo –el estadounidense- al que precisamente se pretende tender. Lo hizo semanas atrás Paul Shirley en una de sus columnas en el diario El País. A este jugador estadounidense, todo un trotamundos profesional con verdadero talento de columnista, no le convence la NBA de hoy en día y lo que propone es… abrirla. Por abajo.

Shirley cree que los equipos que no den la talla, presentando balances estrepitosamente perdedores, deberían descender a la Liga de Desarrollo (DLeague). Por dos razones: porque deslucen el nivel de la competición y porque –cree él- el riesgo del descenso se convertiría en un aliciente más. Y –añado yo- no sólo en un aliciente más sino, para el modelo estadounidense, un aliciente nuevo. De hecho, es lo que se busca también en el baloncesto europeo.

Es en efecto curioso ver cómo a uno y a otro lado se plantea casi exactamente lo contrario para conseguir más o menos lo mismo. Que se debata es sin duda señal de que el baloncesto está vivo. Aunque probablemente también de que, como apuntamos semanas atrás, necesita, tanto aquí como allí, una redefinición.

Veremos, pues.